la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 17 de noviembre de 2025

Un hombre con suerte / por Jorge Arturo Díaz Reyes

Rafael García Garrido. Foto: José Aymá, El Mundo

'..Algunos dirán, y lo han dicho, que García Garrido es un inexperto que ha tenido suerte. Bueno, quizá. Pero cuando esta le llegó, lo encontró imaginando, trabajando y atreviéndose..'

Jorge Arturo Díaz-Reyes
CrónicaToro / Cali, 17 Nvbre. 2025
La elección reciente de Rafael García Garrido a la presidencia de la Asociación Nacional (española) de Organizadores de Espectáculos Taurinos ANOET, era de sentido común.

El empresario turístico qué tras un sorprendente debut, mano a mano con Simón Casas en Las Ventas, hace ya nueve años, ha tenido que capitanearla, por mares inciertos; aquel sombrío de la prepandemia, el naufragante de la pandemia, y el propicio de la postpandemia.

Discrepancias aparte sobre su heterodoxo estilo de “comercialización”, el éxito de ventas en la primera plaza del mundo ha llegado a ser abrumador y acallador. Más atracción, más acreditación, y más y más público de refresco, juvenil, presencial, y distante. Más el distante, con las teletransmisiones al mundo de todo el extenso San Isidro. En especial esta última de 2025. Apuesta qué lejos de mermar la taquilla contante y sonante, coincidió con la mayor de las últimas décadas.

La corrida para bien o para mal es, rito-espectáculo. Así es como ha sido y así es como ha de ser, o no ser. Hay que llevarla a la gente y viceversa. Presentándola tal cual, con su cruda pureza, sin tapujos ni eufemismos. Sin travestirla ni convertirla en otra cosa, como proponen algunos “modernizadores”. No. Así no más, con su liturgia fiel a los fundamentos biológicos que han sustentado su sobrevivencia desde la prehistoria. Esa obviedad es la que gritan sus irrefutables resultados.

Ahora, desde ANOET, según el artículo de David Jaramillo en La Razón cinco días atrás, anuncia otro proyecto. Una plataforma televisiva (streaming) para emitir festejos taurinos en directo, que podría transformar el consumo del toreo en España y fuera de ella. "Lo he pensado, lo pienso y lo estoy trabajando," dice, y deja entrever que la Feria de San Isidro 2026 volverá a ser televisada.

Hay ya comprobaciones muchas. Pasos importantes, no siempre firmes, pero siempre, como el de Telemadrid este año, en la progresiva dirección de sacar la fiesta de su enquistamiento y ponerla en la pantalla de los tiempos que corren. Sin tener que desvirtuarla. Necesidad que clama. Propagar la fe, ampliar el ámbito y rescatar grandes sectores de la afición mundial, despojados por la ley o por la fuerza de su libertad de culto.

Actualizar, sí, asumiendo la tecnología de esta nueva era, por demás plagada de banalidades, persecuciones y prohibiciones. Usar sus herramientas y afrontar sus amenazas, retos e influencias destructoras. Primero, esto, mantener la integridad frente a esnobismos, conveniencias e intereses. Avanzar sin quemar los principios en el incensario del becerro de oro.

Luego lidiar, por un lado, el político, con la discriminación, el acoso y la censura; y por otro, el administrativo, su especialidad…, pues qué podemos decir los legos. Seguir aplicando esa lógica de la razón pura que le ha rendido hasta hoy. Esa mesura con la que declaró hace un tiempo, hablando de otra cosa homologable: "Madrid está en ese punto de equilibrio turístico que, como se pase un poco más, muere de éxito".

Conciliar ingresos y egresos. En particular con el proyectado streaming, donde el caro tonelaje logístico debe sortear escollos como los afilados derechos de transmisión, de imagen, y de tributación, que han perforado el casco de intrépidas naves anteriores bajo la línea de flotación.

Algunos dirán, y lo han dicho, que García Garrido es un inexperto que ha tenido suerte. Bueno, quizá. Pero cuando esta le llegó, lo encontró imaginando, trabajando y atreviéndose. Napoleón, que tantas victorias tuvo (hasta Waterloo), dijo dos cosas que vienen al caso. Una, detesto los hombres de experiencia, siempre andan diciendo que algo no se puede hacer. Y otra: la primera cualidad que exijo de un general es la buena suerte.

Ojalá esta la suya, con la que también juega hoy el toreo, le siga acompañando a la cabeza de su nueva tripulación, los empresarios taurinos. Estamento sine qua non.

Morante, torero de una época / por Pepe Campos


 '..Morante ha sido un torero clásico en una época contemporánea, en la que él ha apostado por hacerlo de la mejor manera, ante un cornúpeta de poco fuste —le ha faltado ver que ante el toro correoso y fiero estaba la épica—, certificando que el gusto del público camina por los territorios del esteticismo y no por el de la autenticidad —aunque sea rústica— de una tauromaquia enlazada con el pasado. En una nueva época..'

  Morante, torero de una época

Por Pepe Campos*
En el momento presente escribir sobre la faceta taurina de José Antonio Morante de la Puebla viene a ser como una prueba de alto riesgo porque todo lo que no sea un discurso ditirámbico a su favor puede ser tachado —por su legión de partidarios— de un escrito surgido de la ignorancia e incluso de la mala fe. Mientras que pronunciarse a favor de corriente opinando que Morante de la Puebla es el mejor torero de la historia o una representación de Dios en la tierra, no dejaría de ser una apuesta ganadora para quien la haga, una postura fácil al sumarse a aquellos aficionados que creen estar en la posesión de la verdad en torno a la historia de la tauromaquia y a aquellos otros que controlan los entresijos de la fiesta taurina. 

