"... El toro -siempre el toro- será el encargado de sentenciar estas pomposas declaraciones de intenciones que también se alejan de otra constante: la premeditación en el toreo siempre ha estado reñida con su propio hilo, dictado y marcado plaza a plaza, toro a toro, porrazo a porrazo..."
Se alza el telón
Álvaro R. del Moral
Comienza la función.
Sevilla, 06/03/2014.- El pistoletazo de salida más rotundo suena el próximo fin de semana en el valle del Táliga. La lujosa cita de Olivenza -están casi todos los que son y son casi todos los que están- alza el telón de la gran temporada. Sin solución de continuidad, se enhebrará en los ruedos de Valencia y Castellón antes de detenerse en la extraña tregua de un mes forzada por el calendario litúrgico para lanzarse definitivamente en los tardíos y borrascosos farolillos sevillanos. Será una temporada de estreno: el del novedoso marco jurídico y político que ha blindado el toreo de futuros asaltos abolicionistas. Se trata de una situación novedosa; una normalización que no habría sido necesaria en esos tiempos -tan cercanos- en los que la Tauromaquia formaba parte de la cotidianidad del español más allá de su condición de aficionado. Pero la oportunidad de oro nacida de la ILP no protege el planeta de los toros de sus propios fantasmas, esos espectros cainitas que harán comenzar la campaña envuelta en el clima más endiabladamente enrarecido que recuerdan los más viejos. En ese punto, las rutilantes presentaciones y fuegos artificiales que están acompañando la puesta de largo de los planes premeditados de las primeras figuras no pueden ocultar el lamentable panorama y la guerra interna que podría conducir a un peligroso punto de no retorno.
Luces, cámaras, acción…
En cualquier caso, las galas de sábado montadas por El Juli y Morante hay que valorarlas en su justa medida en tanto y en cuanto suponen una normalización de la figura del torero y los valores que representa en la vida y la gente de hoy. En ese mismo saco hay que meter la arriesgada presencia de Manzanares en un programa de ritmo trepidante como El Hormiguero. De alguna manera, se trata de una reconquista natural -con las claves del mundo del siglo XXI- de los espacios comunes que nunca debió perder el toreo. La mano de Globomedia y los nuevos asesores de los hombres de luces se ha hecho patentes pero ¡ojo! el brillante celofán de todas estas fanfarrias no puede envolver algunas verdades y peligros tan antiguos como irrenunciables. El toro -siempre el toro- será el encargado de sentenciar estas pomposas declaraciones de intenciones que también se alejan de otra constante: la premeditación en el toreo siempre ha estado reñida con su propio hilo, dictado y marcado plaza a plaza, toro a toro, porrazo a porrazo. Lo que hoy se vende como acontecimiento podría ser un guiso sin sal dentro de muy pocos meses en función del estado de forma, la ausencia de percances, la suerte y los resultados de los toreros que ahora dibujan su agenda como encuentros interplanetarios; de la misma forma, las hipotéticas sorpresas inesperadas –con otros nombres y otros diestros- revalorizarán citas que no cuentan en las previsiones de los voceros tuiteros que más pronto que tarde preguntarán a sus señoritos: ¿qué hay de lo mío?
Juli, Morante y Manzanares…
Antes de hablar del madrileño hay que echar un ojo a las últimas declaraciones de Manzanares, que evidencian su incomodísimo papel dentro de un traje -el del G-5- que tan poco le va. El gran diestro alicantino ha vuelto poner dos velas -que cada uno les coloque nombre a sus santos y sus diablos- pero insiste en fijar fecha a la reconciliación con la empresa Pagés, a la que -ya lo mencionamos la semana pasada- ha prometido respetar en la salud y en la enfermedad y en lo bueno y en lo malo en esas fechas primaverales a orillas del Guadalquivir que lo convirtieron en la primera figura que es. Sí, primera figura, por mucho que ahora se haya puesto de moda renegar de su condición de gran intérprete para atacar a sus apoderados. Manzanares quiere mantener la sintonía con sus compañeros pero también ansía que la firma de la paz con Eduardo Canorea y Ramón Valencia se produzca cuanto antes. En el G-5 se comienza a andar a distintas velocidades; veremos a ver en qué queda todo. También esperamos conocer cuantas razones le sobran a Morante: el próximo jueves saldrá al escenario del viejo teatro Eslava -la discoteca Joy del taurino Pedro Trapote- para trazar el calendario de eventos que hasta ahora se llamaba temporada. Será la definitiva puesta de largo de la innombrable empresa Bailleres en un nuevo acto que suma mucho más de lo que podría restar -los grandes ciclos taurinos tendrían que aspirar a algo similar- pero mantiene una de las claves de este singular enredo: aquí hay escaso lugar a preguntas, a una rueda de prensa abierta y sin condiciones. Sólo así se podría haber preguntado a El Juli qué razones le llevan a dejar de pisar las plazas de la órbita Matilla o por qué ha puesto todas sus complacencias en Cutiño y Casas. Mientras tanto, y en espera del rotundo toque de clarín que de comienzo a la gran temporada -tan recortada en fechas y escenarios- la definitiva prueba del algodón de Los Cinco será su poder de convocatoria en las taquillas. Ahí se quitarán y darán razones. Pero ojo, si las primeras figuras acaban con el papel en todas partes será una buena noticia para todos. No hay que olvidar que el futuro de la tienda está en el aire. Una última cosa: El Juli sigue poniendo la pelota en el tejado de la Maestranza. No está ahí el juego. ¿Qué pasará el año que viene?
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