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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 31 de octubre de 2019

Victorino Martín: El animalismo es un ataque directo y frontal a la España rural



La Fundación Toro de Lidia ha dado a conocer en el acto “Sostenibilidad, mundo rural y animalismo” la financiación de la industria animalista. Una industria que pretende arrasar con nuestra civilización imponiendo una nueva moral pública incompatible con nuestra cultura


“Todo partido político que considere abrazar el ideario animalista, algo absolutamente legítimo, que no tenga la desfachatez de hablar de la España vaciada. Porque el animalismo es un ataque directo y frontal a la España rural. Cada propuesta animalista, cada guiño en campaña al animalismo es una bala al corazón de la España vaciada”
Victorino Martín, 
Presidente de la Fundación Toro de Lidia

La Fundación Toro de Lidia, ante una gran representación de otros sectores del mundo rural, la industria alimentaria y diversos dirigentes políticos, ha celebrado hoy un acto para alertar sobre la imposición de la ideología animalista en nuestro país y sus consecuencias.

El animalismo, ha comenzado explicando el portavoz de la FTL, Chapu Apaolaza,es un movimiento que se opone al uso de animales por parte del ser humano, ya sea para la investigación, para nuestro alimento, entretenimiento o para nuestra vestimenta”.

Por ello, la FTL ha querido analizar, exponer y explicar con este acto celebrado en el Auditorio Beatriz y bajo el título “Sostenibilidad, mundo rural y animalismo”, cómo una industria, la animalista, pretende arrasar con nuestra civilización imponiendo una nueva moral pública incompatible con nuestra cultura.

La destrucción de la tauromaquia tiene un importante valor simbólico para el animalismo, por ello, la FTL ha tenido que estudiar qué hay detrás de este fenómeno.

En este sentido, Chapu Apaolaza ha desgranado algunas de las entidades dedicadas a establecer este nuevo marco de pensamiento destructor de nuestra civilización.

Gracias a esta exposición hemos podido ver cómo cientos de millones de dólares van destinados a acosar granjas y mataderos en acciones clandestinas, a promover la cultura vegana o, por ejemplo, a promover leyes animalistas en Europa, como es el caso del Eurogrupo ‘European Group for Animals’ .

Otra de las entidades que se han expuesto ha sido ‘Farm Sanctuary’ que destina 32 millones a acciones educativas y legales; o la conocida PETA, que destina 56 millones de dólares, y a sus 288 trabajadores, a campañas por todo el mundo, entre otras.


Tras la exposición de esta maquinaria de imposición cultural ha intervenido Nel Cañedo, pastor en los Picos de Europa, afirmando ante los presentes: “El animalismo, que ya está aquí, va a ser el tiro de gracia a nuestros pueblos”.

En este sentido, el pastor ha preguntado en su exposición:Cuando los animalistas nos quiten las cabras, ¿qué haremos? ¿nos vamos todos a vivir a Madrid? porque en nuestros pueblos no hay otra cosa que nos mantenga ahí anclados. Si no es por las cabras, para hacer cualquier otra cosa, lo vamos a tener más cómodo en la ciudad. ¿Y qué va a ser de nuestros pueblos? Ya os lo digo, decorados de fin de semana en lugares muertos. Y lo que digo sirve para los Picos de Europa y toda la España rural. La ganadería es la que fija la población rural”.

Nel, que ha venido desde los Picos de Europa para el acto de la FTL, ha querido resaltar en su intervención “y todavía tenemos que ver a partidos políticos que se les llena la boca con lo de ayudar a los desfavorecidos, apoyar en sus programas lo que dicen los animalistas. Medidas que nos matan. Y con la muerte de nuestros pueblos desaparecerá todo un mundo, toda una cultura”.

Victorino Martín, presidente de la Fundación Toro de Lidia y encargado de concluir el acto, ha afirmado que “el animalismo es un cataclismo económico, ecológico y cultural. Pero es, sobre todo, el fin de lo que somos como pueblo, como cultura. Y los primeros en pagarlo están siendo los ganaderos de pequeñas explotaciones extensivas, las menos rentables, pero tras ellos irá todo un tejido social, el de los pueblos de la España rural, que poco a poco está desapareciendo por falta de actividad y relevo generacional. Pues es la actividad ganadera, no la agrícola, la que fija la población en esa España que se nos vacía”.

En este sentido, el presidente de la FTL, ha instado a los presentes a trabajar “codo con codo frente a un mismo enemigo que quiere acabar con lo que somos” y, con un último mensaje, se ha dirigido a los dirigentes políticos allí presentes:

“Todo partido político que considere abrazar el ideario animalista, algo absolutamente legítimo, que no tenga la desfachatez de hablar de la España vaciada. Porque el animalismo es un ataque directo y frontal a la España rural. Cada propuesta animalista, cada guiño en campaña al animalismo es una bala al corazón de la España vaciada”.

Al resto de partidos, ha resaltado Victorino Martín, “os invito a plantar cara al animalismo. Pero, os invito, sobre todo, a celebrar lo que somos, nuestra riqueza, nuestra cultura, nuestros pueblos. Preservar y transmitir el legado de nuestros pueblos será la causa más noble que podamos luchar”.

El acto, que ha sido celebrado en el centro de la capital, en el Auditorio Beatriz, ha sido retransmitido también en streaming.


Sin complejos sobre Franco y su legado / por Miguel Ángel Belloso


Exhumación de Franco del Valle de los Caídos

Hemos vivido una operación de pirotecnia política y de demagogia insoportable, cargada de unos descarados y vergonzosos propósitos electorales, amen de unos objetivos más corrosivos

Sin complejos sobre Franco y su legado

Miguel Ángel Belloso
Vox populi.com
Cuando murió Franco yo tenía 12 años. Naturalmente, lo sentí mucho. Como la gran mayoría del país. La última década y media de la dictadura fue de una gran estabilidad y prosperidad económica. Aquel confort indiscutible y el empleo boyante dieron lugar a una adhesión progresiva y generalizada al Régimen tras las penurias tremendas de la posguerra. Pero nadie sabía, después de la muerte del dictador en su cama, para escarnio de los opositores de salón, cómo se desarrollarían los acontecimientos. La incertidumbre era completa y total.

Recuerdo estar oyendo el parte en casa almorzando con mis padres cuando dieron la noticia de que Adolfo Suárez, un perfecto desconocido para la gente corriente, se haría cargo de la presidencia del Gobierno. Contra las conjeturas, resultó ser un acierto colosal. No ha habido un proceso histórico tan magno y brillante como el de la Transición hasta que llegó el socialista Zapatero al poder, emergieron los leninistas de Podemos en el Parlamento y se ha acabado de rematar la faena con el señor Sánchez en La Moncloa por medio de una maniobra artera. 

La Guerra Civil fue desgraciadamente inevitable porque la izquierda, que alcanzó el Gobierno de manera más que discutible, se mostró incapaz de mantener el orden público, de garantizar la propiedad privada y de proteger la libertad de credo. Y mucho menos de respetar al adversario. Practicó una violencia institucional cruenta que devino en intolerable para más de la mitad de la nación, a la que abocaba al comunismo letal. Estos hechos han sido tan reiteradamente probados que da asco tener que repetirlos. Lo que vino después fue el horror consustancial a todas las guerras, y las civiles son particularmente dramáticas. 

