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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 30 de septiembre de 2024

Carta a un animalista mal informado / por Antonio Purroy


"..Aunque sea baldío voy a volver a reafirmar algo que estamos cansados de hacer: que los toros no sufren dolor durante su cría en el campo; que los toros son agresivos y fieros por naturaleza; que los ganaderos han creado la bravura y la nobleza por selección; que el toro de la raza de lidia es la mayor aportación de nuestro país a la zootecnia universal; que el toro es un gran conservador medioambiental; que el toro bravo desaparecerá si desaparecen las corridas.."

Carta a un animalista mal informado

Antonio Purroy
Catedrático de Producción Animal
Estimado amigo animalista: al hilo de la polvareda levantada por la celebración de la Iª Jornada Parlamentaria de Protección Animal titulada Tauromaquia y siglo XXI (16-09-2024), te quiero informar sobre aspectos que no conoces de la filosofía animalista que con tanto entusiasmo profesáis. Antes de continuar, permíteme que te diga que no estoy en absoluto de acuerdo con que el movimiento animalista, representado por Sumar, tenga luz verde para utilizar el Congreso de los Diputados de todos los españoles para celebrar una jornada con dinero público –también de todos los españoles- para atacar a la tauromaquia, que, por si no lo sabes, es una actividad cultural legal en todo el territorio español y que el Estado tiene la obligación de proteger por la Ley 18/2013, de 12 de noviembre, que la considera Patrimonio Cultural Inmaterial. 

Esta ley obliga a los poderes públicos a su conservación y a promover su enriquecimiento de acuerdo con lo previsto en el artículo 46 de la Constitución Española. A pesar de ello, el Ministerio de Cultura, con su ministro a la cabeza, tuvo la osadía de organizar en la sede parlamentaria una jornada para tratar sobre la abolición (¿prohibición?) de la tauromaquia. No contento con esto, acaba de anunciar que no va a financiar ninguna otra actividad relacionada con la tauromaquia, que se ate los machos la Fundación del Toro de Lidia

Pero vayamos al grano. Decís los animalistas que no existen diferencias entre el hombre y los animales, a los que queréis asignar los mismos derechos que a los humanos. Nadie en su sano juicio, tú el primero, puede estar de acuerdo con esta afirmación. Lo que sí tenemos los humanos es la obligación de cuidar y de proteger a los animales y de no torturarlos ni abandonarlos, pero ello no se convierte en un derecho per se de los animales. Si no cumplimos esta obligación, caerá sobre nosotros el peso del Código Civil (art. 333) y del Código Penal (art. 337), con fuertes multas económicas e, incluso, con penas de cárcel.

Posiblemente no sepas que La Liga Internacional de los Derechos de los Animales proclamó en 1977 los derechos de los animales, nada menos que 14. Son derechos de parte, elaborados por los propios animalistas, que no han sido aprobados por ningún organismo ni institución internacional independiente y de prestigio. Una gran falacia.

Los animales no pueden tener derechos porque tampoco tienen obligaciones y, porque además, no pueden crearlos, no saben explicarlos ni tampoco administrarlos. Las diferencias cognitivas, de razonamiento, lingüísticas y sociales son tan grandes con los humanos, que un animal no podría entender sus derechos y mucho menos sus obligaciones. ¿Les hemos preguntado a los animales si quieren derechos? ¿Y obligaciones?

Tus colegas siguen insistiendo en que, al sentir los animales el mismo dolor que nosotros, tienen también el mismo sufrimiento que los humanos y, por tanto, todos somos iguales. Dolor es posible que sí, sobre todo en aquellos vertebrados grandes que tienen un Sistema Nervioso Central parecido al nuestro. Sufrimiento ya no, porque este es privativo del ser humano que piensa, que razona, que dialoga, que proyecta el futuro, que piensa en el más allá, que teme a la muerte que es el sufrimiento máximo que tenemos los humanos… Aún se puede ir un poco más lejos y ratificar que el sufrimiento es “todo aquello que conduce a la persona a sentirse sola, triste y deprimida”.

Supongo que te percataste de la operación que tus mismos colegas pusieron en marcha en la legislatura anterior, al pairo del Ministerio de Derechos Sociales, de la creación de la Dirección General de los Derechos de los Animales y todo lo que deriva de ella, especialmente, la Ley de protección de los derechos y el bienestar de los animales (BOE, 29-03-2023). Es una buena manera de asegurarse el futuro laboral para cuando la economía se tuerza un poco más y peligren los puestos de trabajo de un buen número de animalistas bien posicionados, es lo que en este país tan castizo se conoce como chiringuitos.

Aunque no estoy seguro, creo que eres vegano y sobre ello quiero hacerte alguna reflexión. El veganismo es la punta de lanza del movimiento animalista y supone la abstención total del uso de productos, de artículos y de servicios de origen animal (carne, leche, huevos, trabajo, lana y pieles, animales de experimentación, caza, pesca, tauromaquia, hípica, zoos, circos...), que afectan directamente al funcionamiento armónico del Medio Rural y de la sociedad en su conjunto.

La dieta de los veganos no es saludable por la carencia de minerales y vitaminas, y de aminoácidos y ácidos grasos esenciales. Está totalmente desaconsejada en colectivos como madres embarazadas y lactantes, niños de corta edad, adolescentes, enfermos, tercera edad y adultos con elevadas necesidades nutritivas (trabajos muy físicos, deportistas de élite…). No te olvides que somos omnívoros y que necesitamos comer de todo en su justa medida, especialmente, proteína de origen animal, que ha ayudado al ser humano al desarrollo mandibular, del aparato digestivo y, sobre todo, del cerebro y su capacidad cognitiva, que tanto nos diferencia de los animales.

