la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 21 de septiembre de 2024

El festival de Méjanes se presento en París y se celebrara el 20 de octubre / por Por Rolland AGNEL

El Matador de toros Marc Serrano ha presentado en Paris el cartel del festval que organiza cada año en Méjanes (Arles).

Rolland AGNEL
El Matador de toros Marc Serrano ha presentado en Paris el cartel del festval que organiza cada año en Méjanes (Arles). Despues de una intervencion en la cadena de televison CNews, el evento continuó en la cerveceria parisina «Le Dôme Montparnasse» con artistas y periodistas de Cnews, Le Figaro o aun Sud Radio y algunos escritores locales reconocidos.

El festival de carácter solidario «Un toro para un sueño de niño», ha sido apradinada este año por el pintor Claude Viallat, autor del cartel que se organizara el 20 de octubre a beneficio de las asociaciones «Les Capitelles» de Nîmes y Camps del Centro Hospitalario de Arles. La decoracion artistica de la plaza será realizada por Stanislas Blohorn y el discurso de apertura de la jornada lo pronunciara Yannis Ezziadi.
  • El año pasado el festival recaudó más de 20.000 mil euros.
El programa de la jornada es el siguiente:

10:30: Bolsín taurino con reses de La Pampa para alumnos de las escuelas taurinas de Béziers, del Centro Frances de Tauromaquias de Nîmes, Escuela Taurina de Pis de Arles, El Yiyo de Madrid y la Asociacion Francesa de los Aficionados Practicos. El publico eligira el alumno califiado para el festival de la tarde.

Después del bolsin, habrá una comida en Méjanes.

15:30: Festival Taurino con novillos de Valverde, Cuillé, Turquay, El Campo et Pagès-Mailhan para Ximena y Cuach Ayala, Marc Serrano, Javier Cortès, Gomez del Pilar y Andy Younes.

viernes, 20 de septiembre de 2024

CIRCULO TAURINO BAEZA: Acto de Homenaje a Muriel Feiner y Ángel Sonseca


El Círculo Taurino de Baeza, tiene el gusto de invitar al de homenaje y reconocimiento a Dña. Muriel Feiner y a D. Ángel Sonsecapor su trayectoria, estrecha vinculación y puesta en valor de la cultura taurina.

Intervienen:

D. Pedro Javier Cabrera Rentero
Alcalde Presidente del Excmo. Ayto. de Baeza

Dña. Muriel Feiner
Fotógrafa y escritora taurina

D. Ángel Sonseca Rojas
Coleccionista taurino

D. Manuel Calvo
Presidente del Círculo Taurino de Baeza

Dña. María Dolores Navarro Ruiz
Concejala del Grupo Municipal del Partido Popular Presidenta del Distrito de Arganzuela de Madrid

D. Juan Lamarca López
Expresidente de Festejos Taurinos de Madrid

Salón Noble del Casino de Baeza
21 de Septiembre de 2024, a las 20 hrs.

Acto de reconocimiento


D. Ángel Sonseca
Director Comercial, Marketing, y Coleccionista Taurino

Natural de Madridejos en Toledo, es probablemente el mayor coleccionista de cartel taurino del mundo, con más de 15.000 piezas, la mayoría murales, y algunas reconocidas como obras de arte que abarcan ejemplares desde Fernando VII, hasta nuestros días.

Además, es autor de varios libros relacionados con la cartelería taurina, su historia y evolución.


Dña. Muriel Feiner
Escritora, fotógrafa y Presidenta del Club Taurino Internacional

Muriel es natural de Nueva York, donde se licenció en Magisterio, Periodismo e Idiomas. Está vinculada al mundo taurino desde 1965, por vocación y pasión, la cual transmite a través de su obra fotográfica y literaria.

Es autora de varios libros de temática taurina, que han sido traducidos a varios idiomas.

Un elenco para cambiar las ferias / por Antolín Castro

Como ejemplo, esta terna vale para ilusionarse e ir a los toros

Son muchos, desde distintas posiciones, quienes dicen que hay que cambiar nombres en las ferias taurinas. Y no les falta razón, hay carteles demasiado repetidos que merecen una renovación. No se trata de quitar a nadie, sino de poner más variación a los carteles de las ferias.

Un elenco para cambiar las ferias

Antolín Castro
Opinión y Toros/20 Septiembre 2024
Son muchos, desde distintas posiciones, quienes dicen que hay que cambiar nombres en las ferias taurinas.

Y no les falta razón, hay carteles demasiado repetidos que merecen una renovación. No se trata de quitar a nadie, sino de poner más variación a los carteles de las ferias.

Un amigo me decía hace unos días el elenco de los toreros que le hacen a él ir a las plazas de toros. En él se ve que hay muchos de los que torean a diario, pero también que entran otros por méritos propios y con los que se le hace más interesante el sacar una entrada.

Toreros, además, de distinto signo y corte, con los que se siente identificado por una razón o por otra. Toreros artistas hay en esa lista y toreros capaces ante distintos encastes, también. Algo, esto último, que hay que proteger para que todo no sea el monoencaste en las ferias.

La verdad es que no me sorprendió el elenco que me nombró, ya que todos ellos también me movilizan a mi para acudir a las plazas. Con ellos se pueden formar carteles sin que estén esos que todos nos sabemos de memoria.

A estas alturas de mi escrito supongo que ya va siendo hora de que dé a conocer esa docena y media de toreros que mueven a mi amigo y potencian su afición, en la seguridad de que muchos lectores se van a sentir identificados… como me ha pasado a mí.

No voy a calificar a ninguno de los diestros, los iré nombrando según los recuerdo, sin ningún orden de antigüedad, como tampoco agrupándoles por su concepto.

Aquí tienen los nombres: Morante de la Puebla, Fernando Robleño, Diego Urdiales, Rafaelillo, Curro Díaz, Javier Cortés, Pablo Aguado, Emilio de Justo, Morenito de Aranda, Paco Ureña, Uceda Leal, Damián Castaño, Juan Ortega, Clemente, Daniel Luque, Borja Jiménez, Jorge Martínez y Román.

Una docena y media de toreros, de distintas edades, trayectorias y posición en el escalafón, que gozan del respeto y admiración de los aficionados y que no nos cansamos de verlos, entre otras cosas, porque ya se encargan las empresas de no ponerlos en la mayoría de los casos.
Cada cual podrá añadir algún otro de su gusto personal, pero yo veo mimbres más que suficientes para confeccionar los carteles de muchas ferias. Ojalá fuera posible este sueño de mi amigo, y mío, y de otros muchos aficionados. ¡¡Ojalá!!

«¿Por qué los toros? ¿Por qué no prohíben la guerra?»: Albert Serra.


El director de cine catalán se arrima a la tauromaquia, «con respeto e inocencia, sin prejuicios ni provocaciones», en ‘Tardes de soledad’, un documental que estrena en el Festival de San Sebastián y con Roca Rey de protagonista: «Nunca había trabajado tan cerca de la muerte, es impresionante»

—¿Qué le seduce de un mundo que genera tanta controversia como el del toro?

—No me interesa lo que piense la gente sobre una cosa. No me afecta. A priori, todo se dio por casualidad. No es tanto una seducción como una combinación de circunstancias. Yo nunca había hecho un documental y un amigo me animaba a hacerlo, pero no tenía tema. El único que tenía a mi alcance, de algo que en cierta manera sólo puedo hacer yo, era este. Tengo un cierto conocimiento de la tauromaquia y un dominio de la tecnología digital; de hecho, me he hecho famoso por ello. Además, desde un punto de vista estético y plástico, puedo aproximarme con cierto respeto y con una cierta iconoclastia, en el sentido de hacer algo creativo y no una descripción que se ha hecho mil veces en las plataformas. Para hacer algo diferente, se unían varios elementos, sin ningún tipo de prejuicio, ni a favor ni en contra.

—¿Había pisado antes una plaza de toros?

—Sí, porque tengo amistad con Salvador Boix y había visto a José Tomás en Barcelona. No era un aficionado en el sentido estricto, pero sí que tenía unas coordenadas para entenderlo. Fue un proceso apasionante, porque la mayoría del equipo –todos, digamos– no había visto una corrida de toros en su vida, empezando por el director de fotografía. Y esto es una perspectiva increíble.
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—¿A quién va dirigida esta obra?

—Es un tema muy interesante al que nos hemos enfrentado a diario: para quién se hace. Hay tres posibles espectadores en la mente, lo que supone una lucha, una confrontación intelectual en relación al montaje y a las imágenes muy sutil e importante, pero que no tiene una respuesta fácil. Se puede hacer una película para el aficionado, es decir, con detalles que solo si sabes algo de tauromaquia puedes entender; se puede hacer un documental para cualquier persona, intentando suavizar elementos. Y podría haber otra aproximación, el punto de vista que conjuga todo para beneficiar la película, que es pensar en el cinéfilo o el mejor espectador cinematográfico posible, aquel al que le interesa el cine y le da igual que sea de tauromaquia o no, entenderlo o no, porque no va a estar tan inquieto por eso. Me refiero a un espectador que ya está acostumbrado a ver películas mías, donde muchas cosas no se entienden, pero eso no le preocupa y va allí a hacer la experiencia de la propuesta, en este caso, una película de aproximación documental.

—Los toreros no miran a los pitones, sino a los ojos del toro. ¿Dónde pone el foco usted?

—En mi sistema de cámaras digitales, ligeramente diferente aquí, se captan cosas que son invisibles al ojo humano y que no las puedes ver desde el tendido. La cámara realmente está para revelar algo que no se puede revelar de ninguna otra manera en un sentido más amplio, más plástico y espiritual. Es una actitud muy sana para el documental. Aquí todo el mundo puede opinar lo que quiera, pero mi trabajo consiste en que sean estas imágenes las que por sí mismo digan algo que ni yo sabía ni hubiera pensado. Eso es lo que me seduce y la tauromaquia lo logra como tema único o bastante excepcional, sobre todo en el mundo contemporáneo. Me da igual si a la gente le gusta o no le gusta. La tauromaquia tiene algo que conecta y que desconecta con el mundo actual. Provoca cierta tensión y puede ser un reflejo de unas cosas o de todo lo contrario.

