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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 7 de junio de 2014

MADRID: Empate a cero en una horrible corrida de Victorino Martín / J. A. del Moral



29ª de la Feria de San Isidro en Madrid
Empate a cero en una horrible corrida de Victorino Martín

J. A. del Moral
Aunque la mayoría del público vio la corrida a su favor por su gran presencia, por ser de quien fue y hasta celebraron engañosas arrancadas a los caballos desde lejos de algunas reses, la tarde fue muy a peor desde su inicio hasta un dantesco final con dos alimañas peligrosísimas. El naufragio de la terna en mayor o menor grado les hizo empatar en la nada sin mayor interés que el miedo y los horribles ratos que pasaron.

Madrid. Plaza de Las Ventas. 
Viernes 6 de junio de 2014. Vigésimo novena de feria. Tarde calurosa, entre enmarañada y soleada, con viento y más de tres cuartos de entrada.

Seis toros de Victorino Martín, muy bien presentados y de vario juego. El primero, bravito, resultó muy manejable por el lado derecho y sacó guasa por el izquierdo. Fue aplaudido en el arrastre. Bravo equivoco en el caballo y con genio en la muleta el segundo. El encastadísimo tercero pasó de bravo y noble a muy complicado y peligrosísimo tras enganchar la muleta en mitad de la faena. De manso a manejable el cuarto. Una peligrosa alimaña el quinto. Y lo mismo el sexto.

Uceda Leal (negro y plata): Pinchazo y buena estocada, silencio tras algunos pitos. Pinchazo y estocada tendida en el rincón, silencio.
Antonio Ferrera (verde botella y oro): Pinchazo y trasera contraria, silencio. Cuatro pinchazos y perpendicular trasera baja. Tras doblar el puntillero Manolo Rubio fue dramáticamente alcanzado, empitonado y herido, siendo conducido a la enfermería por las asistencias. Ferrera intento apuntillar al toro sin conseguirlo y el toro dobló finalmente tras las varias agresiones que sufrió. Increíblemente, se aplaudió al marrajo en el arrastre.
Alberto Aguilar (turquesa y oro): Tres pinchazo y media, palmas, pasando a la enfermería por su pie. Siete pinchazos, un octavo hondo y dos descabellos, silencio.

En pleno final de la feria quedaban por llegar las míticas corridas de Victorino y de Miura. Quizá las más famosas de la historia en sus respectivas mejores épocas e incluso en la actualidad. Fama que les lleva a continuar en los carteles de las ferias con más fuste aunque la de Miura es más por su leyenda que por su actual realidad, mientras que la de Victorino mantiene con ciertas desigualdades, sí, pero mantiene la fidelidad a su leyenda solo que sus corridas más famosas continúan siendo las que vimos en los 15 primeros años a partir de comprar Victorino la entones abandonada aunque ciertamente mejorable vacada de Escudero Calvo. Los “saltillos” elevados a su máxima expresión.

Sin embargo, en esta feria estamos viviendo más acontecimientos positivos que en las recientemente anteriores, tanto toreros como ganaderos. Las dos corridas que más han gustado este año en Madrid por ahora fueron la de Parladé y la lidiada antier de Puerto de San Lorenzo. Las dos, excelentemente presentadas y, además, bravas, encastadas y nobles cumpliendo a la vez las apetencias de toristas y de toreristas. No muy detrás de estas dos, hay que mencionar también la de Fuen Ymbro e incluso la de Alcurruén que echó algunos toros muy en Núñez de lo de Rincón. Va ser muy difícil esta vez que “victorinos” y “miuras” superen a las mejores versiones de los tan ridícula e injustamente denostados encastes Domecq y Atanasio. De los ganaderos que he tenido la suerte de conocer personalmente y me refiero a los abuelos antes que a los padres y a los nietos de los que fui y sigo siendo amigo, don Juan Pedro Domeq Solís y don Atanasio Fernández, creo que junto a don Carlos Núñez abuelo de los actuales, han sido los creadores y criadores más importantes y prolíficos de la historia. La ganadería de bravo y la Fiesta misma les deben mucho. El paso del tiempo está certificando lo que digo pese a que el encaste Atanasio original haya desaparecido prácticamente por exclusiva culpa de Asís Aguirre, hijo menor de Gabriel quien, si resucitara, se volvería a morir del disgusto. En fin, sea como fuere, este año la competición ganadera de la que estamos gozando en este San Isidro, hacía tiempo que no la veíamos en la primera plaza del mundo. Fue lamentable que el corridón que trajo Victorino ayer resultara tan equívocamente bravo por desarrollar más genio que casta de la buena y hasta terrible en algunos casos como los dos últimos toros.

