Si la pandemia hubiera sido la auténtica hecatombe del toreo, en la actualidad, los toros ya no existirían; aquello fue una circunstancia maldita que hizo mucho daño pero que, a los de siempre no laceró a nadie. Pero es tan grande el sometimiento de los toreros que, pobrecitos, todos le echan la culpa de sus males a la citada pandemia mientras que, los empresarios se siguen muriendo de risa al comprobar que la torería andante son bobos hasta decir basta. Y digo yo, ¿Por qué esa plaga no afectó a los de arriba? Sobran las palabras.
Explico el caso de David de Miranda como podría hablar de otros muchos que, sus triunfos han sido ninguneados como por arte de magia. Los éxitos conseguidos por este torero en la temporada aludida no fueron producto de la casualidad puesto que, entre otras cosas, salir por la puerta grande de Madrid es todo un acontecimiento, hasta el punto de que un patán como Jesulín, con más de dos mil corridas de toros en su haber, no lo logró jamás.
Qué bien le vino la pandemia a los taurinos puesto que, la misma ha sido el asidero para consolarse todos aquellos que han sido defenestrados por el sistema mientras que, los destructores de tantos toreros válidos, todos han quedado eximidos de cualquier culpa. Recuerdo perfectamente aquella faena de David de Miranda en Madrid ante aquel toro santificado de Juan Pedro y, en honor a la verdad, el torero de Trigueros estuvo sensacional. O sea que, no era un principiante atrevido retando la suerte, todo lo contrario. Se trata de un buen torero que venía después de haber superado un trance durísimo que, por culpa de una cogida, no se quedó en una silla de ruedas porque Dios es bueno.
Ni que decir tiene que, De Miranda, para superar aquel trance amargo en el que estuvo un año batallando, luchó como nadie para poder volver a la normalidad en la que, aquel célebre día de Madrid, el chaval, sentía que recibía el premio que la vida le debía, algo que nos alegramos todos. En aquella fecha parecía que habían desaparecido todos los fantasmas que le rodeaban y, craso error el nuestro y, el suyo, por supuesto. Llegó la pandemia como maldición pero, siempre para los mismos y, David de Miranda fue uno de los damnificados.
El muchacho, en los tres últimos años apenas ha toreado nada pero, su fuerza mental sigue en plena evolución, activa por completo. ¿En qué ferias le vemos anunciado? ¡En ninguna! Pero el chico sigue impertérrito en la búsqueda de soluciones para poder arreglar su vida, algo que todos quisiéramos que encontrara pero, como la cuestión no depende de él porque los triunfos de los humildes no sirven para nada, le queda rezar, en silencio o con gritos desgarrados, pero siempre a la espera de lo que decidan los demás que, como es obvio, todos sabemos cuáles serán las decisiones que los empresarios tomarán al respecto de este chico y de otros “trescientos” más.
--Al pensar que David de Miranda salió por la puerta grande de Madrid y le han dejado en la cuneta, eso descorazona a cualquiera, siendo el propio diestro el gran damnificado.
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