No me extrañaría que tuvieras una mascota conviviendo contigo. Vaya por delante que las mascotas son, en parte, beneficiosas para los humanos, pues acompañan a quienes viven en soledad y pueden llegar a evitar la ansiedad y la depresión de las personas. Sin embargo, los animalistas más avispados se han dado cuenta de que la tenencia de mascotas es una explotación animal –aunque no lo admitan públicamente-, pues el hombre compra, cría y dispone y la mascota obedece. Además, se les obliga a vivir una vida desanimalizada y totalmente humanizada. El filósofo español Fernando Savater opina que “no hay vida más desgraciada que la de las mascotas”. La posesión de mascotas es una gran contradicción del movimiento animalista.

Tampoco te creas algunos bulos -¡dichosos bulos!- sobre el cambio climático que desacreditan la producción animal y el consumo de carne. Hace unos años se empezó a culpar a las vacas del calentamiento global por ser grandes emisoras de metano (CH4), que es uno de los gases de efecto invernadero (GEI) más importante, junto con el CO2 y el óxido nitroso (N2O). Pues bien, el gran responsable del cambio climático es el CO2, debido a su gran concentración y a la elevada vida media en la atmósfera. El gran aumento de su concentración desde la llegada de la revolución industrial a finales del siglo XVIII hasta nuestros días, que ha pasado de 280 a 424 p.p.m., junto con una vida media, antes de su degradación en la atmósfera, de unos 400 años, es la gran causa del calentamiento global en el planeta. El desarrollo desbocado y el gran consumo de combustibles fósiles para conseguirlo, han cambiado la vida ordinaria que hasta hace unos setenta y cinco años conocíamos, con gran distorsión para el planeta.

Quizá no merezca la pena rebatir el bulo de que consumir carne es muy perjudicial para el calentamiento global y para la salud de los consumidores, pues ambos aspectos son falsos. Solo te quiero informar de que la fabricación de carne artificial, bien sea la cultivada a partir de células madre o de la carne vegana que es “carne” sin carne, son dos procesos muy costosos en conocimiento científico, tecnología e impacto medioambiental, con el trasfondo de que grandes multinacionales de la alimentación obtengan a su vez grandes beneficios económicos. Se estima que el negocio de la carne artificial será de unos 150.000 millones de dólares anuales antes de 2030.

Y llegamos a donde cualquier animalista quiere llegar, al ataque a la tauromaquia. A veces pienso que, si no existiera, los animalistas tendrían que inventarla dado el gran favor que les hace. La razón es sencilla: la tauromaquia es muy llamativa y, tiene tal impacto mediático en el mundo, que el ataque le sirve de propaganda al animalismo, pues le da mucha visibilidad y así justifica el trabajo del movimiento ante sus fieles seguidores.

El argumento que utilizan los animalistas de forma machacona es que la tauromaquia es tortura y maltrato animal, ambas afirmaciones son rebatibles porque no conocen lo que significa la palabra tortura –que se aplica únicamente a los humanos-, ni la fisiología del comportamiento del toro de la raza de lidia. 

Aunque sea baldío voy a volver a reafirmar algo que estamos cansados de hacer: que los toros no sufren dolor durante su cría en el campo; que los toros son agresivos y fieros por naturaleza; que los ganaderos han creado la bravura y la nobleza por selección; que el toro de la raza de lidia es la mayor aportación de nuestro país a la zootecnia universal; que el toro es un gran conservador medioambiental; que el toro bravo desaparecerá si desaparecen las corridas; que solo existen –existían- dos subvenciones públicas para la tauromaquia que figuran en los presupuestos generales del Estado, para la Fundación del Toro de Lidia (35.000 €) y para el Premio Nacional de Tauromaquia (30.000 €), este último ha sido cancelado recientemente (BOE, 6-09-2024) y el de la Fundación tiene visos de desaparecer más pronto que tarde; que el toro de lidia crea valores de vida y de riqueza económica; que el toro de lidia ayuda a la cohesión territorial española; que el toro bravo es uno de los grandes exponentes de la marca España etc., en definitiva, que la Tauromaquia es Cultura.

Volvamos a la tortura y al maltrato animal con los que se acusa a la tauromaquia. La tortura es la destrucción intencional de un ser humano en manos de otro, a través de diversos métodos e instrumentos. Su finalidad suele ser obtener una confesión o funcionar como castigo. Los métodos utilizados para infligir dolor y sufrimiento varían, pero todos tienen el mismo objetivo: quebrantar a la víctima, destruirla como persona y negar su condición humana (Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas crueles, inhumanos o degradantes; ONU, 1984). Es evidente que nada de lo que aquí se dice tiene que ver con la lidia de un toro bravo.

En cuanto al maltrato animal, está demostrado científicamente que el animal es capaz de superar el estrés y el dolor durante la lidia y en sus salidas por las calles y plazas. Los ganaderos de bravo han sabido –sin ser conscientes de ello- seleccionar durante los últimos 3-4 siglos animales con un nuevo sistema neuroendocrino de respuesta y superación del estrés y del dolor, mediante la secreción de elevadas cantidades de betaendorfinas (hipófisis) y metaencefalinas (hipotálamo) con gran poder anestesiante capaces de bloquear los receptores del dolor; la secreción de cortisol (hormona antiestrés) y de los neurotransmisores dopamina y serotonina hacen que el animal se sienta cómodo durante la lidia y vuelva al encuentro con el caballo y con el torero una y otra vez, sin mostrar síntomas de dolor.

Para finalizar estimado amigo animalista, solo te pido que no te dejes engañar y utilizar por tus compañeros ideológicos, infórmate por favor en fuentes fiables. Saludos.

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