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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 19 de octubre de 2019

LOS ÁNGELES DE LA CIENCIA / por Santi Ortiz



No sé si un premio como el de la Princesa de Asturias u otro similar, pero don Máximo y don Carlos, como exponentes de todo el colectivo de cirujanos taurinos, tendrían que ser galardonados a nivel oficial por su impagable tarea de salvar vidas en circunstancias extremas.

LOS ÁNGELES DE LA CIENCIA

La perfusión es correcta, funcionan los drenajes, la estabilidad se mantiene, la fatalidad se aleja, crece la esperanza.
El equipo humano ha respondido perfectamente una vez más convirtiendo un cuasicadáver en un herido con posibilidades de salvar la vida. Es el último milagro de esos ángeles de la ciencia que son los cirujanos taurinos.

Mariano de la Viña entró en la enfermería de Zaragoza asomado del todo al más allá. Carlos Val-carreres y los suyos respondieron al piloto de todas las alarmas con la profesionalidad de la eficacia. 
Era cuestión de minutos. 
El tiempo jugaba a favor de la muerte; pero el ángel guardián de los toreros entró al quite, oportuno y conciso, para burlar la cornada fatal y hurtarle a la Dama de Negro el hombre joven en donde había hecho presa.

Una vez más, el milagro de la cirugía taurina, cirugía de urgencia, cirugía a vida o muerte, ganaba la partida, como el día anterior don 
Máximo García Padrós la ganaba en Madrid ligando el caño roto de la femoral por donde huía la vida de Gonzalo Caballero.
En otros tiempos, incluso ahora en otras plazas menos preparadas, estaríamos hablando de dos dramas, de dos tragedias con crespones de luto para añadir dos nombres al martirologio del toreo.

Afortunadamente, gracias a la sabiduría, dedicación y acierto de los médicos que velan por los hombres de luces, todo parece reconducirse hacia la curación total.
Son ya muchas las veces que el oportuno capote de la ciencia burla la muerte que el pitón incuba en las entrañas; muchos los casos en que don Máximo o Carlos Val-carreres le ganan la pelea a la fatalidad para que los hombres castigados por la dureza del toro puedan seguir contándolo.

No me extraña, pues, que, tras brindarle el toro, Paco Ureña le besara la mano a don Carlos como si fuera un santo, ni que Gonzalo Caballero, en su agradecimiento por servicios pasados, le entregara con todos los respetos su montera a don Máximo.
Los toreros son conscientes de la confianza y la seguridad que da saber que estos hombres u otros similares están alerta dispuestos siempre a hacer el último quite cuando ya hayan fallado todos los del ruedo. 
Son un seguro de vida, unas eminencias que merecen ya un reconocimiento a nivel nacional.

No sé si un premio como el de la Princesa de Asturias u otro similar, pero don Máximo y don Carlos, como exponentes de todo el colectivo de cirujanos taurinos, tendrían que ser galardonados a nivel oficial por su impagable tarea de salvar vidas en circunstancias extremas.

Por mi parte, dejo aquí la propuesta con la esperanza de que tenga el eco que ambos doctores merecen.
Creo que ha llegado para ellos el tiempo de los homenajes y es de recibo rendirles este tributo más que merecido.

1 comentario:

  1. "Creo que ha llegado [para estos dos y demás cirujanos taurinos fieles y dedicados] el tiempo de los homenajes y es de recibo rendirles este tributo más que merecido." Totalmente de acuerdo. Enhorabuena. // Atte., Torotino

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