—¿Las cámaras pueden traspasar la emoción del toreo?

—Sinceramente, es lo más difícil. Porque es algo que tiene que ver con la plaza llena, con el rugido y el furor en los momentos de gran magia y plasticidad. En cómo una colectividad lo recibe. Y eso se percibe en la plaza: por el ambiente entiendes que el torero se ha arrimado o que ahí se han conjugado unos versos, una poesía. Entonces esto no es tan fácil de traducir y menos cuando estás tan cerca, donde el público queda eludido. Tú en la plaza tienes la perspectiva de tus ojos, de tus oídos. La cámara permite otras cosas que en el tendido no se pueden percibir, pero esa sensación de totalidad, que entra por el estómago, es la más difícil de traducir.

—Entiendo que un director de cine puede manipular a los actores o decirles un ‘ponte aquí, ponte allá’, pero un torero no es un actor y, además, se juega la vida.

—Eso no ha sido posible, pero yo no me he alejado de mi metodología tradicional, porque no me gusta hablar con los actores. Toda mi metodología se basa un poco en la incomunicación con ellos. Soy un espectador más.

—¿Pureza sin manipulación?

—Yo voy allí a hacer el proceso de descubrimiento, no tengo ninguna opinión. Sabemos que hay cosas sociológicas de aceptación o no, pero no me interesan. Desde el punto de vista humano puede haber una manipulación, pero es que cualquier cámara filmando de cerca ya lo es. Hay una nueva vanidad añadida, a pesar de que el torero tiene sus dificultades, se está jugando la vida y en la mayoría de esos momentos de tensión tan grande, no va a pensar en una película, pero en otros, quizá, un poquito sí. Hay algo que influencia, una manipulación involuntaria, y esto a mí me gusta porque crea una vanidad en la persona que hace que se convierta en actor y lo hace diferente de quien era antes, con muchas más aristas, más complejo. Cuando te graban, quieres controlar un poquito más tu imagen; hay una lucha interna que me fascina, imposible de controlar del todo. Es una capa añadida que puede contribuir a revelar involuntariamente una verdad de fondo de una manera más clara, inocente y sincera que si tú ya tienes una puesta en escena o una comunicación excesiva, o incluso normal, con los actores.

—Considerado un cineasta de culto, ha elegido un fenómeno de masas: Andrés Roca Rey.

—Me interesa el camino de la búsqueda y sorprenderme a mí mismo en el resultado. De hecho, yo hago las películas para mí; para mí hacer cine es burlarme del mundo, me da igual lo que piense la gente. Si te sorprende a ti mismo lo que has hecho, y está lleno de cosas que ni tú te habías dado cuenta en el montaje, es lo máximo.


—¿Qué le ha impactado más?

—Una buena pregunta. ¡Hay tantos matices! Sería otra distinción: ¿qué es lo que me impresiona como ser humano o como artista? Son dos cosas diferentes.

—Adelante su reflexión, cuéntenos.

—Por ejemplo, durante el montaje, en la toma de decisiones relacionadas con la violencia, una violencia implícita casi necesaria para la tauromaquia. Y para eso hay muerte. En la película no se juega a nada. Si resulta que artísticamente estas imágenes son las que corresponden, serán las que se verán. No soy yo quien lo juzgue y es una lógica interna del montaje que se impone: si coincide con lo que tiene mucha calidad artística, con efecto plástico, lo violento va a estar allí. Yo solo escojo lo que realmente transmite, las imágenes digamos artísticamente fuertes, con la máxima expresividad. Pero aquí estoy volviendo a tu pregunta, que es interesante, y volviendo al inicio de la conversación. 
Para mí, como espectador, hay dos tipos de cosas. Por ejemplo, en el montaje, a veces, venía Salvador (Boix, apoderado de José Tomás), que es un grandísimo aficionado y lo que le interesaba era ver buen toreo, es decir, los momentos en que la expresividad del torero era de mayor belleza. Él habría hecho una película con los grandes momentos de la faena, pero el cine no tiene esta lógica. Hay un juego complementario, incluso predominante, el de la tensión y la lucha, el del peligro con los toros más desagradables y menos aptos. Esto añade un plus de magia en la imagen y, también, en la plaza. Hay una tensión que se palpa, sobre todo, con Roca Rey, que lo intenta con cualquier toro. Hay una frase muy bonita de la cuadrilla: «Venga, a arrancársela». Como arrancarle la oreja. O sea, lo que no ponga el toro, lo va a poner él. Porque Roca asume el máximo riesgo, exprime al máximo esta posibilidad y la única manera de hacerlo con este tipo de toros difíciles ya sabemos cómo es. 
Para mí, en esas imágenes, sobre todo con los toros grandes por el porte del torero, hay también una belleza plástica, más sorda, pero igual de grande o de fuerte que en unos pases maravillosos. Volvemos al principio: ¿para quién va dirigida la película, para el cinéfilo, para el público normal o para el aficionado con un toro con vigor y peligro que le da más mérito a la faena? 

