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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 8 de febrero de 2014

AMPLIACIÓN DEL SANTIAGO BERNABÉU / Por Antolín Castro









El club presenta el proyecto de su nuevo estadio, una obra que costará 400 millones de euros

AMPLIACIÓN DEL SANTIAGO BERNABÉU
  • Miran el futuro los del fútbol con el convencimiento de necesitar dar cabida a más gente en los campos de fútbol, lo hacen convencidos de esa necesidad a corto plazo. El mundo del toro se mira permanentemente el ombligo y nadan mientras ven como se va vaciando la piscina.

Antolín Castro
La pasada semana se anunció la ampliación, mejora y remodelación del estadio del Real Madrid, el Santiago Bernabéu. Ya se que es una noticia deportiva, lejos de los temas que se tratan en este espacio, pero no crean que tan lejos se encuentra.

De hecho son muy pocos kilómetros los que separan este templo futbolístico del templo taurómaco de la plaza de toros de Las Ventas. Coinciden también en tener estación de metro que llevan sus nombres, lo que tiene de significado que ambos edificios son míticos y que así se les ha reconocido por el transporte público, identificando perfectamente a todos los ciudadanos dónde se encuentran y el entorno que los rodea.

A lo largo del siglo XX adquirieron su fama y prestigio, si bien con veinte años de diferencia a favor de la plaza de toros. Ese adelanto marca de forma bastante clara por dónde iban los gustos y aficiones en los albores de ese siglo y la implantación que años después tendría el balompié entre los ciudadanos. Hasta mediados del siglo se puede decir que empataban y compartían aquello de ser catedrales para las aficiones, que en muchos casos eran duplicadas. 

Todavía hoy se da en la plaza eso de salir corriendo al terminar, incluso antes, un festejo para llegar al estadio. No siempre fue así. Recuerdo que la magia del toreo, -puedo dar hasta el nombre- retuvo en la plaza sin desplazarse hasta el Bernabéu a uno que había quedado fascinado por una faena de El Inclusero a un toro de Louro Fernández de Castro. Fue tal el impacto que su pensamiento de irse lo aplazó hasta ver el final del festejo. Eran, seguro, otros tiempos y también otros toreros que de vez en cuando dejaban huella.

Anécdotas al margen, lo cierto es que hablábamos de la ampliación, no tanto de la remodelación, con lo que ello significa. No se puede concebir que desde hace sesenta años el viejo campo, llamado antes Chamartín, permaneciera ofreciendo las mismas localidades. Las ha ampliado varias veces.


Y eso si que tiene que ver con los temas que aquí tratamos a diario. La plaza de Las Ventas, siendo de mayor edad, no se amplía nunca y, lo que es peor, ya no se llena habitualmente. Es así y nadie puede ponerlo en duda. Noventa años después de su construcción, y cuadruplicada la población madrileña, a ningún loco se le ocurriría ampliar su aforo o construir una nueva con más asientos. No digamos nada si nos vamos a la Monumental de México, de la misma época que el Bernabéu, que da lástima verla cada domingo. 

Pues esta decadencia, tan visible, tan notoria, no parece afectar a los que tendrían la responsabilidad de analizar las causas. Miran siempre para otro lado y se hacen oídos sordos a quienes ponen sobre la mesa las posibles causas.

Miran el futuro los del fútbol con el convencimiento de necesitar dar cabida a más gente en los campos de fútbol, lo hacen convencidos de esa necesidad a corto plazo. El mundo del toro se mira permanentemente el ombligo y nadan mientras ven como se va vaciando la piscina. Al nadar rozan con ese ombligo el fondo pero ignoran la razón, solo sienten que el ombligo saca brillo. Será eso lo que les impide reaccionar.

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