No obstante, la verdad sobre el significado de la fiesta de los toros no es patrimonio de nadie, más cuando es un universo donde casi siempre han sido los aficionados los que han opinado, según gustos y tendencias. Desde este postulado, se ha dado casi siempre una variedad de pareceres alrededor de toros y toreros donde es muy difícil poner orden, pues el aficionado es un degustador subjetivo, y no un historiador que aplica un método de estudio. De esta manera al crearse una línea de opinión taurina, o cuando se emite un juicio, prima lo personal —el personalismo, algo tan español— y los grados de emoción que produce el hecho de ver torear —con evidente mudanza de ánimo en quienes asisten al espectáculo, incluso cuando luego reflexionan sobre el mismo—. Al unísono de este enfoque se podría entender que Morante de la Puebla se ha convertido en un torero de época —de un periodo determinado de nuestra historia— que se caracteriza por poseer un espíritu que convierte todo suceso en algo histórico eterno, ajeno a toda medición con el pasado.

La trayectoria del toreo

Hay que recordar que la época en la que ha toreado Morante de la Puebla se ha caracterizado por ser aquella donde los toreros que han encabezado el escalafón de matadores, o aquellos a los que se les ha considerado figuras —caso de Morante—, no han querido medirse al toro duro o toro complicado que impediría un lucimiento artístico taurino acorde a una idea de arte que ostenta la tauromaquia actual. En la que debe reproducirse en el ruedo una representación escénica basada en dar pases bonitos a un toro que obedece infinitamente a los dictados de los toreros, sin que el astado plantee ninguna sorpresa en su embestida —sin fiereza— y ninguna contingencia sujeta a un entendimiento del animal por parte del torero. 

Nos encontramos en una etapa de la historia taurina donde el riesgo está siendo eliminado de las plazas de toros porque se está buscando un animal —el toro comercial— que sea dócil, blando, doméstico, sin ápice de agresividad, pero que sirva para la función de toros, a través de su durabilidad para la faena de muleta —no para la lidia—. 

Todo un complejo de disposiciones o ingenios para valerse de un toro que sea toreable, sin que posea peligro, de lo que resulta la creación de un animal que goza de «toreabilidad». Un tipo de animal dependiente de un concepto artístico decorativo, como el que demanda la sociedad actual —y no sólo en los toros, también para otras actividades—, un mundo, una comunidad, que requiere aligeramiento frente a cualquier exceso de contenido, en la que el resultado exitoso esté garantizado y sea en sí mismo fácilmente entendido. Y aquí aparece la cuestión. Pues sabemos que todavía hoy en la fiesta de los toros no todos los astados que se lidian en algunas plazas se dejan torear, ni se prestan a que se produzca esa idea de belleza sui géneris entendible de nuestro tiempo.

En los festejos taurinos de hoy existen dos circuitos totalmente diferentes. Por un lado nos encontramos con las corridas usuales donde se torean toros comerciales por las denominadas «figuras del toreo», nombradas así por el empresariado, por la crítica afín, por los ganaderos que quieren vender sus productos y por aficionados entusiastas. Por otro lado tenemos las corridas —pocas— donde se lidia al toro fiero y con acometividad, con nervio y genio, con edad, peso y pitones, bravo o manso. Un astado que todavía refleja la antigua verdad de la fiesta con su emoción romántica. Un toro bravo potente que genera peligro a partir de su raza y de su casta y que hay saber lidiarlo y torearlo, que no regala embestidas, sino que demanda que el matador sepa entenderlas, encauzarlas y dominarlas. Para conseguirlo —el torero modesto que las torea— debe aplicar las reglas clásicas del toreo, las de parar, templar, mandar y cargar la suerte. Reglas que con el toro mercantil desaparecen en toda su extensión, para quedar sólo, digamos, reducidas al concepto del temple, único valor que guarda el toreo contemporáneo del componente de lo clásico. Normas que se fueron creando a lo largo de numerosas generaciones de existencia de tauromaquia, desde sus orígenes —no debemos olvidar los valores del toreo caballeresco, por ejemplo, con la importancia del honor y todo lo que conlleva— aglutinado en el primer toreo a pie normativo de la tauromaquia de Pepe Hillo (1796). Si la única palabra sobre el toro a lidiar la hubiera tenido el ganadero, la fiesta de los toros habría girado alrededor de la bravura y de la casta. Todos sabemos que el empresario, el mismo torero, el aficionado y el propio crítico también han intervenido con sus intereses y sus gustos a lo largo de tanto tiempo para que exista un tipo de toro.

Si las decisiones sobre el toro ideal a lidiar la hubieran tenido sólo los matadores, desde sus inicios habría derivado hacia el toro sencillo. Un toro no sólo boyante, sino también dúctil, maleable y sumiso —humillador—. La llegada de la toreabilidad habría sido temprana, precipitándose pronto una degeneración estilística en la forma de torear. Pruebas las tenemos desde 1789 cuando Pedro Romero rectificó la preferencia de Joaquín Rodríguez Costillares y de José Delgado Pepe-Hillo por los toros andaluces —dado que eran más toreables y menos peligrosos— y vetando estos toreros los toros castellanos —más complicados—. En tal ocasión, en las corridas por la jura de Carlos IV en la Plaza Mayor de Madrid, Pedro Romero, con gallardía torera, expresó al Corregidor de Madrid —el señor Armona—, no estar de acuerdo con sus colegas, pues «si son toros que pastan en el campo, me obligo» a matarlos, sean de Andalucía o de Castilla. Y así lo hizo. 

Después vendrá el siglo XIX con todo su romanticismo y la primera edad de oro del toreo —Lagartijo y Frascuelo—. La aparición de Guerrita con el inicio del debilitamiento del toro al castigarle en exceso —en la suerte de varas—. El pleito de los Miura, en 1908. La segunda edad de oro —Joselito y Belmonte—, con la primera consolidación de la idea de un «necesario» arte con el capote y la muleta. El peto, en 1928. La hecatombe ganadera originada por nuestra Guerra Civil (1936-1939), a partir de la cual empezaron a darse fenómenos de manipulación en torno a la integridad del toro bravo como el afeitado. Se renovó la afición —desapareció el concepto severo de antaño— en una sociedad que quería olvidar. Se lidió el utrero y se aposentó el toreo de perfil y de muchos pases.