—Entonces, ¿qué escoge?

—Yo le decía en el montaje a Salvador que dos pases están muy bien, pero hay momentos de tensión sostenida, por otros motivos, con magia y misterio. Una faena más buena o menos buena no hace a la película más o menos buena.

—¿Ha pasado miedo?

—Sí, de hecho, en la plaza muchas veces tengo que taparme así (y hace el gesto de cubrirse la mirada). Luego, en la pantalla, soy muy atrevido, pero sí tengo sentido de esto. Se reía Salvador y me decía: «¿Por qué te tapas los ojos?».

—¿Alguna vez ha trabajado tan cerca de la muerte?

—No, nunca. De hecho, es impresionante.

—¿Ha visto rezar?

—Bueno, rezar no sé si es la palabra, más bien encomendarse a alguien. Yo también lo haría.

—¿En qué corrida le ha crecido más la barba, que diría Belmonte, en tardes de jindama?

—Las imágenes confirman que las que dan más tensión son Madrid y Sevilla, sobre todo en Las Ventas, como en esa cogida vestido de catafalco y oro, muy tensionada. Había viento y hubo un momento bastante interesante, con imágenes que dan bastante miedo, con un toro bronco. Tenemos otras, como Santander (la tarde en la que Cayetano se jugó la vida para salvar la de Roca). Lo que saldrá en el montaje ya se verá. Es difícil cuando tienes tanto material: unas veces te enamoras de todo, luego te cansas de todo, luego te vuelves a enamorar.

—Eso le sucede a los propios públicos, tan cambiantes.

—Tienes que mantener la frialdad. Hay puntos álgidos que parecen indiscutibles, pero cosas más sutiles te encajan ahora y luego no. Es una constante reevaluación. Poca gente tiene tanto conocimiento de tauromaquia por lo que han captado estas cámaras. Porque en la plaza prevalece lo que se te queda en el cuerpo. Nosotros cambiamos de opinión constantemente. Fíjate lo sutil que es. Es muy difícil evaluarlo y sólo se consigue revisionando todo. Sin este ejercicio, es una banalidad.

—Por lo que cuenta, hacer una película es una lidia complejísima y requiere de temple.

—Son puntos de vista que se van confundiendo de una manera algo pantanosa. Usted sabe que una corrida no son solo momentos cumbres y estelares: son muchos otros y, de hecho, hemos filmado muchas corridas. Yo ya sabía que había que ir muchas veces para encontrar un momento álgido, de arte torero. Entonces se refleja toda esta tensión, pero desde el punto de vista del torero, no de un espectador que se aburre o no. No es una película al uso ni como ninguna de las mías.

—El toreo es tener un misterio que decir y decirlo. ¿El cine es un misterio que desvelar?

—No desvelarlo. Tú lo has dicho mejor a la primera: decirlo, es decir, enunciar el misterio, a poder ser, dejarlo misterioso, para que dure siempre. Es verdad eso de que hay un misterio que decir. Me esforcé por desvelarlo y no lo conseguí; entonces, es garantía de que el misterio es verdadero. Estamos hablando de Roca Rey, que ya de por sí es un ser bastante misterioso. De hecho yo lo he grabado mucho y poca gente lo ha estudiado tanto en la plaza. Quizá soy el máximo experto en Roca Rey que puede haber porque nadie ha tenido tanto acceso, pero el misterio continúa allí vivo. Hay gente que ves y te haces una idea de cómo es. En este caso, es más difícil.
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—Soprende que haya logrado ponerle a una primera figura el inalámbrico.

—No siempre, desgraciadamente para mí, pero entendiendo las razones. Siempre tiene que ser desde la buena voluntad, de saber que añade una capa de tensión extra. Para mí el torero con el micro inalámbrico es más interesante, va a dar un juego superior y, paradójicamente, va a ser más persona. Es una cosa extraña de explicar y sería una larga discusión, pero es un poco como aquello que dicen del toro y crecerse en el castigo, pues el actor o la persona que se sabe filmada se puede crecer en el castigo. A pesar de la presión de sentirse grabado, puede llegar a transformarlo en algo que no habría aparecido ni emergido jamás.

—¿Era consciente entonces Andrés de que lo grababan?

—Claro que sí. Evidentemente, es prioridad cero para él, pero es otra dimensión, sobre todo con lo que es más inhabitual, el inalámbrico. Cámaras tienen en las retransmisiones, aunque de otro modo. Y a la habitación tampoco van los de las retransmisiones; nosotros, sí.

–¿Por qué ‘Tardes de soledad’?

—Se refleja la soledad, con Roca Rey tan hermético, como un compromiso muy serio, casi como un compromiso formal. Me identifico mucho con él, es como si no le importase lo que le pase; no es que sea un suicida, sino que siempre que va es para dar lo máximo.

—¿Se ha divertido haciéndola?

