la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 12 de febrero de 2014

Cagancho, la despedida del torero gitano de Madrid / Taurología

Fotografía y apuntes de A. Casero y S. Córdoba en "El Ruedo"

En el breve espacio de 15 días, Joaquín Rodríguez "Cagancho" compareció por partida doble por última vez en Las Ventas en 1953. Su toreo con el capote, de manera especial, pero también la faena de muleta a su segundo en la tarde del 31 de mayo, llevaron a incluirle de nuevo en el cartel de la corrida del 14 de junio. Se trataba de la última temporada que el trianero actuó en plazas españolas, afincado como estaba desde hacia unos años en México, su segunda tierra chica y donde murió hace ahora 30 años. Como si se tratara de ser fiel a su leyenda, en ambas tardes dejó ver su cara y su cruz. Pero en las dos tardes, con mayor o menor intensidad, puso en pie a la afición de Madrid con sus lances a la verónica.


La despedida del torero gitano de Madrid
Cagancho, cuando la majestad y el misterio de su capote obligó a repetirle quince días después
Al cumplirse los 30 años de su muerte y 60 de su retirada definitiva de los ruedos, a vuelto a la actualidad la figura de Joaquín Rodríguez “Cagancho”, el gitano trianero que
atesoraba los misterio profundos del arte del toreo. Era de aquellos toreros que en el sentir de los aficionados se repetía la frase de "sólo con verle hacer el paseíllo me conformo”. Sin ser dos tardes cumbre, mucho más que el paseíllo se le admiró en sus dos últimas actuaciones en Madrid, ocurridas el 31 de mayo y el 14 de junio de 1953, un año antes de que dejara la profesión en su México de adopción.

Cuando aquel oportuno rescate que hizo don José Flores “Camará” para que el 12 de octubre de 1950 el gitano alternativara en Valencia a Miguel Báez “Litri” y a Julio Aparicio, la vida torera de “Cagancho” estaba asentada en México. Y de allí vino 1953 para comparecer por última vez en una temporada española. Incluso cortó una oreja en Sevilla, de la que el torero se lamentaba en la puerta de cuadrillas de Las Ventas que “no me sirvió de nada”, según le confesó a Santiago Córdoba, el primer reportero taurino de fuste que se dio en los tiempos modernos.

Cuentan las crónicas que sus lances de recibo al cuarto de la tarde del 31 de mayo fueron algo totalmente excepcional. Pero otro tanto ocurrió en la corrida siguiente, en la que en contra de lo que era su costumbre y su gusto salió circunstancialmente vestido de negro y oro: era el que tenía, si no quería repetir el de la corrida anterior.

La tarde del 31 de mayo

"Cagancho” que habia hecho exhibición de espanto "calé" en su primero, se acordó de su fama y de su nombre en su segundo y volvió a ser Joaquín Rodríguez, y a darnos, entre explicaciones mímicas y desplantes personalísimos e inconfundibles —el recorte flamenco, el engaño elevado a su suprema condición de burla, la mano en la cadera—, el regusto de como se toreaba antes y de verdad, con ligazón y trabazón, con vista, temple y mando y, sobretodo, con sabor, aroma y solera... El sol en el ocaso tiene relumbres y destellos llenos de poesía, de gracia y de melancolía”. Así describía Alfredo Marquerie en las páginas de ”El Ruedo” aquella actuación del 31 de mayo.

Pero aún más rotundo se pronunciaba “Barico” en su crónica en este semanario:“Creo que el gitano de Triana debería torear una tarde sí y otra también para que los jóvenes se dieran cuenta de como es posible torear. No digo —¡cuidado!— que toree para que los jóvenes vean como hay que torear; porque para hacerlo como lo hace el gitano de Triana hace falta un don que no se puede conseguir por mucha que sea la voluntad que se ponga en adquirirlo. Hace falta personalidad y luego --llámenlo como quieran, aunque, la verdad, es que no tiene más que un nombre-- elegancia. La elegancia, la finura y la armonía en los movimientos se pueden ir adquiriendo; lo otro, la personalidad, no. Se nace con ella, pero no se logra nunca cuando no se ha tenido ya en la cuna. Y eso es lo que tiene, lo que derrocha, ese torero gitano, que ya cumplió́ los cincuenta y que tomó la alternativa en 1927. No cortó oreja y lo han contratado de nuevo. Claro”.

Aquella tarde --por cierto, muy ventosa-- toreaba “Cagancho” con Manolo Carmona y Joselito Torres, que confirmaba su alternativa. Por delante actuó don Ángel Peralta. Los toros pertenecían al hierro de Sánchez Fabres, “lustrosos y finos, estuvieron decorosamente presentados”, al decir de “Barico”, “no fueron un modelo de bravura”.

Para el cronista de “El Ruedo”, “la faena que hizo al segundo fué una mala faena. Casi, casi, una "charranada"´. Aquí́ te espanto las moscas, allí́ las dejo en paz... Nada, una mala faena. Lo mató como pudo, y no hizo nada por poder, al quinto meneo. Salió el cuarto, y después de dos lances y una espantad! Lía con salero, se lió a torear por verónicas de las buenas y... e alboroto. Aquello sí que era esencia del arte más puro. Después hizo un quite maravilloso, y por arte de birlibirloque del genio del trianero, la historia del toreo y la de quienes veíamos aquello, retrocedió veinte te anos, poco más o menos; retrocedió a los días del mejor toreo con el capote de todos los tiempos. ¿Orejas? ¿Para qué las quiere quien torea así́? El señor Joaquín Rodríguez tuvo que saludar montera en mano por tres veces. El toro llegó algo tardo en la embestida al ultimo tercio en la embestida al último tercio. “Cagancho” brindó al público brindó a! publico y comenzó́ la faena con dos ayudados por alto de los suyos. Y hubo luego muletazos por bajo, por alto, de pecho, naturales, un molinete, que fué u un monumento... En fin, que toreó a su gusto, que ya es decir. Entró muy despacio a matar y agarró media que no bastó. Acertó a descabellar al quinto intento y dio la vuelta al ruedo”. Y como colofón, en punto y a parte sentenciaba: “¡Ha vuelto Cagancho!”.