En 1957, el dictador decidió guardar sus viejos prejuicios en el cajón y, aconsejado por algunos ministros y funcionarios tecnócratas, llamó a las puertas del FMI

Llegó un momento, en 1957, en que la autarquía decretada por Franco agonizaba. La caja fuerte de las reservas monetarias estaba vacía y peligraba hasta el suministro de gasolina. Fue en ese momento tan perentorio cuando el dictador decidió guardar sus viejos prejuicios en el cajón y, aconsejado por algunos ministros y funcionarios tecnócratas (los más destacados, del Opus Dei), llamar a las puertas del FMI. La economía necesitaba un ajuste de caballo que requería una urgente asistencia internacional. Con el Plan de Estabilización de 1959 el país abrazó por primera vez la economía de mercado.

En 1994, que fue la primera y única vez que el FMI ha celebrado su Asamblea Anual en España, bajo el mandato de los socialistas, y con Carlos Solchaga como ministro de Economía, publiqué en el diario Expansión una entrevista con Manuel Varela, gran muñidor de aquel momento crucial, que fue durante 12 largos años gobernador suplente de nuestro país en el Fondo. La entrada en el FMI, decía Varela, supuso el fin de lo que hasta entonces, y probablemente desde mucho antes del franquismo (en el siglo XIX), habían sido las líneas maestras de nuestra política económica: "Renunciamos a la inflación como modo de financiación del gasto, renunciamos a la protección comercial frente al exterior y renunciamos también a la intervención del Estado en la economía como columna maestra del sistema".

La economía empezó a crecer a una tasa del 7 por ciento anual y floreció la clase media, la que nos ha dado educación y prosperidad

Esta operación de altos vuelos se debió básicamente a tres personas: Alberto Ullastres, ministro de Comercio, que era economista y políglota; Mariano Navarro Rubio, que era jurista militar, y que fue el encargado de atar en corto a los reticentes y nostálgicos, y Juan Sardá, director del Servicio de Estudios del Banco de España y hombre cabal que conocía a fondo los entresijos del Fondo. En poco tiempo, casi todo empezó a ir sobre ruedas en el país tras esta gran demostración de pragmatismo político que tuvo un protagonista decisivo: Franco. La economía empezó a crecer a una tasa del 7 por ciento anual y floreció la clase media, la que nos ha dado educación y buena vida a los que ahora tenemos mi edad sin guardar rencor alguno. En aquel trance crucial, Franco demostró que era bastante más que un dictador. El mismo dictador que estaba enterrado en el Valle de los Caídos hasta hace unos días y cuyos restos acaban de exhumarse.

Mi vago desconsuelo infantil con la desaparición de Franco se esfumó como por ensalmo tras su entierro. Luego, como tantos, fui suarista, juancarlista, votante de la UCD, y solo Dios quiso, por muy poco, que no acabase en el socialismo, que es la ideología política que más tiempo ha ocupado el poder en España después de Franco. Tanto que, hasta el surgimiento de Aznar, parecía la única manera incontrovertible de abordar incluso los problemas económicos, más que acuciantes por los estragos que causaba sistemáticamente el PSOE en el equilibrio presupuestario, en la inflación y en el mercado laboral.

Desprecios y ofensas

Tanto ha estado el Partido Socialista en el poder que cree ser la única formación con derecho de pernada para ejercerlo, y con legitimidad histórica para impartir el carné de demócrata, de moderno y de justo. Pero yo me opongo. Habría deseado que el dictador siguiera enterrado en el Valle de los Caídos por respeto a la historia, pero sobre todo porque no acepto lecciones de democracia de los sectarios socialistas; ni de los de Zapatero ni de los actuales y peores de Sánchez. No acepto que Óscar Puente, el portavoz de la Ejecutiva socialista con pinta de camisa parda, diga, a propósito de los que desaprobamos la exhumación: "Les das una oportunidad de que demuestren que son una derecha verdaderamente democrática y homologable a otras derechas moderadas europeas, alejada de cualquier vinculación histórica con la dictadura, y no desaprovechan la ocasión para retratarse".

Por eso aquí me retrato, y denuncio esta operación de pirotecnia política y de demagogia insoportable que no solo tiene unos descarados y vergonzosos propósitos electorales, sino otros más corrosivos, que son los de practicar la venganza, los de alimentar el resentimiento y los de dividir y emponzoñar la convivencia social, con más exhumaciones y ocurrencias que vendrán. También, desde luego, el propósito de destruir todo lo que se pueda a la derecha como eventual alternativa política. Y esta es una estrategia completamente devastadora, en mi opinión, que conviene denunciar.

El general Piñar Gutiérrez llama cobarde al Rey por «esconderse» ante la exhumación de Franco



Cobarde la máxima jefatura del Estado, actual y emérita, que permanece escondida tratando de hacer olvidar a quién deben todo cuanto son y cuanto tienen.



El general Piñar Gutiérrez llama cobarde al Rey por «esconderse» ante la exhumación de Franco


Blas Piñar Gutiérrez (Reproducido). Cobarde el Gobierno, que ante su ineficacia absoluta, que no admite comparación alguna con la ingente obra de Francisco Franco, movido por el odio y el rencor acumulado por años de desafiante demagogia, se vanagloria de desenterrar los restos mortales de una figura histórica, que descansaba desde hace 44 años en el mayor templo construido para la reconciliación y el perdón entre españoles, bajo el signo majestuoso de la Cruz.

Cobarde la Magistratura, que con inhibiciones vergonzantes o sentencias que dinamitan el más elemental sentido del Derecho y de la Justicia, se convierten en coautores de una profanación descomunal.

Cobarde la Iglesia, salvada por Francisco Franco del exterminio total en España, y la gran beneficiada en los años en que era recibido bajo palio en los templos católicos y se incluía en las preces de la Santa Misa una petición específica por el Jefe del Estado.

Cobardes los Ejércitos, que abandonan sin escrúpulos y con el más sobrecogedor de los silencios, al que fuera su Generalísimo en la guerra y en la paz.

Cobardes los partidos políticos, que sólo piensan en el resultado de las urnas, no para ponerse al servicio de España, sino para repartirse cargos y dinero como han demostrado sin disimulo hasta la saciedad.

Cobarde la máxima jefatura del Estado, actual y emérita, que permanece escondida tratando de hacer olvidar a quién deben todo cuanto son y cuanto tienen.

Cobarde el pueblo español, que imbuido de corrección política, prefiere sumergirse en la indignidad antes que manifestar cualquier sentimiento de respeto y gratitud.

Tanta y tamaña cobardía ha permitido la infame exhumación del gran Caudillo de España y su humillante enterramiento impuesto de forma arbitraria. La monstruosa felonía retrata fielmente la naturaleza del Régimen político implantado tras su muerte.

Pretenden los cobardes, jaleados por los medios que se nutren en sus pesebres, enterrar así el triunfo de España sobre el comunismo y, sobre todo, la colosal obra del Estado Nacional, que tantos beneficios sigue dando a nuestra nación, a pesar de la labor corrosiva y condenatoria del sistema actual.

Lo que queda en España de auténticas libertades, de justicia, de convivencia y de orgullo de ser españoles, se lo debemos en gran parte a D. Francisco Franco.

Los cobardes, que profanando la tumba de Franco habéis acabado de destruir las maltrechas Instituciones básicas del Estado, obtendréis -con todo merecimiento- el castigo inexorable de la Historia, que os sepultará en el más hediondo y profundo de los abismos, mucho más abajo de donde se encuentran los traidores a la Patria.