—Sí, nos divertimos mucho, no solo yo, los cámaras. Lo ven de una manera más objetiva y profunda; les ha transformado. No les interesa el tema del animalismo, ni la política. La garantía de la pureza artística se queda aparte. Han tenido una revelación de un acto que veían en una superficialidad y ahora lo ven en toda su complejidad, cosa que estoy seguro que no pasaría si lo hiciéramos del fútbol o de otro espectáculo.

—En México dijo que el mundo era mejor con corridas que sin ellas.

—Si a mí me preguntas: ¿sí o no? Te digo, vale, 55 contra 45, pero solo porque es un tema que no me interesa. A ver, forma parte de una tradición, pero tampoco digo que haya que sostener artificialmente las tradiciones. Todo tiene su razón de ser cuando sale del corazón y de la gente. Y cuando se acaban, se acaban; y cuando vuelven, vuelven. Si fuera por mí, creo que convoca unas cosas nuestras que son muy importantes y que no pueden desaparecer de la sociedad actual y lo hacen de una manera bastante catártica. Son un espejo de lo humano y de la vida misma. 
Este tipo de experiencias han existido y pienso que es bueno que existan. Claro, la sociedad cambia en direcciones opuestas, pero no es el papel mío cambiar la sociedad. Como con los actores, nunca les digo: ostras, lo has hecho muy bien o muy mal. Yo, como decía Michael Cimino, no soy un predicador, no soy un cura, no soy un profesor. Soy una persona que consigue cosas. Y en este caso circunscrito a la película que yo he hecho, lo más honesta e inocentemente posible.

—¿El toreo es arte?

—Esto sería una discusión. Es arte, un poco de arte, un poco de espectáculo, un poco de antropología, un poco de tradición, un poco de muchas cosas, un poco de danza…

—Vida y muerte.

—Es metáfora, aunque, afortunadamente, pocas veces hay sacrificio humano. Pero, ¿por qué los toros? ¿Y la guerra? ¿Por qué no la prohíben? Más estúpido que la guerra no hay nada, matándose entre seres humanos..

—¿Tenía razón Ortega y Gasset en eso de que el tendido refleja la situación de España?

—No sé, no me interesa la cosa sociológica, no me interesa el público. Voy sin prejuicios y sólo lo he filmado con todo mi arte, nunca mejor dicho, con todo el arte posible.

—Se atrevió con Don Quijote en catalán y ahora se arrima a los toros, una provocación en la arena prohibicionista.

—Yo no hago provocaciones. Cuando las cosas se hacen honestamente, sinceramente, con inocencia y sin prejuicios, no es provocar. Provocación es una forma de cinismo de alguien que quiere hacer una cosa para dar una determinada imagen de sí mismo. Yo soy más conocido en el extranjero y sabes bien que, por la cosa de los animales, esto no les entra tan bien en el norte de Europa. Tendré críticas y pierdo, pues mi prestigio es más internacional. Pero todo está permitido en una creación artística. La película da su visión sobre ese tema sin ninguna servidumbre, desprejuiciada, con respeto sincero y con personalidad propia.

«Quizá soy el máximo experto en Roca Rey. Me identifico mucho con Roca Rey: no es que sea un suicida, es que siempre que va es para dar lo máximo»

—La gran película de toros está por hacer. ¿Tan difícil es?

—Es tanta la verdad que hay delante del toro, tanta la verdad que mostrar, que no se puede ser torero y actor al mismo tiempo.

En una de las llamadas, mientras se sorteaban los toros de Roca en las Corridas Generales de agosto, le pregunto si todo se ha rematado ya y me comenta lo que supone para él estar en la Sección Oficial de San Sebastián (lo que en mayo aún no se sabía). «Es el festival más importante de España y el sitio ideal para la película. Es España y es donde más puede ser entendido el tema de algo muy enraizado y muy español. Siempre sabiendo que la película lo enfoca desde el máximo rigor artístico, con miras al cine de autor», explica. Le hablo de la campaña antitaurina que hay en Bilbao, con pintura a modo de sangre en los carteles del peruano. «Hay algunos que parece que prefieren que se maten personas a animales. Que vayan a los mataderos y todos veganos». ¿Es usted vegano? «No lo soy, pero si obligan a hacerse por ley, cumpliría. Pero que no molesten tanto con los toros. Aquí hay mucha faena y cosas divertidas por defender: mataderos, gallinas…»

—Da la impresión de que para cuajar un documental hay que encajar más piezas que en una Feria de San Isidro.

—Es un trabajo bastante penoso, consume mucho tiempo y está al alcance de poca gente. Porque poca gente tiene la disciplina o la paciencia que un director de cine. La sutileza da la garantía. En todas mis películas hay diversidad de sensaciones. Yo no te voy a explicar qué sensación vas a tener tú. Además, no lo sé y ni yo mismo sé la que tengo. Ahora te va a pasar como a mí, vas a tener que resumir todo este material, y te vas a acordar de esto. Yo me paso bastantes meses para estas cosas, no sé cuándo te vas a pasar tú si lo quieres hacer bien. También tendrás un montador o montadora, claro…

—Qué presión. Y sin montador ni montadora. Que Dios reparta suerte

Un verdadero premio para la Tauromaquia / por Carlos Bueno


"El prevaricador Urtasun, en un ataque de despotismo basado en el sectarismo ideológico, ha suprimido el Premio Nacional de Tauromaquia....
"Parece claro que se trata de un delito, algo preocupante en democracia, como preocupante es que, más allá de críticas, el sector profesional taurino siga de brazos cruzados sin recurrir la orden dictatorial, a pesar de estar amparados por la Carta Magna.."

