"...Hay que recuperar la autenticidad de la Fiesta, a través del toro bravo y encastado de verdad, que hará del toreo el espectáculo recio y viril que fue en sus principios, aunque se torne prohibitivo para alfeñiques y artistillas de pitiminí. O bicicleta o mierda. Pero esto no puede seguir así..."
Esto no puede seguir así
Hay que recuperar la autenticidad de la Fiesta, a través del toro bravo y encastado de verdad, que hará del toreo el espectáculo recio y viril que fue en sus principios, aunque se torne prohibitivo para alfeñiques y artistillas de pitiminí.
Si los ganaderos y las figuras no se ponen de acuerdo en refrescar la sangre del toro de lidia para que la Fiesta recupere la emoción que transmite a los tendidos el toro bravo, encastado, con duración y fuerza, esto se va al carajo. Ya sabemos que ese tipo de toro significa un peligro mayor que el bobalicón cogido con alfileres, que si tropieza con la raya de un lapicero rueda por la arena, pero: ¿Quién ha dicho que el toreo debe ser un ejercicio delicado, suave y sin riesgo? Para eso ya está el ballet, que a la belleza de la danza suma la armonía de la buena música.
Tal y como está la Fiesta, si exceptuamos Madrid, Pamplona y Bilbao (este año con reparos) y alguna sorpresa puntual más, los ganaderos “comerciales” y los toreros que consumen sus productos, van a dejar sin trabajo a los “antitaurinos” profesionales que se mueven de aquí para allá tratando de hacerle la puñeta a la Fiesta de los Toros. La decepción y el aburrimiento que inunda una tarde tras otra los tendidos de esas plazas de Dios hacen más daño al toreo que todas las manifestaciones, escritos y programas televisivos que tratan de acabar con él. La borrega boba con cuernos es la auténtica enfermedad del multisecular arte de lidiar toros bravos.
A la Fiesta sólo la puede salvar el toro bravo con fiereza y fuerza capaz de aguantar dos puyazos sin desparramarse panza abajo en la arena. La Fiesta es mucho más que un modo de enriquecerse unos cuantos toreros, un puñado de ganaderos y unos pocos empresarios. Es sobre todo riqueza cultural de todos los españoles. Ya sabemos que algunos se negarían a torear los toros de las características arriba indicadas. Pues bien; que no toreen. Se hacen los carteles con esa multitud de toreros que se ven negros para vestirse de luces seis u ocho tardes al año, y de entre ellos surgirán las nuevas figuras forjadas con el toro-toro. Y eso que saldrán ganando los espectadores, que son al fin y al acabo quienes pagan las misas.
Hay que recuperar la autenticidad de la Fiesta, a través del toro bravo y encastado de verdad, que hará del toreo el espectáculo recio y viril que fue en sus principios, aunque se torne prohibitivo para alfeñiques y artistillas de pitiminí. O bicicleta o mierda. Pero esto no puede seguir así.
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