Españoles, no olvidéis que aceptando la exhumación de un gran español, habéis renunciado a todos vuestros derechos reales, pues se ha abierto -a patadas- la puerta de la tiranía más absoluta, aunque se llame democracia.

General del Ejército.

Manzanares vuelve a pasar por el quirófano / por Álvaro R. del Moral


José María Manzanares en la Maestranza. / El Correo


El diestro alicantino suma un capítulo más a sus crónicos problemas de espalda al ser intervenido de una hernia discal en Sevilla que podría llevar algunos meses de rehabilitación.

Manzanares vuelve a pasar por el quirófano

ÁLVARO R. DEL MORAL
EL CORREO  / SEVILLA /31 OCT 2019
Suma y sigue: José María Manzanares ha tenido que volver a pasar por el quirófano para tratar de atajar los crónicos problemas de espalda que arrastra en el último lustro. El diestro alicantino fue intervenido este lunes por el doctor Trujillo en la clínica Quirón-Sagrado Corazón de Sevilla para realizar una “microdisectomía simple L4-L5 y rizolisis L4-L5-S1 bilateralmente y posterior inyección de células madre” según reza el parte oficial facilitado por el servicio de prensa del propio matador, que podría pasar varios meses en el dique seco antes de retomar su actividad profesional.

En el mismo parte, salvando el farragoso lenguaje facultativo, se señala que dicha intervención ha supuesto el hallazgo de una nueva hernia discal en la zona lumbar. La hernia ha sido eliminada para dejar libre la raíz comprimida que producía enormes dolores al torero. El documento recoge que el diestro alicantino “presenta una discopatía lumbar L4-L5 y L5-S1 y habiendo sido intervenido previamente en dos ocasiones por hernias discales en el espacio superior (L4-L5), ha comenzado de nuevo, a raíz de un traumatismo lumbar durante la Feria de San Miguel que produjo una nueva recidiva de la hernia discal ya intervenida (L4-L5)”.

Hemos intentado con tratamientos conservadores mejorar su sintomatología dolorosa pero no ha sido posible, por lo que hemos realizado una nueva cirugía sobre columna lumbar de nuevo a nivel L4-L5 izquierda, para extirparle el disco protuído” ha señalado el doctor Trujillo explicando que Manzanares “precisa tratamiento rehabilitador prolongado y durante meses no vemos aconsejable que comience de nuevo con sus tareas laborales habituales” lo que, inevitablemente, supone por el momento dejar en suspenso su temporada americana. “Al tener el espacio L4-L5 operado ya en tres ocasiones y el disco L5-S1 deshidratado, la potenciación de su musculatura paravertebral lumbar y abdominales es imprescindible pensando en la evolución futura”, añade Trujillo concluyendo que “desde el punto de vista médico y hasta ver la evolución debe realizar tratamiento rehabilitador y evitar los esfuerzos y posturas violentas”.

Un final inesperado

Hay que recordar que el diestro alicantino no pudo concluir la campaña tal y como se había previsto. Su última actuación fue el pasado 28 de septiembre en la plaza de la Maestranza, en el segundo festejo de la feria de San Miguel, sin que entonces se pudiera aventurar que iba a ser la última tarde de su temporada. Pero el matador alicantino ya había tenido que parar antes de su compromiso sevillano, a mediados de septiembre, para recuperarse de las fuertes molestias que arrastraba en la mano derecha desde mediados de agosto. Esa lesión le obligó a cancelar sus compromisos en las plazas de Murcia, Pozoblanco, Vera y Logroño. Después de pasar por Sevilla en San Miguel no pudo cumplir el doble pase que había contraído en la feria del Pilar de Zaragoza ni hacer el paseíllo en el festival organizado en la plaza de la Maestranza a beneficio de las cofradías del Baratillo y la Esperanza de Triana, el día 12 de octubre. Según explicaba entonces el parte médico firmado por el propio doctor Trujillo, el torero permanecía inmerso en el proceso de recuperación de un cuadro de lumbalgia que, a la postre se ha revelado como algo mucho más serio.

Antecedentes

Hay que recordar que los problemas de espalda de José María Manzanares no son nuevos. El torero ya se vio obligado a retrasar el comienzo de la presente temporada por otra operación en la zona lumbar que perseguía, según detalló entonces su servicio de prensa, “anular el nervio sensitivo que producía el intenso dolor en la zona lumbar y que provocaba el bloqueo motor”.

Pero se puede rebobinar aún más. En agosto de 2017 ya se vio obligado a frenar en seco por una peligrosa lesión cervical. Aquella dolencia le exigió afrontar una intervención quirúrgica que dirigió el doctor Trujillo. Entonces, como el pasado marzo, fue intervenido en Sevilla de un desplazamiento severo de un disco intervertebral en la región cervical que amenazaba con causarle lesiones irreversibles.

El diagnóstico determinó que uno de los discos vertebrales –entre la vértebra C-5 y la C-6- oprimía de tal forma la médula espinal que cualquier movimiento brusco podría llevar al matador a una silla de ruedas. Los plazos de recuperación de aquella lesión le obligaron a cortar la temporada. Antes, en noviembre de 2015, ya había sido intervenido en Sevilla para reducir otra hernia discal que se produjo a consecuencia de una voltereta.


Diego Ventura, nuevas perspectivas / por Álvaro R. del Moral



La ruptura amistosa con la familia Lozano abre un tiempo nuevo en la carrera del rejoneador cigarrero. Lo ha conseguido casi todo pero aún tiene alguna espina clavada...


Diego Ventura, nuevas perspectivas

El CORREO / SEVILLA /30 OCT 2019  
Nada que no se sepa. Las cifras y los hitos de la carrera de Diego Ventura son apabullantes. El rejoneador de la Puebla del Río ha abierto 17 veces la Puerta Grande de Madrid, ruedo en el que también se anota ser pionero en cortar un rabo como équite y haberse encerrado en solitario con seis toros. Esos dos logros los consiguió en la misma temporada, la histórica campaña de 2018, un año especial que comenzó con el distanciamiento temporal con la empresa Pagés en torno al ganado a lidiar en Sevilla, una plaza que también le ha visto salir en volandas por su Puerta del Príncipe en diez ocasiones. Pero más allá de todo eso hay que destacar el nivel inalcanzable que ha logrado con sus monturas y los nuevos techos que ha hecho tocar a la especialidad ecuestre que vive una extraña y paradójica decadencia. A estas alturas nadie puede negar que Diego Ventura es el número uno indiscutible del toreo montado pero el jinete, que acaba de cerrar su fructífera etapa profesional con los hermanos Lozano quiere más, mucho más. En su revólver faltan algunas muescas que podrían empezar a grabarse con nuevas estrategias...

Una despedida inusual

La despedida de la familia Lozano ha venido acompañada de una carta inédita para estos lances. Más allá de las acostumbradas declaraciones de presunta amistad tras el adiós, la misiva destila un sincero agradecimiento por el lustro de simbiosis entre la poderosa casa empresarial toledana y el jinete de La Puebla. Diego Ventura habla en esa extensa carta, facilitada a los medios hace algunas fechas, de “hitos”, “cimas” y “cumbres alcanzadas” otorgando parte de esos méritos a los Lozano, “mis compañeros de camino en estos últimos cinco años tan difíciles, tan intrépidos, tan importantes y tan inolvidables para mí”.