Un verdadero premio para la Tauromaquia

Carlos Bueno
AvanceTaurino/19 Sptbre. 2024
Ante la retirada del Premio Nacional de Tauromaquia y otros ataques contra el mundo de los toros del Ministro de Cultura, el sector profesional taurino ha decidido no denunciar la situación a pesar del amparo que le confiere la ley. Los últimos rumores apuntan a la creación de un nuevo reconocimiento por parte de la Fundación Toro de Lidia junto a varias comunidades autónomas. Pero el verdadero premio sería organizar más novilladas y que las distinciones llegasen desde fuera del mundo taurómaco.

La ley 18/2013 dice que “la Tauromaquia forma parte del patrimonio histórico y cultural común de todos los españoles”, que “su carácter cultural es indiscutible y merece ser preservado como un tesoro propio de nuestro país”, y en su artículo 3 señala que “los poderes públicos garantizarán la conservación de la Tauromaquia y promoverán su enriquecimiento, de acuerdo con lo previsto en el artículo 46 de la Constitución Española”. Por lo tanto, la Tauromaquia es cultura por mucho que a alguien no le guste. Y si ese alguien es un político, a todas luces resultaría ilegal que intentase no acatar las leyes y la Constitución para desamparar, desatender, deteriorar, empobrecer o desprestigiar el toreo.

El ministro de Cultura Ernest Urtasun no quiere saber que la Tauromaquia es una manifestación desvinculada de ideologías. Cree que posicionarse en contra le dará votos, porque a él la función ecológica de las ganaderías y la vida de los toros se la trae al pairo, de lo contrario apoyaría su celebración y con ello el mantenimiento de medio millón de hectáreas de dehesa y de otras tantas cabezas de ganado que en ellas pastan cada año.

El prevaricador Urtasun, en un ataque de despotismo basado en el sectarismo ideológico, ha suprimido el Premio Nacional de Tauromaquia, y con ello, más allá de los insignificantes 30.000 euros de dotación que conlleva, pretende dejar de conservar, preservar y enriquecer el toreo como marca su obligación tras acceder al cargo. Parece claro que se trata de un delito, algo preocupante en democracia, como preocupante es que, más allá de críticas, el sector profesional taurino siga de brazos cruzados sin recurrir la orden dictatorial, a pesar de estar amparados por la Carta Magna, que señala que “ley penal sancionará los atentados contra este patrimonio” que es la Tauromaquia.

Por ahora, sólo la Federación de peñas taurinas de ‘bous al carrer’ de Valencia parece que pretende defender en los tribunales el Premio Nacional de Tauromaquia. La Fundación Toro de Lidia, que se antoja la institución idónea para denunciar la decisión totalitaria ministerial, no ha tomado ninguna medida y todo indica que así va a continuar. Su voluntad es la de crear un nuevo premio nacional con las comunidades autónomas que se manifestaron a favor, como Madrid, Castilla-La Mancha, Valencia, Andalucía y Extremadura. Esto le daría cierto protagonismo, algo de lo que habría que huir para buscar que el reconocimiento viniera de forma aséptica del Gobierno de España.

La Fundación Toro de Lidia y las comunidades autónomas deberían dejarse de galardones y buscar soluciones para abaratar el coste de celebración de las novilladas. Tasas, Seguridad Social, cánones, seguros… hay unos gastos que podrían reducirse y otros que podrían compartirse para que el toreo continúe vislumbrando un futuro halagüeño. Eso sí que sería un premio para la Tauromaquia.

¿Por qué El Quijote es la mejor España y el espejo del mundo? / por Andrés Amorós

'Detalle de Don Quijote (1868) de Honoré Daumier

Lo han reconocido como maestro los grandes novelistas clásicos. Para Stendhal, «mi encuentro con Don Quijote fue la época más grande de mi vida». Para Galdós, es «el libro que expresa con más perfección las grandezas y debilidades del ser humano»

¿Por qué El Quijote es la mejor España y el espejo del mundo?

Andrés Amorós
El Debate, Sptbre. 2024
Cuando Cristóbal Halffter estaba buscando un tema literario para componer una ópera, no dudé en recomendarle Don Quijote. Es, sin duda alguna, la mejor novela de todos los tiempos: la más viva, la que sigue emocionando y conmoviendo más a los lectores actuales… En eso consiste de verdad ser un clásico: usando la frase de un torero, Rafael el Gallo, «lo que no se puede hacer mejor».

