



“el nacimiento de la Fiesta coincide con el nacimiento de la nacionalidad española y con la lengua de Castilla……… asi pues, las corridas de toros…….. son una cosa tan nuestra, tan obligada por la naturaleza y la historia como el habla que hablamos.”. R. Pérez de Ayala
Gómez del Pilar, que cortó una oreja, y David Galván protagonizaron los mejores momentos ante una blanda, noble y sosa corrida de Valdefresno
Aroma de buen toreo
Gómez del Pilar, un valiente de verdad
David Galván y Gómez del Pilar demostraron, una vez más, que les adornan méritos suficientes para ocupar un lugar más destacado en el escalafón. El primero tiene misterio en sus muñecas y le acompaña el buen gusto y sentido artístico; el segundo —que fue obligado a saludar al romper el paseíllo en recuerdo a su digna actuación la tarde isidril del 31 de mayo, ante los toros de José Escolar, uno de los cuales lo hirió de gravedad— derrochó disposición, y sus muchos partidarios consiguieron que paseara una oreja del quinto de la tarde, que fue en el toro que no la mereció.
Galván recibió al sobrero de Montealto con unas vistosas verónicas, preludio de una faena de muleta salpicada de destellos con ambas manos; muletazos templados con la derecha, largos y hondos naturales y un final de adornos exquisitos —dos trincherillas primorosas y otros dos pases del desprecio preñados de gracia—, que no supo rematar con el estoque.
Muy protestado fue el cuarto por su manifiesta invalidez, y entre gritos de “fuera del palco”, dirigidos al presidente que se empeñó en no devolver al toro, Galván no perdió la compostura, pareció aislarse del ambiente hostil y trazó un par de buenos naturales antes de volver a fallar con la espada. Mantuvo, en fin, su buen cartel de torero fino y artista, pero, quizá, no fue capaz de revalorizarlo como la ocasión merecía.
Gómez del Pilar, por su parte, llegó dispuesto a demostrar que lo realizado ante los toros de Escolar no fue casualidad; y si entonces lo hirieron cuando esperaba de rodillas al sexto de la tarde, hoy tomó el capote y enfiló la puerta de chiqueros en sus dos toros. Así, de rodillas en los medios, con sendas largas cambiadas, recibió a los dos de su lote y salió con bien del arriesgado lance.
También de rodillas inició la faena de muleta en el segundo, y lo muleteó muy bien con la mano derecha, de modo que volvió de hinojos para una segunda tanda y aprovechó la nobleza y calidad de su oponente.
Curiosamente, toreó mejor de rodillas que de pie, aunque aún pudo dibujar un ramillete de naturales templados. Cuando tenía la oreja ganada, pinchó y el premio se esfumó.
Sorprendentemente, le concedieron un trofeo del quinto, al que banderilleó con brillantez Ángel Otero, pero el trasteo de Del Pilar no pasó de discreto ante un noble animal que iba y venía con la cara a media altura.
Discreto estuvo Espada ante el inválido y apagado tercero, con el que solo pudo lucir en un cambio de manos y el obligado de pecho. Mejoró sensiblemente ante el sexto, otro toro muy protestado. Acompañado por la actitud festivalera de una parte del escaso público, muleteó con soltura con ambas manos, se adornó con unas ceñidísimas manoletinas, y a punto estuvo de pasear un trofeo si no falla, también, con el acero.
Valdefresno/Galván, Del Pilar, Espada
Toros de José Enrique Fraile de Valdefresno, -el primero, devuelto-, correctos de presentación, desiguales en varas, blandos, nobles y desfondados. Sobrero de Montealto, cumplidor en varas, noble y descastado.
David Galván: pinchazo y media atravesada, aviso (ovación); pinchazo, aviso y estocada (silencio).
Gómez del Pilar: pinchazo atravesado, un descabello, aviso_y dos descabellos (gran ovación); aviso, pinchazo y estocada (oreja).
Francisco José Espada: estocada baja y trasera y cuatro descabellos (silencio); pinchazo, estocada que hace guardia aviso y estocada (ovación).
Plaza de Las Ventas. 3 de julio. Un cuarto de entrada (5.441 espectadores, según la empresa).
Porque había que liberar de presión al omnisciente Fernando Simón, claro. Y ya, afinando los recuerdos, además del inenarrable drama de los miles de muertos, empezaron a verse por las calles de España a muchos ciudadanos guardando turno para coger una bolsa con alimentos y productos de primera necesidad.
Compatriotas como cualquiera de nosotros, personas normales y corrientes, de clase media, que han sufrido un revés brutal como consecuencia de la pandemia. Autónomos que tuvieron que cerrar sus negocios y tirar meses y meses sin ayudas. Trabajadores incluidos en ERTE y ERE que se quedaron sin liquidez para afrontar los gastos básicos. Surgieron así la denominadas «colas del hambre», que lejos de conformar un hecho aislado, dibujan un horizonte alarmante de escasez alimentaria. De hecho, la demanda de los bancos de alimentos se disparó un 50 por ciento entre 2020 y 2021, con más de un millón y medio de personas atendidas desde unas 8.000 entidades colaboradoras. Ya entonces, los expertos auguraban que, si la recuperación económica no era firme y rápida, la cronificación de este tipo de situaciones iba a afectar a infinidad de familias.
En este sentido, la Encuesta de Condiciones de Vida difundida esta semana por el INE ahonda en la cuestión y pone el dedo en una llaga que supura. Con la inflación desatada, el panorama en Castilla y León es preocupante: uno de cada diez hogares no puede poner la calefacción para lograr la temperatura adecuada, una de cada cuatro familias no puede afrontar gastos imprevistos -ya sea una avería del coche o de un electrodoméstico-, uno de cada tres ciudadanos no puede salir unos días de vacaciones... También se han multiplicado por cuatro los domicilios donde no es posible comer carne o pescado uno de cada dos días, que suman ya más del 3 por ciento. Una carencia muy seria, bastante más grave que la pobreza menstrual de la que tanto nos hablan algunas estadistas en ciernes, que nos retrotrae a la miseria de la época del estraperlo. Veganos a la fuerza, sin acceso a la proteína animal, para regocijo del inefable Alberto Garzón.