Pronto emergieron intentos correctores como la conferencia de Domingo Ortega (1950) y la denuncia del afeitado de Antonio Bienvenida (1952). La restauración del clasicismo por parte de Antonio Ordóñez y de Rafael Ortega —en la esencialidad de cargar la suerte—. Sobrevino el triunfalismo de los años sesenta. Como contrapeso, en 1972, se recuperó la edad del toro —cuatreño— y se consolidó un sector torista en la afición de Madrid. El taurinismo —el establishment— no perdió la fe en imponer un animal previsible, noble desrazado, colaborador para la tarea artística de los espadas de relumbrón. En la pérdida de poder del toro otro causante fue el Reglamento Corcuera de 1992, al bajar de tres a dos varas en la lidia. Años en los que se genera ese toro predecible alrededor de la ganadería de Juan Pedro Domecq, encaste que se extiende a numerosas ganaderías, y que eclosiona a comienzos del siglo XXI, al lidiarse —en casi todas las ferias— un toro dócil que no plantea problemas al matador y que no suele herir. Es un toro durable en la faena que no puede con el castigo, que parece claudicar pero sigue embistiendo a ralentí para un toreo que no requiere mando, ni conducir al astado por donde no quiere ir —base de la tauromaquia clásica—, sino acompañarle en la embestida a una velocidad que el mismo animal lleva. Un toro que permite menor exposición al diestro, que retrasa la pierna de salida al dar los muletazos —menor riesgo al esconderse la femoral en el pase— base fundamental de la nueva tauromaquia en la faena de muleta. Muchos muletazos, la mayoría similares que simulan un trabajo, una constancia, un arte —una postura curvada de los toreros en los pases—, que admite una cercanía al toro, que traslada un remedo de valor ante un toro agotado y disminuido; y un final que acepta la estocada baja sin realizarse la suerte.

Desde esta realidad, todo lo que sea que una figura del toreo se enfrente al toro duro —base de la tauromaquia anterior a 1939—, se va aparcando y eliminando, y quedan fuera del entramado de una fiesta bonancible los aficionados críticos. Y, también, el toro que no deja pensar al matador, ni colocarse a gusto ante él, que exige mando y no permite cercanías: donde no vale el ensayo de la tienta, ni el de toreo de salón: y sólo sirve la capacidad lidiadora bajo las reglas clásicas. Por ello, queda fuera del armazón triunfalista el toro bravo que aporta emoción, representado en ganaderías como Miura, Victorino Martín, Celestino Cuadri, Partido de Resina, Palha, Dolores Aguirre, José Escolar, Adolfo Martín, etc. Para la lidia de este toro existe un segundo itinerario en la tauromaquia con toreros modestos, con la posibilidad de cornadas, donde hay que cruzarse al pitón contrario —nada de al hilo del pitón que traga el toro obediente—, más, pararse, templar las duras embestidas, mandar en ellas, cargar la suerte y rematar los pases. Y si es posible, repetirlo. En definitiva, una tauromaquia deslucida al no asegurar corte de orejas. Una ruta que pasa por Madrid y, en ocasiones por Bilbao, Pamplona y por localidades menores de España —Cenicientos, San Agustín del Guadalix—. No sólo. También en Francia, en Ceret ,Vic-Fezensac y Orthez.

Morante y Joselito, ilustración digital de José Manuel García Hernández

La figura de Morante

Y aquí hay que enlazar con la figura de Morante de la Puebla, con su aportación a la tauromaquia, con la valoración de su toreo. De partida hay que decir que Morante se hizo poco a poco, a base de muchas novilladas, y compareciendo en siete ocasiones como novillero en Las Ventas, lo que demuestra que no iba llevado con esa suficiencia de ciertas figuras del toreo que de novilleros pasaron de puntillas por Madrid. Su toreo era entonces muy sevillano, con un arte natural, porque esto es innato a su figura torera, con una buena verónica, y su media; y con un pase natural templado artístico; y, con el aditamento del pellizco. 
De matador de toros pronto se situó arriba, no en el puesto que llaman de «mandón», sí en el de figura del toreo —lo que permite torear lo comercial—. Si analizamos las ganaderías que ha matado Morante de la Puebla, pues vemos, eso, toda la gama de ganado procedente de Domecq, principalmente, Núñez del Cuvillo y Juan Pedro Domecq. Con algún que otro gesto, caso de matar Victorino Martín en Sevilla (2009), donde toreó muy bien con el capote —con verónicas a la antigua—, o, estoquear en solitario una corrida de Prieto de la Cal en El Puerto de Santa María (2021), en tarde de brevedades. Poco más en variedades «significativas» al enfrentarse con reses de ganaderías duras.