Si buscamos el contraste con otro cronista, “Giraldillo” no le fue a la zaga en sus elogios desde las páginas de ABC. Y así, refiriéndose a su actuación con su primer enemigo, escribe: “Los mengues empezaron a soplar en la fragua con tan mala sombra que descompusieron el ritmo de los martinetes que dan son gitano al arte de “Cagancho”. (…) Así no hay martinetes ni quien labre una alcayata, ni quien dé una verónica a gusto, ni ‘ná’, ni ‘ná’”. Para a continuación reconvenirle cariñosamente que en aquellas condiciones no debía haber brindado su faena a la Emperatriz de Persia, entonces la princesa Soraya.

“Pero tenia el cuarto --continuaba su crónica “Giraldillo”-- y vimos la estampa maravillosa de los buenos tiempos de Joaquín Rodríguez. Todo lo que hizo con la capa fue genial, magnífico, lleno de su antigua gloria. Cuando Joaquín se confía --como cuando se confiaba Rafael el Gallo-- no hay quien se le ponga por delante. Es la graciosa majestad del toreo, es la escultura de Montañés que evocó el maestro Corrochano. Hubo un delirio de olés para la serie de lances a la verónica y una ovación cuando realizó el espléndido quite, con acierto torero impecable y con pura gracia gitana. Creo que hasta el viento se paró para recrearse un momento con el arte de Cagancho, que saludaba montera en mano”.

Y más adelante cuenta: “En tablas, dos por alto. Otros más y uno cambiado por bajo con la gracia majestuosa de sus buenos tiempos. Un par de naturales y unas flores de ilusión dibujadas por la muleta, con esa inspiración con que se labran las cancelas de gitanilla en las raguas del Monte Pirulo. Media estocada con travesía y la oreja que se le va de las manos por no acertar con el descabello hasta el sexto golpe. (Ahora no podemos culpar al aire, ¿verdad?) Pero como la faena ha tenido destellos geniales y a Joaquín se le juzga en la cara y la cruz de su personalidad, tenemos una gran ovación con vuelta al ruedo y saludos desde el centro”.



La tarde de la repetición

A la vista del ambiente creado, la empresa volvió a contratar al trianero, para encabezar el cartel de la corrida anunciada para el 14 de junio, en la que lidió reses de Ignacio Sánchez en unión de Pepe Bienvenida y Antonio Caro. Tarde también ventosa, pero más apagada que la precedente en cuanto a resultados, aunque también tuvo sus destellos.

Si nos atenemos a la opinión de “Giraldillo” en el diario de la familia Luca de Tena, “Cagancho dio unos lances majestuosos en el primer toro y, viejos y nuevos, se levantaron de sus asientos para hacerle el homenaje de una ovación”. Luego, el toro muy aplomado, no permitió mayores alegrías, ni el torero puso mayores esfuerzos. Por eso le reprochó el cronista que no hubiera correspondido al brindis que acaba de hacer a Luisa Ortega.

Y otra vez tuvo que ser con el cuarto: “…hubo un momento maravilloso –se lee en la crónica--. Joaquín toreaba a la verónica. ¡Cualquier cosa! Y muy en torero lo puso suerte de pica”. Pero a partir de ahí el gitano “se desconfió. Y sólo pensó en acabar con el toro. Varios pinchazos e intentos de descabello. Pasó el tiempo y sonó un aviso, y después otros pinchazos e intentos de descabello dobló el toro”.

Por su parte “Barico” tampoco estaba para mayores contemplaciones en las páginas de “El Ruedo”. Y así, al relatar la lidia del toro que abría plaza, escribe escuetamente: “Cagancho da unos lances con los pies juntos y oye aplausos”. Y cuando se llega al último tercio, el toro se muestra escaso de fuerzas pero con nobleza en la embestida. “Cagancho muleta con excesivas precauciones. Pincha una vez y deja que los intervengan los peones, que tratan de marear al toro para que se acueste. Un pinchazo sin soltar, un golletazo y dos intentos de descabello”.

“Antes de que salga el cuarto toro --dice “Barico” en otro pasaje de su crónica-- "Cagancho” se coloca en terrenos del cuatro para evitar los inconvenientes del viento. Como en su anterior actuación, fué allí́ donde hizo cosas excelentes, esperamos todos ilusionados. De salida el toro toma bien el capote de "Cagancho" y este luce en cinco lances muy garbosos, bien rematados con media superior. El toro tiene fuerza y derriba en dos de las tres varas que toma. Hay un buen quite de Joaquín Rodríguez. El cual Joaquín Rodríguez comienza su faena con un ayudado por alto saleroso. Sigue con uno de pecho y tres por bajo, aceptables. A continuación, "Cagancho" recurre al rico toreo por la cara y de pitón a pitón, sin exponer ni un alamar. La faena va a menos vertiginosamente. Un pinchazo y media estocada. Otro pinchazo y otra media estocada. Los peones se mofan del articulo 94 mareando al toro, empujándole, dándole pellizcos, insultándole por lo bajo y amenazándole. “Cagancho” intenta dos veces el descabello. Un metisaca, media tendida y suena un aviso. Un pinchazo, dos intentos de descabello, otro pinchazo y otro metisaca. Suena el segundo aviso y el toro se acuesta. El señor Joaquín Rodríguez oye pitos y hay palmas merecidas para el toro”.

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