Pero qué decir de la competición torera que hemos visto estos días, señores. Hay dos que en esta feria han roto la cúpula del toreo, tantos años cerrada casi a cal y canto: Miguel Ángel Perera y el aún más joven Daniel Luque. Y esto es una estupenda noticia. ¿No les parece? En esta feria han salido muchos toros buenos y varios de ellos les han tocado a los que podían aprovecharlos. Por eso ha sido tan buena. Y por eso los diestros más vulgares han quedado retrasados o retranqueados. Cuando no ocurre así, los triunfadores son los mediocres. ¿O no?

Pensando en este si o no, hicieron el paseo José Ignacio Uceda Leal, Antonio Ferrera y Alberto Aguilar. Iban a matar una corrida de Victorino Martín. Aunque desde hace años deberíamos decir de Victorino padre e hijo, ambos inseparables. Como nosotros de la mayoría de sus corridas en plazas de primera categoría. Veamos lo que pasó en detalle.

Muy en Victorino el hermoso cárdeno que abrió plaza. Se frenó yendo con la cara alta en el capote de Uceda que no pudo dar un solo lance a modo y en forma. Peleó con media bravura en el primer puyazo que le administraron. El segundo se lo pegó el toro por su cuenta y salió muy suelto. Uceda ni intentó hacer su quite. Pero Ferrea sí. Resultó frustrado al engancharle feamente el toro su capote. Los banderilleros fueron sorprendidos por la imprevisible oleada que pegó el toro y parearon con precauciones. Pero Uceda, no. Pareció empezar decidido y bastante bien la faena con la muleta en la mano derecha. Pero pronto alternó los pases limpios con un pajareo sospechoso. Y con la izquierda desistió pronto porque el animal no le gustó nada por ese pitón. El trasteo resultó tan desigual como falto de mando. Y la estocada, tras costarle lograr la igualada, la recetó buena tras pinchar. El toro tuvo una muerte bellísima. Aplausos para el toro y breves pitos para el matador.

Blando de remos el cuarto en su salida y nada brillante su embestir al tembloroso capote de Uceda. Al relance tomó el primer puyazo y no paró de andar el animal de un lado para otro sin fijeza hasta colocarse solo y tomar el segundo puyazo del que salió suelto. Fue picado por tercera vez por la brevedad de los puyazos anteriores. Se fue también de esta agresión sufrida defendiéndose. Se banderilleó con rapidez y sin acierto. Este fue manso sin paliativos. Y Uceda no pudo hacerse del todo con él pese a terminar manejable. No se atrevió sin parar de tirar líneas y la gente se lo recriminó.

Negro entrepelado veleto el segundo de la tarde. Más ganas que acierto puso Antonio Ferrera en su empeñoso recibo que terminó en brega contraria por lo mucho que empujo el animal para dentro. Puso de largo animal para el primer puyazo y el toro se arrancó con pronta alegría. El segundo lo tomó menos alegre y saliendo suelto. Como también de la primera chicuelina del quite a Alberto Aguilar, rematado con mucha torería. Como le habían pegado poco, Ferrera colocó otra vez de lejos al toro que tardó mucho en arrancarse. Mucho es decir poco. Tuvieron que intentar cerrarlo y el toro se fue para finalmente ir al caballo por su cuenta. Muy bien el picador Dionisio Grilo. Ferrera banderilleó en solitario clavando el primer par en corto y al salto. El segundo yendo andando en Charles Chaplin. Y el tercero por dentro. Casi todo lo tuvo que hacer Ferrera porque el animal no ayudó nada o casi nada. Había quedado prácticamente parado aunque a la espera de posibles reacciones imprevistas. Ninguna tuvo. Solo embestir muy corto, con la cara alta y revolviéndose pronto por los dos pitones. Ferrera, acostumbrado a matar muchos victorinos, teatralizó muy bien sus alardes de valor aunque pajareando hasta que, por fin y en un arranque, se marcó algunos redondos apurados. Hubo gente que murmuró contra Ferrera en la absurda creencia de que había sido bueno el animal por su alegre ir al caballo. Culpa del propio torero por ponerlo tan de lejos. Mató de pinchazo y estocada trasera contraria alargando el brazo.