En este sentido es un torero de su época porque no se ha sentido obligado a torear al toro difícil, ni darle a los aficionados toristas una satisfacción plena. Otros toreros de su tiempo sí lo han hecho, como Manuel Jesús El Cid —y en muchas ocasiones—. Entonces, qué ocurre con la dimensión que ha tomado el toreo de Morante y no el de otros espadas que sí se han anunciado con lo áspero, pues que en su valoración el aficionado ha visto sólo su arte personal, no la capacidad de poder a los toros, sino la de torearlos con belleza —simplemente— aunque en esto haya sido un verdadero artífice. No llegando a lo que fue Curro Romero, ni Rafael de Paula, dos toreros artistas únicos, en su registro, y que, también, les faltó esa capacidad de poder a lo realmente violento. La comparación de Morante debe ir por este camino, por situarlo frente a Curro y a Paula. Y, por qué no, a Curro Vázquez. No delante de la capacidad torera de Antoñete y de César Rincón —limítrofes a su época— pues quedan por encima por su toreo rotundo, sin ambages, y sin la fuerza de acartelarse con ganaderías de su gusto, como sí ha hecho Morante

Morante de la Puebla, en su toreo fue evolucionando a mejor, todo hay que decirlo, y en los últimos años de su dilatada carrera (tomó la alternativa en 1997) ha tirado de la tauromaquia en época difícil por ser la posterior a la pandemia del Covid. Esta es la clave de su elevación a los altares, un compromiso con la tauromaquia, y la demostración de una afición verdadera llevada a sus últimas consecuencias, pues ha tenido que lidiar también con problemas personales. Aquí la figura de Morante se ha agigantado, con una dimensión social muy particular en la visión de la vida y con la adhesión de miles de aficionados que sólo han visto la tauromaquia a través de Morante, negando incluso todo lo que fuera ajeno.

Morante de la Puebla por ser figura del toreo ha tenido la solidez de hacer el paseíllo en numerosas ocasiones. Su tauromaquia ha quedado reflejada —hemos expresado— ante el toro habitual de su época, noble y colaborador. Le ha faltado vérselas con el burel que demanda un conocimiento superlativo. No lo ha necesitado. Es uno de los debes con la plaza de Madrid, a pesar de que Las Ventas ha entendido a Morante y le ha acogido en su etapa final, rotundamente, en 2025
Si entramos en cómo es el toreo de Morante, hay que reconocerle que ha atendido al proceso de la lidia, que no se ha desentendido, pues ha estado presente en quites —en un momento donde escasean— y en la vigilancia de la suerte de varas. Ha llevado a buenos picadores como Aurelio Cruz o Pedro Iturralde, que curiosamente en la corrida de la retirada de Morante picó el último toro de Fernando Robleño, en el adiós del torero madrileño —con una hoja de servicios diametralmente opuesta a la de Morante, en relación a ganaderías toreadas—. 
Con el capote Morante ha sido un gran torero. Ha tenido temple y compás, ha toreado excelentemente a la verónica tomando al toro desde el inicio del lance, pasándoselo con lentitud por delante del cuerpo y despidiéndolo con un remate largo; se habla de su mano alta en la verónica tomada del toreo de Paula, un aprendizaje incorporado a su tauromaquia. La media verónica ha sido la sevillana, con gracia y pellizco. Se ha prodigado en otros lances como la tijerilla —en este su culmen llegó el día que cortó un rabo en La Maestranza de Sevilla, en 2023, a un toro de Domingo Hernández—. A la verónica su excelsitud tuvo lugar ante un toro de Juan Pedro Domecq en Madrid en 2009, cuando llevó al toro desde tablas al centro del anillo con verónicas templadas, largas y ganando terreno al toro, al paso, de una manera interminable. En esos años, el toreo con el capote de Morante se impuso claramente a su toreo con la muleta y al empleo de la espada.

Con la muleta Morante también ha sido un torero clásico con inicios de sus faenas por bajo con la pierna flexionada, o por alto, en ayudados, para llevar a los toros de la barrera a las rayas del tercio. Acto seguido el redondo o el natural, siempre y cuando el toro lo demandara; pues Morante no se ha entretenido con los toros, si no les ha visto posibilidades de lucimiento. En muchas ocasiones ha cortado las faenas, al estilo de Curro Romero y de Rafael de Paula, con la consiguiente bronca en los tendidos. Ha sido más regular y largo que estos dos toreros —y con menos embrujo—. Morante en la muleta ha emprendido el toreo de tandas desde una distancia media con el astado, ni citándole de lejos, ni abusando de las cercanías. Ha llamado al toro con la muleta adelantada, no en exceso, tampoco retrasada. El medio pecho por delante, impidiendo el toreo de perfil de tantas figuras del toreo actuales, la pierna de salida ligeramente adelantada, cargando la suerte sin extremos, sin esconder la pierna, otra diferencia con tantas otras figuras del toreo de su etapa que toreaban hacia atrás. Morante, ha toreado levemente hacia delante, con cadencia y naturalidad. Tandas de muletazos, a veces, largas, algo propio porque —desde mi punto de vista— le ha costado encontrar el verdadero temple a los toros, que solía sobrevenir una vez enlazados varios muletazos. En ocasiones, el enganchón, en otras, la lentitud máxima y a compás, ante toros que humillaban, sin tener que someter al animal, sino llevarle largo hacia atrás. Mejor el natural que el redondo. En el redondo le ha faltado ese empaque que desprendía el toreo de Antoñete, Curro y Paula. Aún así, ha trazado un muletazo con su aquél, largo y abundante en repetición. Aquí, la muleta no tan adelantada. 

En el natural, sí, la muleta adelante, a veces cuadrada como mandan los cánones, tomado el astado en el pase con suavidad, temple, mando y remate hacia atrás de la cadera, repetido con generosidad. Mano baja, trazo largo, remate atrás. No siempre limpio, en fin, como buscando el verdadero temple, el que lleva el mando del toro. Tandas, numerosas. Al final de su carrera más ajustado en el número de pases, consiguiendo una brevedad más certera y clásica, alejada de que sonaran avisos en las faenas. 

Sus finales de faena, por bajo, con ayudados, y por alto, con la enjundia del empleo de las dos manos. Por medio, un buen intérprete de la trinchera y un consumado ejecutor del molinete en una amplia variedad de modalidades. Su faena cumbre el 28 de mayo de 2025 en Las Ventas ante un toro de Garcigrande, donde dejó para la historia una faena de ensueño, perfecta, ligada y rematada.