El rejoneador hace un repaso del equipo humano, comenzando por el patriarca, Pablo Lozano, al que define como “un señor del toreo y de la vida”. Pero el agradecimiento se hace extensivo a Luisma Lozano, actual puntal de la firma, señalando que siempre entendió lo que su carrera “requería y merecía” hasta el punto de defenderla “desde la total implicación y con el empeño como máxima de que se respetara el sitio y las formas que nos corresponden”. Ventura habla de un proceso “duro”, “apasionante” y “fortalecedor” que, a su juicio, ha marcado “un antes y un después” en su ya larga carrera.

Pero Diego tiene unas palabras especialmente atentas para su
hombre de confianza en estos cinco años, Pablo Lozano (hijo), al que define como “compañía inmarcesible, leal e incondicional” destacando su “señorío”. “Hemos sido un equipo, Pablo, y todo lo logrado, lo logramos juntos. Juntos subimos cada peldaño y cada pendiente y juntos alcanzamos cada meta. Y han sido metas altas, ¿verdad, Pablo? se despide el jinete antes de argumentar, sin entrar en ningún detalle, las razones de la nueva orientación profesional de su carrera. Ventura habla de “seguir construyendo” su “propio camino” y apuesta por seguir trazando “nuevos retos” y “soñar con otro hitos” antes de reafirmar el balance positivo junto a los Lozano, un período que define como “cinco años maravillosos y definitivos, fundamentales e inolvidables”. Y si todo ha sido así... ¿Por qué cambiar?

Retos pendientes

La razón del cambio está en esos retos e hitos. Ventura ya ha conseguido muchos, inalcanzables para la mayoría. Están reseñados en el encabezamiento de este mismo reportaje. Pero el gran jinete de la Puebla del Río aún tiene varias batallas por librar y ganar para redondear su apabullante palmarés. En la sombra de este pronunciamiento colea una ecuación triangular que trataremos de desentrañar. En sus vértices se inscriben tres nombres: son los de su rival Pablo Hermoso de Mendoza; sus apoderados, los hermanos Chopera; y la casa empresarial comandada por el multimillonario mexicano Alberto Bailleres que, dicen, podría ser el inminente gestor de la carrera del propio Ventura.

La elección de la casa Bailleres –ojo, sin confirmar aún por los interesados más allá de los rumores periodísticos- tendría un objetivo fundamental: rendir los escenarios que sigue sin pisar hasta el momento y plantar batalla a su rival. Se trata, precisamente, de todos los ruedos que pertenecen a la órbita de la casa Chopera y, por extensión, al área de influencia de su poderdante, el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza. Es bien sabido: el jinete navarro tiene sometido a su ¿compañero? Ventura a un crónico, absurdo e indisimulado veto que sólo ha conseguido un objetivo indeseado: precipitar la nombrada decadencia del toreo ecuestre en coincidencia con la vida activa de los que, posiblemente, son los dos mejores intérpretes de su historia. Sí, de la historia y sin desmerecer el papel precursor de Antonio Cañero, Álvaro Domecq y Díez o la importancia de jinetes como los hermanos Peralta, Álvaro Domecq Romero, Lupi, Moura, Vidrié y tantos más...

El propio Ventura aludía a esta cuestión en las declaraciones previas a su encerrona de 2018 en la plaza de Espartinas, el mismo día y a la misma hora en el que se celebraba el festejo de rejones de la Feria de Abril. El rejoneador cigarrero aprovechó aquel pronunciamiento para proclamar su preocupación por el futuro de la especialidad. Diego habló de “falta de competencia y rivalidad”, abogó por buscar una mayor emoción en el toro lidiado en rejones y denunció, ojito, la falta de nivel en el gran pelotón de rejoneadores. En el mismo envío recordó que esos y otros vetos –aludiendo a su anterior ruptura con los Matilla- le habían alejado de “25 ó 30 ferias importantes” poniendo como ejemplo las plazas de Jerez, Valladolid, Palencia, Bilbao, Salamanca, Nimes o Zaragoza pero, especialmente, los ruedos de Logroño y Pamplona en los que ni siquiera ha debutado.

Hay que remachar una vez más la clave del asunto apuntando al centro de la diana. Ventura ha repetido hasta el cansancio que la inexistente coincidencia y competencia con Pablo Hermoso de Mendoza no es cosa suya. Pero esa guerra fría también supone el veto directo o indirecto de las plazas de la órbita Chopera, reforzada ahora con los caudales mexicanos de Alberto Bailleres, presunto nuevo apoderado del sevillano. Pero los Chopera –apoderados del navarro- han vinculado sus activos taurinos a la familia Bailleres. Se trata de una alianza de una sola dirección, sin que haya una auténtica simbiosis entre ambas partes. Los mexicanos sí tienen mano sobre las empresas de los vascos pero éstos no tienen nada que ver con el resto de los negocios taurinos de los manitos. Con esa nueva alianza –si es que se confirma de una vez por todas- Ventura conseguiría acceder a todas esa plazas que le han venido cerrando sus puertas hasta ahora a la vez que lanzaría un órdago definitivo a su rival. El duelo –si llegara a producirse- sería en el terreno del navarro.

Mientras Ventura ha tenido que navegar en su propia orilla -haciendo la guerra por su cuenta- y Hermoso renunciaba a la única rivalidad posible para ponerle un piso a su propio hijo, la especialidad sigue viviendo momentos de medio tono que a duras penas pueden enjugar otros équites que, sin desmerecer sus méritos, gravitan en otra liga muy distinta. Hay que darle la razón a Diego: el espectáculo ecuestre, después de llegar a donde ha llegado, no puede ajarse en la lidia de ciertas ganaderías en determinadas situaciones y compromisos. El toreo a caballo ha avanzado tanto; ha logrado tantas cotas a lomos de cabalgaduras inolvidables domadas y preparadas por los propios Hermoso y Ventura -impensables en los sueños de los pioneros de la especialidad- que demanda nuevos retos, emociones renovadas y -sobre todo- la presencia de un toro bravo, de mayor codicia y durabilidad. Ése es el reto...

miércoles, 30 de octubre de 2019

Tras la exhumación Pedro Sánchez fue a entregar unas flores a las 13 Rosas. Estas son las espinas de las 13 chicas./ por Luis Fernandez Villamea



Tras la exhumación Pedro Sánchez fue a entregar unas flores a las 13 Rosas. Estas son las espinas de las 13 chicas. Por Luis Fernandez Villamea

Luis F. Villamea 
El Correo, Madrid, 30 Octubre 2019

Introducción 

Cuando a las cosas no se les llama por su nombre ocurren casos como éste. Los españoles de 2007, en especial los más jóvenes, comienzan su clase de Educación para la Ciudadanía fuera de las aulas. No les hacen falta profesores que les orienten acerca de lo importante que es ser buen ciudadano porque ya se encargan los poderes públicos y sus amanuenses útiles e inútiles de allanarles el camino en su tarea docente. Ahora lo vemos con el asunto de las trece rosas, comunistas muy jóvenes fusiladas por sentencia de un consejo de guerra, junto con otros dirigentes masculinos, un 5 de agosto de 1939, a poco más de cuatro meses de terminada la guerra.