Me hizo caso Cristóbal Halffter: compuso él la música sobre el libreto que yo hice, «inspirado libremente en el mito cervantino» . Me hubiera gustado a mí que la ópera se llamara Nuestro Quijote, porque eso pretendía ser: un Quijote que habla directamente al hombre de hoy. Simbólicamente, quisimos que se estrenara a comienzos del año 2000, como faro y orientación para el nuevo siglo: en eso, no parece que hayamos tenido mucho éxito…

La genialidad creadora

Le comenté yo a Halffter la repercusión que, en el mundo anglosajón, había tenido el título del libro de Ian Kott, un profesor polaco: Shakespeare, nuestro contemporáneo. Exactamente lo mismo debemos decir nosotros: El Quijote, nuestro contemporáneo. Si queremos conocer la literatura contemporánea, debemos comenzar con Cervantes.

Muchos eruditos se siguen afanando por descubrir un nuevo dato de su biografía. Con todos los respetos, no me parece lo esencial. Sigue siendo una gran incógnita la enorme distancia que existe entre su biografía y su obra: 

¿Cómo pudo aquel soldado de Lepanto y recaudador de impuestos escribir El Quijote? 

Pero lo mismo sucede si comparamos las biografías de Shakespeare o de Bach con sus obras: a eso se llama, sencillamente, la genialidad creadora.

Don Quijote y Sancho (1955) de Picasso

No es extraño que se tardara en entender adecuadamente El Quijote. Durante los siglos XVII y XVIII, se leyó como una obra cómica, nada más. Fueron los románticos europeos (alemanes, ingleses y rusos, sobre todo) los que descubrieron su valor trascendental.

Lo han reconocido como maestro los grandes novelistas clásicos. Para Stendhal, «mi encuentro con Don Quijote fue la época más grande de mi vida». Para Galdós, es «el libro que expresa con más perfección las grandezas y debilidades del ser humano». Hace poco, decía Nélida Piñón: «No se puede escribir sin haberlo leído».

Vemos hoy claramente que El Quijote es la primera novela moderna porque se anticipa a muchas técnicas contemporáneas. Por ejemplo, el carácter problemático de la realidad : «Dios sabe si hay o no Dulcinea, o si es fantástica o no es fantástica».

El yelmo de Mambrino

Las técnicas del manuscrito encontrado y el narrador no fiable: Cervantes inventa al narrador; éste, a Alonso Quijano, que inventa a don Quijote, que inventa a Dulcinea

El perspectivismo: «Eso que a ti te parece bacía de barbero, me parece a mí el yelmo de Mambrino, y, a otro, le parecerá otra cosa».

El «realismo de almas, no de cosas: las almas se desnudan hablando» (Dámaso Alonso).

La metaliteratura: «Es el primer ejemplo de novela que realiza la crítica de la creación dentro de la misma novela» (Carlos Fuentes).

El humor como «técnica literaria de la libertad» (Pedro Salinas), porque salva los valores de lo mismo que ve con piadosa ironía: «Yo he dado en Don Quijote pasatiempo / al pecho melancólico y mohino…».

Don Quijote en la playa de Barcelona de Ferrer Dalmau

La bajada a lo subconsciente, siglos antes de Freud: «La cueva de Montesinos».

Los distintos niveles de lectura: «Los niños la manosean, los jóvenes la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran».

En El Quijote está la raíz de todas las novedades de técnica narrativa que nos han sorprendido en Unamuno, en Joyce, en Faulkner, en Virginia Woolf, en Borges, en Cortázar, en Torrente Ballester…

Pero mucho más importante que la técnica es el espíritu. Llamamos todos «quijotismo» a la defensa de los principios morales más elevados. Es fácil enumerar algunos.

Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro hombre si no hace más que otro

El heroísmo: «¡Leoncitos a mí!», clama don Quijote, cuando se enfrenta a un feroz león.

La libertad: «Libre nací y en libertad me fundo», dice la pastora Gelasia. (Un grueso tomo escribió Luis Rosales sobre la libertad en Cervantes).

La dignidad de cualquier ser humano, sólo por el hecho de serlo: «Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro hombre si no hace más que otro».

El cristianismo interior, de raíz erasmista, de don Diego de Miranda, un «santo a la jineta» (laico, diríamos hoy).

La ética – tan española – del esfuerzo, no del éxito: «Bien podrán los encantadores quitarme la ventura pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible».

Sancho y Don Quijote, ilustración de Dalí

Al final, la dignidad para afrontar esa «hora de la verdad» que a todos nos llegará: «En los nidos de antaño, no hay pájaros hogaño».

La gran literatura – y, en general, el gran arte – no sólo nos dan placer y consuelo; también, nos enseñan a entender mejor el mundo y a entendernos a nosotros mismos.

Lo resumía Antonio Machado: «Leyendo a Cervantes, me parece comprenderlo todo». Lo mismo dice Alejo Carpentier: «Todo está ya en Cervantes». Toda la infinita complejidad de la realidad y del ser humano.