También ha banderilleado, aunque en contadas ocasiones, de manera correcta. Ha intentado recuperar suertes del toreo clásico de la época de Joselito, como los galleos, recortes, largas y, en especial, el bú, un lance de difícil ejecución. Con la muleta ha procurado lo mismo, ser variado y rescatar suertes, en su mayoría en el toreo a dos manos, y ha restituido el macheteo como preparación de la estocada, quitándole las moscas a los astados que no facilitaban un triunfo. Con la espada fue evolucionando hasta lograr su mejor versión el día de su retirada, en su último toro, donde aplicó la máxima de Pedro Romero de «parar los pies y dejarse coger, ése es el modo de que el toro se consienta y descubra» para poder matarlo a conveniencia. La última estocada de Morante el 12 de octubre en Madrid, a un toro de Garcigrande, viene a ser un colofón taurómaco que define la aspiración de su tauromaquia hacia la perfección. No hay que olvidar que dentro del toreo clásico que ha intentado Morante, sí ha conseguido la quietud, que debemos admitir como una de sus cualidades inherentes. Se ha quedado muy quieto dentro de las tandas de muletazos, como en las últimas corridas toreadas en Madrid. No ha perdido pasos entre muletazos, algo propio de otros toreros figuras de su época, que lo han practicado como norma. 

En definitiva, Morante ha sido un torero clásico en una época contemporánea, en la que él ha apostado por hacerlo de la mejor manera, ante un cornúpeta de poco fuste —le ha faltado ver que ante el toro correoso y fiero estaba la épica—, certificando que el gusto del público camina por los territorios del esteticismo y no por el de la autenticidad —aunque sea rústica— de una tauromaquia enlazada con el pasado. En una nueva época. Le avalan por otra parte, unas ochenta corridas toreadas en Sevilla, unas cincuenta y cinco en Madrid, y unas cuarenta en el Puerto de Santa María. Ha tenido afición y personalidad, lo que no es poco, en tiempos de caracteres bajos en las áreas artísticas.

*Pepe Campos
Bujalance (Córdoba), 1957. Doctor en Historia. Profesor de Historia de España y Cultura popular española en la Universidad Wenzao, Kaohsiung, Taiwán. Autor de El toreo caballeresco en la época de Felipe IV: técnicas y significado socio-cultural (Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Universidad de Sevilla, 2007), y Toreo clásico contemporáneo (Ediciones Catay, Taichung, Taiwán, 2018).

domingo, 16 de noviembre de 2025

Portugal.- Memorable Homenaje a Diamantino Vizeu en su Centenario.

El señorial salón del Casino de Estoril ha acogido un grandioso acto en recuerdo del histórico torero portugués Diamantino Vizeu con motivo de cumplirse su centenario, y organizado por su nieto, el matador de toros Mario Coelho,  que ha convocado a un nutrido y selecto grupo de invitados del mundo taurino, social y cultural de Portugal, España y México, desarrollándose en el transcurso de una espléndida cena amenizada por mariachis de México en honor a su también ascendencia mexicana por vía de su abuela.

La proyección de un excelente e inédito documental sobre Diamantino Vizeu cautivó a los presentes con un relato biográfico demostrativo de la verdadera dimensión del diestro de Lisboa. Auténtica figura del toreo siendo el primer torero portugués en tomar la alternativa, en Barcelona 1947, La obligación de no estoquear las reses en plazas portuguesas a la res le empujó a su aventura y triunfo en los españoles y sudamericanos desde los años 40, pero siguió siendo un icono mediático y cultural en su país. 

Y así se resalta su personalidad polifacética repartida entre la escritura, la escultura, la pintura, el teatro y el cine. que le llevó a su incursión cinematográfica, ya que en 1958 se estrenó Sangue Toureiro, la primera película en color del cine portugués junto a la célebre Amália Rodrigues. 

Bien reflejado queda en el comentado documental el hecho de  competencia, declarada revalidad, de Diamantino Vizeu con el diestro Manolo dos Santos, siendo tal que los aficionados portugueses hicieron dos bandos, según las preferencias hacia uno u otro, convulsionando el panorama taurino del país contribuyendo a la máxima expectación por la tauromaquia en Portugal. 

Su espíritu solidario y benefactor se pone igualmente de manifiesto. Desde su retirada, en 1962, Diamantino Vizeu se volcó en el Fondo de Asistencia de Toreros Portugueses, institución con la que consiguió una importantísima tarea social, educando a los hijos de toreros sin recursos económicos o ayudando a las familias de los toreros impedidos.

La brillante alocución de Mario Coelho, al que acompañaba su distinguida esposa española, resultó tan emotiva como conmovedora en el recuerdo a su abuelo, Diamantino Vizeú, transmitiendo su emoción a los absortos amigos que le acompañaron en esta inolvidable celebración.

Las intervenciones de Úrsula Dozal en representación de la embajada de México, y de Magdalena Guarda, coautora de la obra proyectada, mostraron con exuberante sentimiento de admiración y cariño la figura de Diamantino Vizeu y la persona de su nieto Mario Coelho.

Magdalena Guarda

Juan Lamarca, que compareció en nombre del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida, glosó la figura de Diamantino Vizeu destacando, además de sus valiosas y brillantes facetas ya expuestas, la buena relación que mantuvo con la familia Bienvenida a la que se vinculó en la mutua admiración y respeto acrecentándose por el hecho de haberse doctorado en España y la plaza de toros de Barcelona con Gitanillo de Triana como padrino y ante Antonio Bienvenida como testigo, para que después recibir su confirmación de Alternativa en Las Ventas, de Madrid, de manos de Pepe Bienvenida

Juan Lamarca y Javier Hurtado

Precisamente, señaló Lamarca, fue de reconocimiento general en el ámbito taurino la similitud de personalidad de Diamantino Vizeu con los Bienvenida tanto en el ejercicio de dotes artísticas en los ruedos como en la posesión de excelsas cualidades humanas y de altos valores.