Cuando la futura ley de la Memoria Histórica se apruebe, sólo con leer con cuidado sus artículos se pueden extraer lecciones. Se está elaborando, exclusivamente, para incrementar indemnizaciones –ya recibidas en su momento-; para reiterar hechos –conceder la nacionalidad española a los brigadistas internacionales; para incidir en condenas –la del franquismo y su régimen, que ya estaban maldecidos parlamentariamente, no sólo en el Congreso español sino en Estrasburgo, con voto a favor del PP, y para intentar hacer daño en el Valle de los Caídos –solicitar la reconciliación cuando ya estaba más que conseguida mediante el descanso del músculo, de la sangre y del alma de unos combatientes con otros en una tumba gloriosa, solemne y común, bajo el manto de Dios Padre.

Querían conseguir otra cosa, la más importante: la anulación de los consejos de guerra de después de la contienda, pero ha sido imposible hasta para aquellos que con su poder todo lo pueden. Se ha quedado en un término –“injusto”-, en otro más “ilegítimo”, y en no sé cuántos brindis al sol para uso electoral. Pero la palabras “anular” no ha podido ser introducida porque los documentos son claros, rotundos, inapelables e, históricamente, apabullantes

Las trece chicas

Es fácil acudir al sentimentalismo en cualquier momento. Eran trece jóvenes, alguna menor de edad –entonces estaba establecida a los 21 años- y de oficios y condición modesta. La guerra, recién acabada. Y desde Alicante, donde se quedaron los comunistas más sobresalientes esperando a los barcos rusos que nunca llegaron a rescatarlos, comenzó la reorganización –armada, no se olvide- del Partido Comunista. La Pasionaria no estaba; Santiago Carrillo –otro joven como las rosas- e Ignacio Gallego, dos historiales de aúpa en Madrid y Jaén, respectivamente, tampoco.

El que sí llegó a Alicante fue el capitán de Artillería del SIPM (Servicio de Información y Policía Militar) Manuel Gutiérrez Mellado. Lo hizo acompañado de catorce camiones abiertos llenos de soldados, falangistas y requetés armados hasta los dientes, que trajeron a Madrid a los más significados dirigentes del SIM rojo, que con Pedrero a la cabeza había sido el bastión más inexpugnable de la tortura, la vileza y el crimen en aquel Madrid no combatiente, sino cautivo. Pero quedaron restos –no se produjo el tan proclamado exterminio- que no tenían hasta ese momento responsabilidad política ni criminal conocida. Y quedaron en libertad en aquel Madrid recién liberado al que seguramente la fiebre y la pasión política de la victoria militar le hubieran permitido muchos desbordamientos. Pero hubo consejos de guerra, diligencias al máximo –comprobables para el que las quiera ver-, muchas actas, centenares de responsables de éstas con nombre y apellidos, y sentencias, duras sin duda en tiempos de tragedia, pero ajustadas al más estricto proceder. Y eso le debe doler bastante a la vicepresidenta del Gobierno y encargada de la Comisión Interministerial para la Memoria Histórica, señorita Fernández de la Vega, o señora, porque no sé si ha contraído matrimonio últimamente, dama de la mejor procedencia de Játiva que, eso sí, dejó a su novio, hace ya muchos años, a la puerta de la iglesia con el sí en la boca.

Y a Madrid vinieron desde Alicante José Pena, Severino Rodríguez, Federico Bascuñana inmediatamente, se pusieron a trabajar armando a las células de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas), organización que había conseguido soldar el consejero de Orden Público Santiago Carrillo Solares traicionando a sus camaradas y a su propio padre. Y otro joven más, El Pionero, sería designado como jefe de la rama militar. Éste, Silesio Cavada Guisado, fue considerado el inductor de un asesinato que cortó la respiración al clamor de la Victoria: el del comandante Isaac Gabaldón Irurzun, su hija Pilar –de 10 años de edad- y José Luis Díaz Madrigal, soldado conductor. Gabaldón era un guardia civil adherido al SIPM de conducta irreprochable que tenía fama de incorruptible. Sus verdugos, Damián García Mayoral, Saturnino Santamaría Linacero y Francisco Rivares Cosial, iban disfrazados con uniforme del ejército nacional, pero eran comunistas y estaban mandados por El Pionero. Estamos a 29 de julio de 1939, a poco más de tres meses del día triunfal sobre el comunismo exterminador de todo. Pongámonos en ese día y en aquel tempo histórico.

Hechos

Inmediatamente se detiene y se fusila, tras consejo sumarísimo, a los tres asesinos de Gabaldón, pero a El Pionero, que también esperaba la ejecución, se le retira del pelotón en el último instante. Y se le entrega a Gutiérrez Mellado, que había llegado a toda prisa para llevárselo a la cárcel de Porlier. Allí le ofreció salvar la vida a cambio de información. Habló con él, escribió algo el joven comunista, pero de la conversación y de lo escrito nunca más se supo. Y se le fusiló de verdad un 15 de septiembre de 1939. Tengo los documentos en la mano.

Aquellas jóvenes habían sido detenidas antes junto con muchos dirigentes masculinos de las JSU. La reorganización fue inmediata al 1 de abril de 1939. Ya venía, alguna de ellas, de formar parte de los batallones comunistas que operaban en la sierra madrileña. Y tenían conocimiento de las armas, cuya consecución y custodia les fue encomendada. Hasta el punto de preparar un gran atentado para el día del primer desfile en la Castellana, en mayo de 1939 y un asalto a la sede de Falange en Chamartín. Ana López Gallego –una de las trece- “recibía las órdenes directamente del enlace del comité provincial, Manuel González Gutiérrez, siendo la tal Anita la encargada de organizar la rama femenina …” Otro de los proyectos que tenían era el de no actuar en el desfile hasta después del mismo, ya que las tropas se encontrarían dispersas y ése sería el momento de actuar con bombas y mecha que tenía preparadas la rama femenina “por estimar que por su condición de mujeres les sería más fácil el transporte de explosivos”. Tengo sus propias declaraciones en la mano.

La Policía Militar ejerce un seguimiento de las células en el Madrid recién liberado, y aparece un esquema del Partido Comunista en el que figuran, en su Comité nacional, Carmen Barrero Aguado –otra rosa- y en el provincial Pilar Bueno Ibáñez –una rosa más-. Los documentos hablan de su infiltración en FET de las JONS con el ánimo de desarmar a las escuadras falangistas que colaboran con los servicios de seguridad y de la importancia en el organigrama de Joaquina López Laffite –más rosas-, “que fue la que al ser detenidos los dirigentes masculinos se hizo cargo de la Secretaría General de dicho Comité (provincial de las JSU).” A ello le ayudaban –dicen las declaraciones del 31 de mayo de 1939- “Virtudes González García –una rosa-, Nieves Torres, Mari Carmen Cuesta Rodríguez y Anita Vinuesa (estas tres últimas no fusiladas en aquel momento a pesar de su flagrante implicación política con fines terroristas)”. Los dirigentes se reunían en casa de Joaquina López Laffite, “que era una de las personas que gozaban de mayor confianza en el Comité.

Autenticas criaturas manipuladas

Otra declaración de un comunista de junio de 1939 dice textualmente que estan preparados para el desfile de la Victoria de ese año y que “para ello contaban con elementos bastante fuertes incluso con chicas para el espionaje que se dedicaban a coger a falangistas, desarmarlos y hacerles decir cuanto supieran; también manifestó que contaban con ametralladoras para emplazarlas en las desembocaduras de las alcantarillas … y con gran número de pistolas”. Añadía que “procedentes de Valencia habían llegado bastantes coches, cuyos vehículos traían perfectamente escondidos fusiles ametralladores.” Resulta espeluznante comprobar cómo estos comunistas utilizaban a auténticas criaturas de 15 a 17 años para fines de rebelión militar en un país que por primera vez en la Historia había ganado clamorosamente una guerra al comunismo de Moscú. Y que la estaba estrenando.