El imponente cárdeno quinto con pavorosa cornamenta se emplazó sin que le dieran un solo capotazo en su salida. Tras distraerse, se fue al caballo y le atizaron estopa saliendo suelto. Tras tomar el segundo protestando, costó meterlo en el capote. Difícil de bregar. Ferrea brindó el primer par de banderillas que colocó muy trasero. El segundo, arrancando desde el estribo, mejor aunque nada del otro mundo. Nada fácil el toro. El mejor de fuera a dentro haciéndolo todo Ferrea fue el de más mérito. Las toreras precauciones que tomó Ferrera fueron jaleadas por bien vendidas. Pero luego, la gente ya no tragó con lo mismo. No obstante, Ferrea intentó pasarlo con la derecha y al no conseguirlo volvió con lo que empezó. Fue una apoteosis del macheteo. Vamos, que Ferrea no quiso ni ver al marrajo, pegando un mitin con la espada sin cesar de correr tras pinchar. No fue toro para menos ni para más. La clásica alimaña que costó mucho matar en accidentadas agresiones con los aceros de Ferrera, también con la puntilla y con uno de los banderilleros gravemente herido al intentar apuntillarle por delante, Manolo Rubio.

Me gusta mucho ver a Alberto Aguilar porque su picarón desparpajo le resulta vistosísimo. Este sí que es de los que lo hacen casi todo con gracia. Muy agresivo el entrepelao tercero, muy serio, muy de la casa. Barbeó tablas de salida y no quiso embestir al capote hasta que lo hizo echando las manos muy por delante, saltando como un delfín. Bregó Aguilar con su acostumbrada soltura para llevar al toro al caballo defendiéndose al sentir el hierro. Puesto de lejos, se distrajo y hubo que colocarlo otra vez. No quiso coles el toro hasta el último momento hasta que, por fin, se arrancó quedando más suave y noble que como empezó. Se notó en los delantales del quiete de Uceda. Sin apenas problema en banderillas. 
Alberto empezó macheteando sobre las piernas con sabor añejo y, tras dar distancia al toro, se marcó tres pases con la derecha un punto rápido pero buenos. Más despacio los dio en la segunda tanda. Por no bajarle la mano, resultó desarbolado en la tercera. Y por eso el toro se puso peor y pidió el carnet de identidad al pequeño gigante que tuvo que recurrir a otro macheteo. No hubo más modos y maneras de torear al natural que robarle medias arrancadas mientras Aguilar sufría muchos apuros que resolvió con torería. Al entrar a matar se resbaló quedando a merced del toro que, afortunadamente, no hizo por él. Repitió pinchazos porque el toro ya se las sabía todas. Y lo liquidó de media tendida atravesada. Este toro hubiera sido más fácil si en la tercera tanda con la derecha no hubiera enganchado la muleta. El gran problema de templar o no templar. No obstante, se aplaudió mucho al torero.

Alberto Aguilar salió de la enfermería pese a las leves heridas sufridas con permiso de los doctores. Y además para lidiar y matar otro animal deslucido que se dejó pegar mucho en el caballo protestando. Aguilar, visiblemente mermado de facultades por sus heridas en un gemelo y en una mano, afrontó la situación con entereza. Nada ocurrió reseñable en banderillas. Y casi otro tanto en la faena de muleta pese a los intentos de Aguilar frente a un animal casi parado que cada vez que acometió lo hizo con peligro. Tras breve y rápido macheteo, las pasó moradas para matar por empeñarse en hacerlo por arriba en nueve agresiones con los aceros. El desencanto fue general al final del festejo salvo para los que, incomprensiblemente, despidieron a los toreros con brutal crueldad.

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