El mundo del toro tuvo su significación con la presencia de los ganaderos Joaquín Murteira, y Ortigao Costa, junto con los matadores López Chaves, Domingo Valderrama, o El Califa de Aragua, y el picador Rafael Arenas entre otros.

Especialmente brillante resultó el discurso del periodista taurino de TVE-Tendido cero, Javier Hurtado, reproducimos íntegramente a continuación.

DIAMANTINO FRANCISCO MARTINS VIZEU
(Precursor de los matadores de toros portugueses)

Por Javier Hurtado
La identidad humana no es una figura fija, sino un reflejo cambiante en función del entorno en que esté situada la persona y la personalidad se muestra distinta en el ámbito familiar, cuando estamos con amigos o conocidos y cuando nos enfrentamos al mundo. En realidad, las tres posibilidades son la misma, pero cada una muestra una parte distinta de la naturaleza humana.

Es de suponer que Diamantino Vizeu en familia se mostraría de una manera completamente natural, porque es con los propios, con los más cercanos, donde se manifiestan las raíces y las costumbres heredadas. En casa no se actúa: se vive. El hogar es donde revelamos el temperamento genuino. (De ello dará fe su nieto Mario Vizeu Coelho.)

El ambiente social o de amistad ofrece otro prisma. Entre iguales, en el caso de Diamantino entre toreros, quizá elegiría qué mostrar, cómo construir su imagen. En el escenario comunitario es donde se ponen a prueba los valores inducidos o aprendidos y la capacidad de convivir con otros fuera de la estructura familiar que da cobijo. (Diamantino Vizeu fue el impulsor y creador del Fondo de Asistencia del Sindicato Nacional de Toreros.)

Y, en un entorno aún más amplio, aquel en el que Diamantino se relacionó con gentes de otras regiones y países, como torero se convirtió en representante de sí mismo e incluso sin pretenderlo, de su lugar de origen. Representante de Portugal en el gremio de los matadores de toros. Alejado por así decirlo de su medio natural, tendría que medir su flexibilidad, su capacidad de adaptación y su curiosidad ante lo ajeno. Lo que antes era costumbre local se convirtió en rasgo cultural; lo que fue normalidad, en signo de identidad.

Así pues, no basta una sola mirada para conocer a alguien. Conocer a fondo a quien tiene la impronta de personaje implica observarlo en estos tres escenarios porque nadie se define por un solo gesto, ni por una sola circunstancia. La comprensión del ser humano exige amplitud de mirada, ya que las personas, como la luz, cambiamos según el ángulo desde el que se nos mire.

Supe de Diamantino Vizeu, de una manera imprecisa y distante en los años 60, a través de la Revista “El Ruedo”, fundada un par de años antes de que Diamantino Vizeu apareciera en la temporada española, allá por el año 1946. Después vi una entrevista suya en el ilustrativo programa “Tauromaquia” dirigido por el maestro y amigo Jesús Joaquín Gordillo.

Y fue “Tauromaquia” un programa de Televisión Española (cuya primera parte se grabó en blanco y negro y la segunda ya en color) que hacía un recorrido por los distintos países de raigambre taurina y Portugal, obviamente, tenía que formar parte del guion. De modo que atento al televisor me enteré de que Diamantino Vizeu era el pionero de los matadores de toros portugueses. Un espada luso que hizo sus primeras y más importantes armas en España porque allí se doctoró y confirmó la alternativa.

Como a otros toreros a Diamantino Vizeu las circunstancias le empujaron a tomar un camino que le adentrara en el país vecino, entre gentes y paisajes ajenos, debido a que aquí, en su tierra, un matador de toros no iba a ser profeta. Y fue en Sevilla, Barcelona y Madrid, principalmente, ante públicos desconocidos donde en muy poco tiempo cobró nombradía y despertó el interés y el respeto que los suyos comprendieron después.

Los dramaturgos del siglo XIX decían que la fama es aquello que reside en otros y es cierto. En el campo del toreo, son los otros, profesionales, aficionados y público en general, quienes reconocen y encumbran a los toreros; por el contrario, a veces también los relegan y olvidan.

Fue en España, en casa del vecino, cuna del toreo a pie, donde un diamante portugués en bruto se pulió y abrillantó. Su nombre, entonces, adquirió dimensión internacional y el tiempo, que todo lo cura y todo lo aclara, acabó haciendo justicia: cuando los ecos del prestigio adquirido por Diamantino fuera de Portugal y no sólo en España, también en América, llegaron aquí, ya se le reconoció como propio y se ensalzó al hijo que un día partió en silencio.

Toreando por ciudades portuguesas, aunque sin oficiar de matador de toros, pisó fuerte tanto en los ruedos como en la calle y tan fuertes fueron sus pisadas que todavía resuenan. Gracias a su talento, a su polivalente personalidad, (además de matador de toros fue, entre otras cosas, escultor, pintor, artista de teatro y de cine y agricultor en Angola) y a su generoso carácter Diamantino se convirtió en símbolo. A través de su significación social ya no fue sólo un hombre que toreaba, sino una referencia, un emblema cultural, espejo en el que se miraron las generaciones siguientes. (Paco Mendes, Armando soares, José Julio, José Falcao – Mario Coelho, Luis Rouxinol, Víctor Mendes – Pedrito de Portugal y muchos más, hasta llegar al novillero actual Tomás Bastos, seguro que se habrán interesado por conocer la biografía del pionero Diamantino Vizeu.)

Su trayectoria taurina y social, le convirtió en una lección viva y el tiempo que nunca se detiene fue elevándolo aún más. De admirado pasó a ser venerado; de ser un nombre en los carteles, se transformó en un mito y como sucede con los toreros de renombre, su recuerdo no se apagó con los años, al contrario, se agigantó y cuando la vida se cierra y el silencio sustituye al clamoreo del triunfo, al brillo del éxito, la memoria popular convierte a personajes como Diamantino Vizeu, en leyendas.