Resulta pavoroso leer –lo hago en este instante- las declaraciones de esas niñas ante los Consejos de guerra, empujadas y engañadas hasta por sus propias familias para servir de enlaces, guardar armas o realizar misiones que por su edad y caras de ángel pudieran pasar inadvertidas. ¡Cómo pretenden anular los de la Memoria Histórica estos documentos esclarecedores, rigurosos, avalados por la investigación, la comprobación y la certificación de todas y cada una de las declaraciones! ¡Y cómo los hipócritas pueden condenar la pena de muerte si hasta en la propia Constitución elaborada por ellos en 1978 figura ésta para tiempo de guerra!

Y así todo: Dionisia Manzanero Salas –otra rosa- era el enlace del dirigente Bascuñana para estar en contacto con las diversas ramas de la organización, y en los demás casos, el Consejo de guerra, pletórico de pruebas, con la firma y rúbrica no sólo de los miembros del mismo sino hasta de los agentes que hicieron las pesquisas -¡incluidos los de la Policía Municipal!- destaca por su pulcritud, que está a la vista de cualquier ciudadano sin orejeras.

Seguiremos con este asunto. La Memoria Histórica es para todos, y por eso la tenemos que contar como fue. Rosas, sí, pero con muchas espinas.

La Tauromaquia de Domingo Ortega (Parte I) / por Pocho Paccini




Rescatamos un artículo publicado en "El Ruedo" para acercamos a la Tauromaquia de uno de los maestros y toreros más poderosos de la historia. La evolución de su concepto, su toreo de capote...

Por Antonio Abad Ojuel «Don Antonio»
Fuente: Semanario gráfico de los toros, El Ruedo. Madrid, 19 de diciembre de 1963. Año XX, Nº 1017.
Edición y transcripción : Pocho Paccini Bustos.


Domingo Ortega de Borox, Toledo. Llegó a los toros por los años treinta. De él se han escrito, por lo menos, dos tauromaquias que recordemos, y firmadas por nombres ilustres. Pero falta la que él escribió sobre su sentimiento del toreo, su formación al margen de las escuelas, su personalidad íntima en el toreo de una edad que para nosotros fue la de Oro.

ZARAGOZA
En esos tiempos no conocía yo horas más que para ir a la Universidad por la mañana; a la fábrica, por la tarde; al periódico, por la noche. Los sábados, al salir en la madrugada de la redacción con el nuevo diario en el bolsillo, me iba a misa de Infantes para luego recalar en una churrería, donde desayunaba antes de acostarme. Mi madre sabía que no me debía despertar hasta hora y media antes de la corrida.

No he sido nunca hombre metódico, periodista de archivo. He vivido cada momento en su momento, y en el recuerdo de un hombre desmemoriado, como soy, sólo queda lo que quedó. Tengo bien presente que las ferias de aquellos años las toreaban Ignacio Sánchez Mejías, Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, «Niño de la Palma», Antonio Márquez, «Chicuelo», «Armillita», Francisco Vega de los Reyes «Gitanillo de Triana», Joaquín Rodríguez «Cagancho», Vicente Barrera... Tomó la alternativa Manolo Bienvenida. La época está bien localizada. Aún se hablaba de Rafael «el Gallo» y de Juan Belmonte en tiempo presente, pero ya no toreaban.

Me sería imposible decir en qué corrida vi por primera vez a cada uno de estos famosos. Los recuerdo en muchos momentos de sus actuaciones —la cogida de Márquez aquel día que toreaba vestido de blanco y oro; la media faena sensacional de Lalanda a un toro de Pedrajas, después de otra media inicial bajo una bronca estrepitosa e insultante; aquel pase de pecho de Barrera a un novillo jabonero; la desastrada faena de Villalta, de morado y negro, ante un «colorao» de Miura; las salidas a uña de caballo de «Cagancho» en sus primeras corridas zaragozanas; el momento en que «Armillita» cogió la bota de vino que había caído en la cara del toro, la parsimonia con que la abrió, el trago que echó recreándose en la suerte y en el cariñena mientras seguían lloviendo en su alrededor botas de vino, sombreros de paja y abanicos femeninos—; pero de ninguno podría decir: «El primer día en que le vi torear...». Miento. Hay excepciones. Mejor dicho hay una excepción. Y se llama Domingo Ortega.

EL PALETO DE BOROX
Vestía el debutante un traje gris y plata. Traía fama hecha por las plazas de gran parte de España; creo que principalmente de Barcelona. Pero no me hagan mucho caso porque no me he parado a consultar los libros. Le llamaban el paleto de Borox, y escucho —como si fuese ahora— la conversación que a mi lado mantenían unos vecinos de tendido:

—¿Ese? Pero si ese es un novillero viejo que antes se ponía de apodo «Llaverito».
—¡Serás mostrenco! ¡Si dicen que acaba de empezar!...
—¿Empezar? ¡Y sabe más que un ratón con alforjas!

Muchas veces me he preguntado a mí mismo por qué este recuerdo y esta conversación no se han borrado con el paso de los años. Respondo de su exactitud. Tal vez lo del «ratón con alforjas» —símil por mí antes nunca oído— fue el fijador de este recuerdo casi fotográfico. Pero la verdad, de la buena, es que lo recuerdo porque me impresionó de manera diferente a los demás. El recuerdo que tengo más destacado —en una tarde que no fue de gran triunfo— es de Domingo Ortega corriendo, muleta en mano, tras un toro huido. La carrerilla del diestro, como es fácil suponer, no resultaba airosa; pero cuando llegó a tablas el burel y esperó al matador, quienes presagiaban un desastre quedaron atónitos al ver al muletero ofrecer la tela, trastear con ello por bajo en cinco o seis pases sabios, bien ligados y eficaces y, sin dar respiro, dejar media estocada que dio torerísimo remate a la mal prestigiada aventura.

Como he dicho, no fue tarde de apoteosis, al modo que hoy se entiende; no recuerdo que hubiera orejas. Pero Domingo Ortega salió calificado —por uno de los públicos más duros de entonces—como torero de suprema inteligencia. Y , por tanto, fuera de serie, porque esto se valoraba mucho más que ahora.

Al referirme a estos recuerdos me he detenido porque este de Zaragoza es el primer momento de los tres en que encontraremos a Domingo Ortega de cerca, en el diseño da este boceto de su tauromaquia; porque ni siquiera ahora —en que se puede juzgar toda su vida torera en una sola panorámica— sería posible sintetizar todo el toreo del borojeño en una fórmula unitaria, definitiva. Domingo —al hacer suya, en su toreo, la frase de su homónimo Ortega el filósofo, de que «la vida es un quehacer de absoluta actualidad»— se actualiza él mismo y actualiza su toreo. Cada día. A cada momento.

Sucede con el arte de Ortega lo que con él mismo. Existe en el torero una profunda transformación interior que informa y anima su fisonomía; desde el tosco toledano que se viste de torero y con prodigiosa intuición empieza sabiendo todo del toreo, hasta el último Domingo Ortega de aire intelectual y estilizada cabeza, como diseñada y tallada por un artista, va una distancia igual a la que experimenta su arte —a lo largo de sus años activos— en una paulatina transformación, no de concepción sino de estilo.