Es la novela más universal que se ha escrito. Lo proclamó el ruso Dostoievski: «La última y más sublime palabra del pensamiento humano». En la escena final de la película que proyectaba el norteamericano Orson Welles, una bomba H aniquilaba a la humanidad entera, sólo se salvaban don Quijote y Sancho Panza…

Es la fe de España. Él es España
Dámaso Alonso

A la vez, para orgullo nuestro, es español y así ha sido visto siempre. Para el cubano Alejo Carpentier, «no tuvo España mejor embajador, a lo largo de los siglos que don Quijote».

Define Azorín: «Es nuestro símbolo, nuestro espejo». Lo sintetiza Dámaso Alonso, mi maestro: «Es la fe de España. Él es España».

Es verdad, El Quijote es la mejor España: la de Velázquez y Galdós, Goya y San Juan de la Cruz, Manuel de Falla y Jorge Manrique, Quevedo y Valle-Inclán, Antonio Machado y Tomás Luis de Victoria, Unamuno y Santa Teresa, Zurbarán y Mompou, Jovellanos y García Lorca, Juan Belmonte y Paco de Lucía… La que nos consuela de tantas miserias actuales.

Un detalle más: los españoles han vuelto siempre sus ojos al Quijote; sobre todo, en las etapas de crisis, en los momentos difíciles. Debemos volver a él para conocernos, para encontrar nuestras raíces, para recuperar la esperanza…

Frente al reino actual de la mentira y a la degradación de la vida pública, que amenaza con ahogarnos, Don Quijote nos da la lección permanente: «Aún hay sol en las bardas». Sólo de nosotros dependerá que no prevalezcan las tinieblas.

jueves, 19 de septiembre de 2024

Miguel Aranguren: “El torero es el paradigma del hombre libre”


 “parece que hay que defender la tauromaquia como si tuviera algo de ilegal pero ése es un planteamiento equivocado”, precisando que “los que tienen que justificar por qué la quieren abolir son los que defienden otras teorías”.

Miguel Aranguren: 
“El torero es el paradigma del hombre libre”

El escritor Miguel Aranguren (Madrid, 1970) ha afirmado este miércoles que “el torero es el paradigma del hombre libre que es capaz de escribir su propia historia” y que la tauromaquia tiene ahora mismo “un punto de rebeldía apasionante, de grito de libertad”.


Aranguren, que ha presentado este miércoles en la Fundación Madariaga de Sevilla su obra ‘Toros para antitaurinos’ (Homolegens), un libro dividido en cinco relatos, ha declarado a EFE que “parece que hay que defender la tauromaquia como si tuviera algo de ilegal pero ése es un planteamiento equivocado”, precisando que “los que tienen que justificar por qué la quieren abolir son los que defienden otras teorías”.

En ese sentido ha añadido que “cuando alguien no sabe nada de toros e incluso tiene la sensación de que le repugna el padecimiento del animal, si tiene la oportunidad de contar con alguien que le explique la liturgia y el sentido de las cosas tendrá la seguridad de haber participado en un espectáculo cultural con unas raíces profundísimas y una riqueza asombrosa”.

El novelista madrileño también ha aludido al antiquísimo debate entre “los que no entienden cómo se puede utilizar un animal para un fin cultural y artístico” y los que, como el propio escritor, defienden “que ese animal ha sido preparado para ese fin y es un honor participar en la lidia, reglamentada siempre desde el respeto al toro”.

“Quien ve desde fuera una plaza de toros podría pensar que la llenan una panda de salvajes que está deseando que salga el animal para que le hagan el mayor daño posible sin razón alguna y con el único fin de celebrar una especie de bacanal pero no tiene nada que ver”, ha advertido el autor.

“Los toros salen del campo siendo un número pero se lidian con un nombre que les otorga individualidad y que puede suponer su paso a la historia en reconocimiento a su bravura o a las dificultades que mostró durante la lidia”, ha afirmado.

Ha ubicado la corriente antitaurina en un tiempo “de ideologías oficiales en el que parece que estamos obligados a comulgar y en las que, curiosamente, el individuo siempre sale muy mal parado”.

Ante este panorama, Aranguren ha indicado que “el torero es el paradigma del hombre libre que es capaz de escribir su propia historia” y que “la tauromaquia tiene ahora mismo un punto de rebeldía apasionante, de grito de libertad”.

Ha defendido la vocación de los jóvenes que deciden ser toreros, “chicos del siglo XXI que por una vocación misteriosa que ya no tiene nada que ver con el hambre sienten que ha venido al mundo con esa misión”, y ha precisado que “ésa es una labor de elegidos y además el precio es muy alto”.

Sobre la recepción de su libro, el autor ha aludido a los jóvenes “que contemplan la fiesta como algo lejano pero a la vez con cierto atractivo”.

“Ven a otros jóvenes que van a los toros; cae en sus manos el libro; empiezan a arañar página tras página… y llegan a la conclusión de que eso lo tienen que ver en directo y sacar sus propias conclusiones”, ha explicado.

El libro, ilustrado por el propio autor y con prólogo del diestro riojano Diego Urdiales, ya ha alcanzado su tercera edición, será presentado por otro matador de toros, José Ruiz Muñoz, al que apodera el propio escritor, y el notario Fernando Gomá, presidente del Instituto Belmonte adscrito a la Fundación del Toro de Lidia.