Celebra este año sus 25 temporadas como matador en activo y lo hace a lo grande: Enrique Ponce será uno de los pilares de las Ferias de la Magdalena, Fallas, de Abril de Sevilla y vuelve a Las Ventas.
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Enrique Ponce:
"Una figura se tiene que medir con todo tipo de encastes"
- "Me gustaría torear una corrida de Victorino Martín este año", señala el torero de Chiva
"No sé si será la última temporada, lo que sí le puedo decir es que va a ser una temporada muy especial porque mi vuelta a plazas como Sevilla y Madrid hacen que ya así lo sienta".
- Son palabras de Enrique Ponce en un encuentro digital que ha mantenido este mediodía con los lectores de elmundo.es.
- El valenciano ha dejado reflexiones como:
"Una figura del toreo se tiene que medir con todo tipo de encastes y de toros, aunque tengas predilección por una ganadería en especial o por un encaste en especial", y continúa: "Siempre a las figuras se les exige más que a nadie. Tenemos la responsabilidad de dar la cara y de tirar del carro de las ferias. En los años 90 se nos exigía a las figuras hacer más gestas, sobre todo en una variedad de encastes. Ahora los tiempos han cambiado y últimamente esta exigencia no es tan fuerte, incluso en el número de corridas. Antes una figura estaba obligada a torear mínimo 80 corridas de toros. En cambio ahora se torea menos".
- A la pregunta de si se plantea esta temporada alcanzar la cifra redondea de 50 toros estoqueados de Victorino Martín, afirma:
"Sí, sí me gustaría torear una corrida de Victorino este año".
Con ese toro de Samuel Flores que lo único que tenía era muchos cuernos, Enrique Ponce dio una gran lección de cómo se debe de lidiar a un toro manso y con mucho peligro.
ResponderEliminarEra un viernes 22 de agosto de 2003 cuando sobre la arena negra del coso de Vista Alegre de Bilbao apareció el cuarto de la tarde para encontrase con un Enrique Ponce magistral y obró la autentica maravilla de meter en la muleta a un toro que puso en apuros a una cuadrilla tan experimentada como la del torero de Chiva.
Gran suerte para los afortunados aficionados que tuvimos la oportunidad de ser testigos de la magnifica labor de Ponce en su segundo. En esta ocasión, un sí rotundo. Comenzó la faena castigándole duramente con media docena de torerísimos doblones hasta los medios. Un verdadero “magíster officiorum, como se decía en la vieja Roma”, así de rotundo comentaba en su crónica José L. Suárez-Guanes, para terminar diciendo “Así debía ser Domingo Ortega, dijo alguien a mi vera”.
Enrique Ponce logró que nunca tropezara la muleta, el “samuel” que siempre marco su intención de irse a las tablas que era su clara querencia de manso. Y ahí estuvo la cabeza privilegiada del torero para hacerle la única tauromaquia posible y lograr que el animal no se fuera.
La faena lógicamente no podía ser lucida, pero para el aficionado caló mucho más que aquellas que por las virtudes del toro (si es que el toro tiene virtudes) le permite al torero estar con cierta comodidad para realizar su faena.
La actuación de Enrique Ponce fue la unión de la inteligencia y el valor para taparle la salida, evitando a la vez que su desesperante y peligroso calamocheo consiguiera su objetivo que no era otro que arrebatarle el trapo de las manos. Cambiándole los terrenos, sujetándole sin atacarle, Enrique llegó incluso a prolongarle las embestidas, una lidia de un virtuoso del toreo, al que sólo dos pinchazos, intentando evitar el pavoroso fielato de aquellos exagerados pitones, dejaron sin premio.
Los compañeros de cartel del valenciano fueron El Califa y César Jiménez que Matías González le concedió una oreja.
Enrique Castillo