LA INFLUENCIA BELMONTINA
Porque la concepción orteguiana del toreo -una concepción inteligente, por encima de artística- tiene en su fundamento la idea del dominio. Ya sé que en esto no hago un descubrimiento, pero no es el momento de inventar un nuevo Ortega. Pertenece a este grupo privilegiado de los toreros científicos, reflexivos, en cuyo arte ven los buenos aficionados la más perfecta expresión de belleza taurina: la que surge de la fácil sucesión de lances en los que el toro va atemperado a la voluntad del torero, que es quien vence las reacciones instintivas del toro y les impone una norma humana.


Es un intuitivo; apenas tiene maestros; no ha visto apenas a Belmonte y, sin embargo, su toreo inicial es belmontino. Esta idea es la que está en el ambiente, en la época, en el estilo de los días. Y si las ideas filosóficas de Sócrates hay que buscarlas en la «Apología» y otros diálogos de juventud de Platón —antes de que éste alcance su magisterio y su madurez de pensamiento y deje de estar influido por el maestro—, nada tiene de extraño de que si el canon supremo de belleza taurina de la época se halla en Belmonte, sea Domingo Ortega un seguidor instintivo de esa regla de oro que consiste en echar la pierna por delante y dar el pecho para cargar la suerte, suma y compendio de lo más puro del toreo belmontino.

Un día, julio de 1934, coinciden Juan y Domingo en la lidia de una corrida de postín en Valencia. Son toros de Concha y Sierra; todo ha sido dispuesto para que el trianero —sol en su ocaso — tenga un triunfo; Pagés — después de haber inventado la frase anti-taurina de los «charlots»— ha montado para Juan las temporadas de su poderoso y armónico canto de cisne, y no lo hizo para verle fracasar; pero el recién llegado venía con tal poderío que aquella tarde el famoso «terremoto» se ve anulado y Domingo Ortega confisca todas las ovaciones del tendido, en el que se escucha profética una voz femenina gritar esta afirmación inesperada: «¡El verdadero Belmonte es Ortega!».


Y esto era cierto, porque además el diestro castellano —como afirmaba el banderillero mejicano «Pedrote» en una entrevista que recordaba Juan Leal— «toreaba como nadie el toro grande y fuerte cuando salía; y si no salía, no gustaba tanto porque se tenía la impresión de que no tenía adversario». Efectivamente, Ortega se plantea esencialmente un problema de eficacia más que de sorpresa o emoción para los espectadores; pero como es artista intuitivo, nato, no puede prescindir ni de su genio inventivo ni del hecho de que, al no dejar entre él y el toro más que el espacio exacto, preciso, mínimo, su toreo resulte emocionante.

Esto lo podemos comprobar en sus verónicas de la primera época, recogidas en las fotos que ilustran nuestras páginas. Más adelante tendremos tiempo de comprobar cómo su estilo se depura, se suaviza y —en abuso de la redundancia— se estiliza. Pero los elementos técnicos y dramáticos de la verónica están ahí. Bemonte puro. El Belmonte de su gran época; por eso pudo decir «aquello» la voz femenina de Valencia.


Después evolucionará. Su estilo se fijará de manera definitiva. Su toreo se asentará cada vez más en el dominio. Su facilidad pasmosa, inaprendida, inexplicable —al menos él no nos la explicará, ni sabemos que él mismo se la explica- hará que en etapas sucesivas de su vida se le hayan dedicado adjetivos que no se han usado antes. Se le llama ya torero «domador». Y mientras ciertos espectadores extranjeros, que ya empiezan a afluir a la Fiesta, empiezan a preguntarse al verle si los toros que se lidian están ensayados para acoplarse a las evoluciones del capote y la muleta, otros — como la señora inglesa de la muy narrada anécdota de una tarde del Pilar en Zaragoza— le dirán:

Eso que usted hace es muy fácil. Lo puede hacer mucha gente.
A lo que Ortega contestará:
Eso mismo pienso yo cuando oigo hablar a Churchill.

La anécdota, tal como se nos relata, tiene todos los caracteres de lo apócrifo y posiblemente lo será, pero responde a un estado de opinión. Si no es verdad, tiene su enjundia. El toreo de Ortega no tiene dificultad para el espectador; es diáfano. Y parece no tenerla para el torero; es puro juego. La primera de todas las consecuencias de tal idea es esta de que Domingo Ortega —torero catalogado como dominador, científico, pensador— nunca ha sido calificado de torero valiente. Sencillamente, el valor —base inmutable de todo toreo— pasa en él inadvertido porque cada uno de sus movimientos al torear tiene tal precisión en el diestro que el riesgo parece eliminado. Esta es una constante en los toreros científicos. Y que nos hará detener unos instantes en este interesante tema.


LAS SUERTES «HECHAS»
En efecto, habremos de volver de nuevo —y nunca serán demasiadas veces— sobre la idea del valor en el toreo. En su esencia, valor es una disposición espiritual que existe o deja de existir en nuestra naturaleza. Y que en su ejercicio y desarrollo tiene tres formas aplicables al toreo: valor de acometividad o impulso; valor de defensa o prudencia; valor de presencia o serenidad, que no es otra cosa es lo que «Paquiro» definió en su tauromaquia como «sangre fría».

En este último tipo de valor habremos de clasificar a Domingo. Lo contrario del impulso que — en su valoración popular desde el tendido — se confunde muchas veces con la temeridad, por encima de lo puramente negativo de la defensa.

Ortega nunca fue temerario; pero siempre fue valeroso; estaba valiente —se arrimaba y aguantaba en las suertes, andaba a los toros, les veía venir— porque los dominaba; sobre todo con la muleta. "El largo tercio con el toro a solas», como dijo el poeta.

Y también con el capote. Es aleccionador el repaso de las viejas colecciones de fotografías para actualizar los recuerdos. Hay que mirar sus verónicas perfectas, con los pies firmemente asentados en tierra y el brazo prolongando la longitud del lance —pureza clásica de un capote ilustre en la época en que florecían los capeadores máximos de la historia del toreo— para ver qué tenía la suerte «hecha».


Y la tenía hecha porque, en su intuición, la dominaba. A mayor dominio, menos peligro: esto es evidente. Y a menos peligro, más valor. La sensación que Domingo Ortega, como ya hemos insinuado, llegó a dar —aunque no en sus primeros años de torero—, es que el riesgo no existía.

Este es achaque común a los lidiadores poderosos; y se vuelve contra ellos muchas veces porque el público de toros—sobre todo el más popular— tiene deseo de asustarse de vez en cuando, no con la cogida, sino con la cercanía de la cogida; sin ella no se cierra completo el círculo de las emociones; y por ello a los toreros dominadores se les acusa de «fríos». Son más profesores que ídolos. Más admirados que populares. Y , sin embargo, corren los mismos riesgos y sufren las mismas cornadas.