Su figura, por tanto, ya no pertenece a una época, ni siquiera a una afición, sino a la historia misma de la Tauromaquia y de Portugal. Porque la historia de una nación es la de sus grandes hombres. Y cuando en el planeta de los toros se mienta a Diamantino Vizeu, su nombre se pronuncia con respeto y emoción, como se pronuncian los nombres que el tiempo no puede borrar.

El filósofo español Miguel de Unamuno vino a decir que no hay más muertos que los que viven en la memoria de los vivos. De ahí este homenaje a Diamantino Vizeu, al que su nieto Mario Vizeu Coelho nos ha convocado para honrarle en el centenario de su nacimiento. ¡Viva la Tauromaquia!, ¡Viva Portugal! Y ¡Viva España!
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Javier Hurtado, Califa de Aragua, y Javier Vázquez

Mario Coelho


Domingo López Cháves y esposa

Mario Coelho, Juan Lamarca, Domingo Valderrama, y Javier Hurtado. 

Mario Coelho y esposa, y Califa de Aragua

Domingo López Cháves y esposa

Domingo Valderrama, Javier Hurtado, Mario Coelho, Juan Lamarca, y López Cháves

Mario Coelho y Juan Lamarca

¡Vuelve Riobamba! La Capital Taurina del Ecuador recibirá esta nueva edición de la Gran Corrida de las Naciones!


El venezolano Antonio Suárez debutará
 en Ecuador este 6 de diciembre

Para Suárez, el compromiso en la plaza "Javier Erazo Basantes" 
será la apertura de una ruta taurina. Foto: Camilo Cepeda

La Plaza de Toros Javier Erazo Basantes se alista para recibir la Gran Corrida de las Naciones, un festejo internacional que tendrá lugar el sábado 6 de diciembre, en homenaje a la asociación infantil “Luis Escobar”. El cartel reúne a cinco toreros de Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela, en una jornada que marcará el debut en Ecuador del espada venezolano Antonio Suárez.

Suárez actuará como representante de Venezuela, país que no figura con frecuencia en los carteles ecuatorianos, lo que convierte su participación en un hecho singular. Compartirá paseíllo con los ecuatorianos José Del Río y Julio Ricaurte, el peruano Nicolás Vásquez y el colombiano Luis Miguel Ramírez. Se lidiarán ejemplares de la ganadería Toros de El Carmen, conocida por su bravura y presentación.

Para Suárez, el compromiso en la plaza "Javier Erazo Basantes" representa más que una primera actuación en suelo ecuatoriano, la apertura de una ruta taurina que conecta a Venezuela con los circuitos andinos, en un contexto donde la movilidad de los toreros latinoamericanos cobra cada vez más relevancia. Su inclusión en el cartel responde a una trayectoria que ha despertado interés en plazas regionales con resonados triunfos y que ahora busca consolidarse fuera de sus fronteras.

El festejo está anunciado como espectáculo marcado por la diversidad de estilos y procedencias, el debut de Suárez añade una expectativa particular: cómo se desenvolverá el torero venezolano ante el toro ecuatoriano, y qué lectura dejará su faena en una plaza que lo verá por primera vez. La respuesta, por ahora, está en la espera.

Plaza de Toros "Javier Erazo Basantes".
·Riobamba, Provincia de Chimborazo, Ecuador

Sánchez y la Santa Cruz / por Rafael Nieto

Santa Cruz de la Basílica del Valle de los Caídos / LaLoma

'..Caerá la Santa Cruz y caerá luego lo demás. Porque un pueblo que permite que se viole impunemente lo más valioso que tiene, es un pueblo destinado a padecer las mayores injusticias y aberraciones. Por no levantarnos contra lo más grave, terminaremos tragando hasta lo más indigno, hasta lo más bajo y degradante..'

Sánchez y la Santa Cruz

Rafael Nieto
Para el Gobierno de una nación, lleno de poderes, obligaciones y dinero público, una cruz de piedra, por muy alta que sea, debería ser algo intrascendente y banal; los gobiernos tienen muchas cosas importantes de las que ocuparse como para dedicar grandes esfuerzos a un monumento. Y sin embargo, para Sánchez y sus acémilas la Santa Cruz del Valle de los Caídos se ha convertido en algo más que una ocupación constante; diríamos que es una obsesión. Diríamos que Sánchez necesita que ese lugar deje de existir para que él pueda seguir adelante con su proyecto político. ¿Por qué

Los ateos son en realidad creyentes. Creen en la inexistencia de Dios, o por decirlo mejor, odian la existencia de Dios. La Cruz más grande de la Cristiandad, que está en Cuelgamuros, recuerda a todos los hombres del mundo que Dios existe y que su poder es inmenso, infinito; que Dios no depende de los hombres, ni se somete a ellos. Esa Cruz no negocia, ni recibe órdenes, ni se somete a consensos vergonzantes. Es una Cruz soberana, como Aquel que le dio sentido. Esos ciento cincuenta metros de piedra enamorada de Cristo son un serio problema para todos los soberbios, porque les recuerda que su poder es humano, y por tanto, limitado.

Para un narciso como Sánchez, enamorado de su sombra desde antes de nacer, la Santa Cruz del Valle de los Caídos es como el crucifijo delante de los ojos de Satán: no la soporta. Como nos contó recientemente el bueno de Pablo Linares, presidente de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos, fue Rodríguez Zapatero, padre putativo del actual PSOE sanchista, quién se refirió al majestuoso monumento como «esa puta cruz» durante un viaje cerca de Cuelgamuros. No falla. Todo servidor de Lucifer, sea cual sea su adscripción ideológica, sufre sudores de azufre cuando tiene delante el símbolo de la Redención universal; la señal de que Dios existe y de que hay vida eterna.

