"...Una hartura de corrida. En su mayor parte, un tostón de tomo y lomo a cuenta del pésimo juego de un ganado descompasado de hechuras y sobre pesos..."
Acabemos con los torancones,
anden o no anden
Sevilla, 13/04/2016.- Plaza de la Real Maestranza. Martes 12 de abril de 2016. Décima de feria. Tarde soleada aunque progresivamente fresca tras mañana de lluvias con alguna racha de viento y más de tres cuartos de entrada.
Tres toros de Jandilla con hermosura grandullona y museística, dos de Vistahermosa (segundo y cuarto) con idénticas morfologías. Por devolución del inválido que abrió plaza, también de Jandilla, se corrió un sobrerón de Albarreal, sin fuerza alguna. Medio valió el tercero por noble con fijeza aunque muy tardo. Los demás dieron pésimo juego por faltos de fuerza y de raza. El sexto terminó desarrollando peligro.
Morante de la Puebla (verde inglés y oro muy recamado sin alamares): Pinchazo hondo yéndose y estocada de la misma guisa, silencio. Sartenazo yéndose, silencio.
Diego Urdiales (tabaco y oro): Gran estocada, ovación. Estocada habilidosa, silencio.
Alberto López Simón (rosa y oro): Buena estocada, petición insuficiente y vuelta al ruedo sin fuerza. Buena estocada, división de opiniones.
De las cuadrillas destacaron los siguientes peones: Francisco Javier Sánchez Araujo, Lili, Jesús Arruga y Domingo Siro.
Una hartura de corrida. En su mayor parte, un tostón de tomo y lomo a cuenta del pésimo juego de un ganado descompasado de hechuras y sobre pesos. La triste y perjudicial decisión de las autoridades y veterinarios que actúan en la Maestranza, además de la aquiescencia en aceptarlo por todos los demás intervinientes, desde la empresa a los propios matadores que, al fin y al cabo, son los más perjudicados junto al público pagano de tales despropósitos, es la incomprensible razón de estas lamentables situaciones que lindan con la locura porque da la impresión de que todos coadyuvan en pos de conseguir que los públicos se harten y se vayan.
Pero de verdad, ¿Quién o quienes mandan aquí? Parece que nadie se decide a poner remedio de una vez. Ayer escuché decir a muchos aficionados tanto nacionales como extranjeros – en la feria de Sevilla siempre hay gentes de toda España y de todo el mundo -, que habría que reformar el Reglamento vigente respecto a la presentación del ganado y a la suerte de varas: Limitar el peso máximo de los toros a 500 kilos y suprimir la obligación de los dos puyazos como mínimo en las plazas de primera categoría, cambiándolo por castigar a los toros lo que estrictamente necesiten. Porque hay muchísimos toros que con un puyazo bastaría, los menos necesitan dos y muy pocos tres. Esta es la realidad absoluta digan lo que digan y se pongan como se pongan los toristas a ultranza.
El torismo y la grandura progresiva del ganado viene siendo el cáncer de la Fiesta. Lo promovieron hace ya muchos años unos cuantos críticos, la mayoría ya muertos: Alfonso Navalón, Vicente Zabala Portolés, Joaquín Vidal y Manuel Moles con su tantos años compañera Mariví Romero. El único superviviente del grupo es Moles que últimamente no guerrea contra todo lo que se pusiera por delante como en sus juveniles tiempos en TVE, sino que transige por el interés del negocio en el que participa por ser quien comanda taurinamente en el canal de televisión que transmite casi todas las grandes ferias. Pero lo peor de todo es que la gran mayoría de los nuevos críticos mantienen estos mismos rigores porque cada vez que en Sevilla y en todas las plazas importantes de España se lidia una corrida en tipo y con el peso justo, la acusan de vergonzosa e intolerable novillada. Y así, el dislate va a más y a más y a más. ¿O no? No me importa que muchos de los que lean estas palabras de socorro, de auxilio y de protesta me pongan a parir. Llevan poniéndome verde e insultándome toda mi vida. Estoy acostumbrado.
Y dicho esto, vayamos a lo que pasó ayer en la décima corrida de esta feria. Muy poco que merezca la pena comentar sobre los toreros porque a Morante de la Puebla le correspondieron dos reses absolutamente inviables.
De los dos toros que mató, muy bien por cierto, el riojano Diego Urdiales, su primero – segundo de la tarde – únicamente le permitió demostrar aisladamente que su toreo es netamente clásico y fiel a un gran concepto interpretativo. Hacía muchos años que Urdiales vino a Sevilla creo que por primera y única vez. Ayer se notó lo bien que cayó en la Maestranza. Espero que en la próxima, si vuelven a contratarle, tenga ocasión de mostrarse por completo.
Punto y aparte para Alberto López Simón que ayer fue el único que medio se salvó de la quema con el resultado de ser el único que al menos pudo dar una vuelta al ruedo.
En la parte positiva de su doble actuación destacó la total quietud con la que toreó al tercer toro de la tarde que fue el único potable de los lidiados. Fue una pena que este toro llegara tan tardo a la muleta. Razón por la que López Simón apenas pudo coser su labor salvo en las tres tandas por redondos y el de pecho de remate que pudieron ser ligadas. Terminó esta faena con el consabido y tantas veces detestable por su pésimo gusto llamado “arrimón” y con una buena estocada.
Estoy, como muchos más también, hasta la coronilla de los arrimones últimamente en boga por irremediable contagio. La cosa viene de Perera que es quien más se acerca a los arrimones del revolucionario Paco Ojeda, su inventor, solo que el de Sanlúcar los llevaba a cabo incluso en los comienzos de sus faenas y siempre rematando por abajo la muleta, nunca por arriba y sin mancharse la taleguilla de sangre. Ojeda fue y sigue siendo inimitable en la integridad de su personalísimo toreo y de ahí su legítimo paso a la historia. Peros los arrimones de la actualidad están empezando a ser inaguantables.
López Simón no triunfó ayer por lo que a las orejas se refiere pero superó lo realizado en su primera tarde en la Maestranza. Con el sexto toro, que brindó al público, no me gustó por empeñarse en que el peligroso animal le cogiera cuando desarrolló mucho peligro al final de su artísticamente irrelevante trasteo muletero. Estuvo varios minutos al borde mismo de otra cornada más, por cierto alentado con las voces “¡¡toca fuerte, toca, toca, toca!! de ese señor que le persigue por el callejón a quien no conozco personalmente, solo de oídas. De oídas ajenas y de las propias suyas porque no hay manera de dejar de verle y de escuchar como dirige a su torero como si López Simón fuera un paso de Semana Santa y, el subsodicho, el capataz. Increíble. ¿Hasta cuándo va a aguantarle el de Barajas? Allá el torero con este sistema de toreo teledirigido que le resta frescura, autenticidad y completa autoría. Una pena porque en López Simón hay madera cara y, si persiste en dejarse manejar en algo tan propio como el toreo, podría perderse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario