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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 17 de julio de 2024

La selección y los vascos / por HUGHES


 "..Athletic y Real, con su inclinación a la cantera, inflexible en el caso de los primeros, se convierten en base de España, corazón de España, cantera de España y la selección, a su vez, se convierte en la mejor forma que tienen esos futbolistas de alcanzar repercusión y gloria internacional.."

La selección y los vascos

HUGHES
La Gaceta/16 de Julio de 2024
Poca gente ignorará a estas alturas que la madre de Nico Williams atravesó el Sáhara para hacernos mejores; nadie habrá que no sepa que Lamine es de barrio, tiene eso que llama la izquierda «orgullo de barrio» y que ha provocado el consiguiente «orgullo de selección» siendo posible también el «orgullo de país» que antes solo procuraba la Sanidad Pública.

Cada cual con esta selección puede arrimar el ascua a su sardina. No fueron pocos, por ejemplo, los que comenzaron a gritar o escribir VERDE, VERDE cuando el Rey apareció para dar la Copa. Incluso concedió una entrevista en el descanso donde valoró el juego de España. La Infanta Sofía, que le acompañaba, destacó «la posesión». Una monarquía que valora la tenencia de la pelota es una monarquía correcta y actual.

Otra forma posible de ver la selección sería destacar, sobre las figuras de Williams y Yamal, que la Real Sociedad fue el equipo que más jugadores aportaba («aporta o aparta») y que fueron fundamentales los goles de Merino y Oyarzabal, los Mikel; también la importancia del Athletic de Bilbao con tres futbolistas.

Esto tuvo que tener alguna importancia en la forma en que se vivió el triunfo de la selección en el País Vasco. Hubo reuniones y celebraciones en varias ciudades para desesperación mal disimulada de los separatistas, que seguro destinarán mucha energía en los próximos años a contrarrestar el pernicioso o efecto de la selección nacional, hoy Roja. España, hidra, renace de repente en forma de equipo de fútbol.

Con esta selección, que Irene Montero considera «antirracista», reverso de masculinidad deconstruida de la selección femenina-feminista, se acaba cumpliendo aquello que decía Luis María Anson: «Soy del Athletic de Bilbao porque juegan once españoles». Barça y Real Madrid tienen muchos extranjeros y son los equipos vascos, con su política deportiva de autóctonos, los que suministran y suministrarán futbolistas al equipo nacional (el equipo «de todos», como Broncano, según la publicidad agotadora del locutor burriciego Rivero). Esto nos hace mirar esos equipos de otro modo, con otros ojos. Ojos ansonitas. Durante el próximo campeonato de Liga, al ver un partido de la Real Sociedad, estaremos viendo a los muy nuestros, al gran vivero de España, a los encargados de sostenerla en el próximo mundial. ¿No llenará esto de interés y de afecto nuestra mirada hacia esos equipos? Ansonianamente, Athletic y Real, con su inclinación a la cantera, inflexible en el caso de los primeros, se convierten en base de España, corazón de España, cantera de España y la selección, a su vez, se convierte en la mejor forma que tienen esos futbolistas de alcanzar repercusión y gloria internacional.

Esto es consecuencia de la globalización del fútbol, a la que el Madrid y el Barcelona, pero también Atlético y el resto de grandes equipos españoles, se suman de un modo competitivo. Sin extranjeros no podría ser el Madrid lo que es hoy, por ejemplo.

A eso, que podríamos llamar globalización, responden los equipos vascos con una política deportiva identitaria, valga la expresión, y la combinación da como resultado que España dependa de manera fundamental de ellos, y que esa relación sea mutuamente beneficiosa. Adquiere todo sentido lo de Anson, más sentido que nunca.

Esta combinación de, digamos, globalismo/apertura e identitarismo/nacionalismo, que en el deporte va a tener un resultado indeseado y paradójico para los abertzales (estrechar los vínculos de sus futbolistas con España), aparece también, de modo similar, en lo sociológico: la baja natalidad crónica del nacionalismo y su fomento de una inmigración no hispana socava la propia fuerza demográfica separatista y transforma y extraña aun más su sociedad. La particular combinación de globalización e identidad, pensada contra España, acaba teniendo un efecto contrario, indeseado. Les sale el tiro, con perdón, por la culata.

La fórmula globalismo+identidad en esos lugares acaba, en segunda derivada, reforzando lo español, y algo así sucede con el fútbol. Cuando todos se abren al mundo, el querer-seguir-siendo del Athletic y Real acaba paradójicamente estrechando su vínculo con España, como en los tiempos de Iribar o, después, del gran Arconada, ídolo de tantos.

La selección de De la Fuente, la de Lamine y Nico, es también la que restablece y refuerza, de repente y sin boutade, el españolísimo amor por los jugadores vascos, su vital papel, su necesidad y con ello, la importancia ansonita del Athletic y Real.

Extranjerizado el Madrid, la selección recurrirá cada vez más al jugador vasco, conectado así de manera directa con uno de los ámbitos o instituciones de nacionalización lúdica y popular más importantes.

La selección, que tampoco es ya el equipo traumatizado y perdedor de antaño, adquiere para lo vasco un calado nuevo y se convierte en fuerte instrumento de «españolización». Surgirán por ello fuerzas e iniciativas contrarias, una hostilidad especial, focalizada. A Merino y Oyarzabal, sin ir más lejos, ya les han amenazado con pintadas. Cuando el segundo marcó el gol de la victoria contra Inglaterra, hizo el gesto instintivo de llevarse la mano al escudo de la camiseta, pero lo abortó. En el instante extático del triunfo y la alegría, se reprimió.

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