Por eso, el proyecto masónico para convertir ese lugar sagrado en un mercadillo, cambiando las imágenes religiosas y las obras de arte por cachivaches varios y chatarra barata, no es ni un capricho, ni una ocurrencia, sino el principal proyecto de su legislatura. Sánchez necesita reivindicar el pasado golpista y revolucionario de su partido, y ser visto como el Largo Caballero de nuestra época, porque de no hacerlo, sería recordado como un bulto sospechoso; el yerno de un presunto proxeneta, sin decencia, ni dignidad, ni valentía. Sánchez necesita que las paredes de Cuelgamuros muestren las mentiras izquierdistas del siglo XX que le permiten a él mandar en el XXI.

No fue suficiente profanar los restos del hombre al que su partido no pudo derrotar nunca; ni los de quien, asesinado por la barbarie roja, pidió que fuese suya la última sangre española que se vertiese en discordias civiles. Franco y José Antonio constituyeron el primer capítulo de un verdadero proyecto de gobierno basado en acabar con la Santa Cruz como símbolo universal de la verdad y del perdón. Tras ellos, vendría lo demás: había que meter como fuese a Lucifer allí donde han habitado la paz y la reconciliación durante décadas. Había que introducir al Mal donde el Bien había reinado desde la cima de la Santa Cruz.

La inacción de los católicos, contagiados en nuestra sangre de horchata original por la desidia y el aborregamiento generales, ha hecho lo demás. No eran cartas al Vaticano lo que demandaba la situación, siendo éstas sin duda una iniciativa plausible. No eran lamentos de plañidera, ni aspavientos teatrales. Era una acción firme en defensa de lo que más nos importa, de lo que da sentido a nuestras vidas y simboliza la salvación del mundo. Era una respuesta acorde a la magnitud del ataque sufrido. Pero esta banda criminal asentada en La Moncloa sabe muy bien que el pueblo pastorea; y ni sus más declarados enemigos se atreven a pasar del cántico futbolero sobre la madre del tirano.

Caerá la Santa Cruz y caerá luego lo demás. Porque un pueblo que permite que se viole impunemente lo más valioso que tiene, es un pueblo destinado a padecer las mayores injusticias y aberraciones. Por no levantarnos contra lo más grave, terminaremos tragando hasta lo más indigno, hasta lo más bajo y degradante. Si nadie lo remedia, y espero equivocarme, tendremos el justo castigo a la cobardía compartida de cruzarnos de brazos mientras nos robaban lo más preciado que hemos tenido desde siempre.

​​Anuncio Histórico en el Ateneo del Táchira Germán D' Jesús Cerrada


Con este elenco estelar, Juan José Guerrero y la empresa "Fiesta Brava" prometen un ciclo taurino 2026 memorable, consolidando, una vez más, el prestigio de la Feria Gigante de América.

​Anuncio Histórico en el Ateneo del Táchira

Germán D' Jesús Cerrada
Notiferias / Venezuela, 15 Novbre. 2025
​La capital taurina de Venezuela se prepara para un evento fundamental. El próximo viernes 21 de noviembre de 2025, a las 7:00 PM, el icónico Ateneo del Táchira será el escenario de la presentación oficial de los carteles que conformarán el ciclo taurino de la Feria Internacional de San Sebastián (FISS) 2026, la tradicionalmente conocida como la "Feria Gigante de América".

​El abogado y empresario taurino Juan José Guerrero, en nombre de la empresa "Fiesta Brava", será el encargado de presidir esta solemne gala taurina.

En el evento se desvelarán las combinaciones completas de toreros y ganaderías que actuarán en el ruedo de la Plaza de Toros "Hugo Domingo Molina".

​La magnitud del anuncio se verá reflejada en la distinguida lista de asistentes, que incluirá autoridades regionales y locales, personalidades taurinas, militares, representantes de los medios de comunicación y numerosos aficionados, en un acto que promete ser la ratificación de la profunda vitalidad y arraigo de la tauromaquia en el estado.

​Fiesta Brava ha confeccionado una nómina de espadas españoles que garantizan tres tardes de arte, valor y máxima expectación:

​David Fandila "El Fandi": Un espectáculo en los tres tercios, sobresaliendo por su entrega y maestría en el tercio de banderillas.

​Emilio de Justo: Figura consolidada y muy solicitada mundialmente, reconocido por su pureza, poder y técnica depurada.

​Manuel Escribano: Un especialista que domina con maestría el tercio de banderillas y posee un valor innegable.

​David de Miranda: Debutante en la FISS, llega con triunfos importantes cosechados tanto en Europa como en América.

​Marco Pérez: El joven prodigio y gran promesa de la tauromaquia, cuya inclusión es una apuesta firme por el futuro.

​Como gran novedad y muestra de apoyo al relevo generacional, se anuncia la participación de la novillera española Olga Casado, quien buscará la consagración internacional.

El Sello Nacional: Pundonor y Talento

​La esencia venezolana, esencial para la identidad de la feria, estará representada por dos matadores de gran valía que gozan del cariño y respeto de la afición:

​Jesús Enrique Colombo: El ídolo local, matador tachirense y figura consolidada en las plazas americanas y europeas, siempre comprometido con su tierra.

​Antonio Suárez: El "médico torero", un diestro que ha demostrado su pundonor inquebrantable en las Ferias de San Sebastián y El Sol.

La Fuerza de la Ganadería Venezolana

​Para estos carteles de solera, la empresa ha reservado astados de reconocidas ganaderías nacionales, asegurando seriedad y bravura para el ruedo de la Monumental:

​San Antonio
​Los Aránguez
​Rancho Grande

​Con este elenco estelar, Juan José Guerrero y la empresa "Fiesta Brava" prometen un ciclo taurino 2026 memorable, consolidando, una vez más, el prestigio de la Feria Gigante de América.