Otro ejemplo de cómo el dominio es la fuente del valor, lo tenemos en la suerte de matar. Domingo Ortega, que ha pasado a la historia del toreo como muletero de excepción — y, según veremos, como un revolucionario de la técnica del toreo de muleta—, no se ha acreditado como gran matador de toros; como maestro en el arte ha matado toros muy bien; pero era frecuente que, después de haber derrochado valor en una faena, entrase a matar con decoro, no exento de precauciones y alivios. ¿Por ser la suerte suprema más difícil? Eso se podría decir en los tiempos en que se mataba a los toros sin haberlos toreado apenas de muleta; en la prehistoria. Hoy, con las faenas que se hacen —con las faenas que Ortega realizaba ayer y le hemos visto cuajar hasta hace bien poco vestido de luces—, el riesgo y la dificultad estriba en todas las suertes, en cada lance, en cada embroque.


El secreto no estaba en la mayor dificultad técnica de la suerte, sino en su menor dominio por el torero. Se cumplía en él esa diferencia sutil entre «toreros» y «matadores», que los maestros han resuelto siempre con el expediente de la habilidad.

EL TOREO DE CAPA
La característica esencial del torero científico —repetiremos como un crítico moderno— es conservar en todo momento la iniciativa de la lidia, sujetar al toro en posición propicia después de cada lance, recibir su embestida sin enmendarse, mantener la pelea en la posición escogida. Lo que hace la cosa difícil es que el toro tiene sus intenciones propias y no se presta con docilidad a todo lo que se pretende hacer con él. Esta dificultad —para Ortega— quedó reducida a cero desde que se auto enseñó como maestro del toreo.


Al contemplar la pureza clásica de los lances orteguianos que adornan estas páginas, se prende que el perfecto sincronismo logrado —el temple— ha de tener su clave en el mando del torero por medio de una extraordinaria maestría. Porque no se daba su triunfo en un toro de excepción —como sucede con los estilistas—, sino en animales de distinto genio, de diverso estilo, de muy varia condición. Porque dominaba a ley más toros que nadie en su época, gozó de fama de torero extraordinariamente largo.

No se piense que si fue torero largo, por dominar muchos toros, lo hizo con un corto repertorio. Pero muchos de los lances de Domingo Ortega son móviles, dinámicos, andando al torear. Son difíciles de disecar en una clasificación. Pero tienen una gran base clásica. Por eso hoy vemos a Domingo Ortega como torero de tres dimensiones: largo, por su poderío; ancho, por su repertorio; profundo, por su emoción.


Al hablar de la emoción que despertó, nos hemos de referir siempre a la emoción estética, a la que excita el gusto depurado —cada vez más sobrio, elemental— por las esencias del arte. La otra emoción —esa que está tan cerca del miedo del espectador, del fruto angustioso, del susto irremediable— no la poseyó Ortega: ni era digna de él.

La emoción de su toreo la hallaremos en la hermosa estampa de esos lances en las que se ha citado con el cuerpo ligeramente perfilado, con la pierna del lado que torea, levemente adelantada y los pies fijos en el suelo; porque no es lo mismo adelantar la pierna que sacarla cuando el peligro ha pasado, ya que lo que en un caso es anticipación y mando, en el otro es ventaja y truco. Me atrevo a decir, y no creo que ello sea ninguna herejía, que Juan Belmonte y su nueva manera estética, que divide en dos el toreo, no fueron comprendidos en toda su plenitud hasta que se vieron interpretados en los ruedos por el borojeño. Es la primera vez en que luce el toreo belmontino al margen de la figura atormentada y dramática de Juan. Es un verdadero descubrimiento.


En esto estribó un gran mérito, pero se agazapaba un gran peligro, que el mismo Belmonte introdujo en el toreo. El trianero —como tanto se ha dicho— era un genio, pero en su genialidad estaba su propia limitación; en su afán de dar profundidad a su arte, de hacer de él un arte «jondo», adentrado en el sentimiento, lo acortó en términos que hicieron desaparecer gran parte de la variedad de los lances del primer tercio. Este es un fenómeno que hoy se agrava cada vez más; Domingo Ortega, al incorporar la verónica y otras variedades de lances de capa a su repertorio, sigue —como hemos dicho— la inspiración belmontina, porque se siente heredero de una estética; pero después, cada vez más, se autonomiza y define; y no vuelve a la técnica de los capeadores pre belmontinos porque encuentra pueril tratar de conservar la variedad de lances de dominio y adorno con un tipo de toro que poco a poco disminuye, al que se pica con peto, con el que no hay que resolver problemas en el primer tercio; que para eso, y no para otra cosa, se capeaba antaño.


Ortega no lanceará por largas, no toreará a punta de capote. Con la muerte de Joselito "El Gallo" y la retirada de su hermano Rafael, el toreo de capa corre la suerte que marca para él la profunda verónica de Juan; el angustioso recorte de la media verónica, en que el cuerpo del torero se cobija en el ondulante costillar del toro bien doblado.

Lo mismo que Ortega. Si éste da más variedad a su modo de andar al toro, que no es propiamente repertorio, será para demostrar su genio inventivo, para introducir en su capeo esos adornos esencialmente mozárabes —dominio, técnica y gracia— que no pertenecen a la osamenta del arte y tal vez no sirvan más que para subrayar la facilidad artística del diestro, su orgullo de creador de nuevas formas estéticas o interpretativas, o la demostración del ascendiente que ha logrado sobre el animal.


No sabré afirmar si su dominio con el capote es preludio o consecuencia del Domingo Ortega gran muletero. Porque ha habido muchos toreros que fueron muy buenos en el primer tercio y nunca han llegado a dominar la muleta con tan plena eficacia y belleza (y aquí traigo al recuerdo otra vez a «Gitanillo de Triana». Pero rara vez los grandes muleteros han dejado de conocer los secretos del capote; eso se aprende antes o después, ya que se maneja con las dos manos, con técnica similar a la de la muleta, y además aprovecha la salida del toro, en que éste aún conserva su virginidad para la lidia, cosa que ya no es posible después.

Esto —¿antes capeador o muletero?— ya pertenece a la intimidad de la formación de Ortega como torero. Yo hubiese querido que él mismo nos hubiese dictado —en unas reposadas conversaciones— su propia tauromaquia; hubiera podido contestarnos a esta pregunta y a otras muchas. Pero esto exigía —como digo—reposo. Algo que ya no pertenece a este mundo.

Me consuelo al pensar que, en el fondo, el orden cronológico en la intuición torera de Ortega no tiene importancia. Lo esencial es que nos podamos adentrar en lo que el maestro dejó como fundamental en el toreo: su mera concepción del dominio del toro por medio de la muleta.


Pero esto pertenece ya al segundo momento de este boceto. Yo lo uno al recuerdo de una corrida que le vi en Logroño.

Continuará...

Pd: Escrito lo que antecede, encontramos una feliz coincidencia. En el número 1.016 de El Ruedo, correspondiente al día 12 de diciembre de 1963, se publicaron dos verónicas de Belmonte, con el comentario correspondiente a la técnica empleada en cada una de ellas. Cotejando una de las fotos con alguna de las publicadas sobre Domingo Ortega, se puede comprobar una exactitud asombrosa en la posición de los pies, la altura de las manos, la presentación del cuerpo en el cite. Se trata de la época en que Domingo Ortega era la pureza belmontina. Remitámonos a las pruebas:


Dos verónicas. Dos verónicas distintas. En una manos arriba. Hay que mandar, probablemente el toro se quedara corto; había que alargar el lance; nada mejor para ello que levantar las manos, sin que por ello se pierda el clasicismo de la figura. En la otra, las manos abajo, el torazo pasa muy cerca. Juan se permite hasta el lujo de torear —obsérvese— con el capote al revés.