El caso que en esta corrida del domlngo no se hablaba de otra cosa. En la explanada de entrada a la plaza antes del primer ta-ra-rí, en el tendido durante la función y a la salida en los corrillos habituales convertidos en animados mentideros. Todas las conversaciones casi exclusivamente iban de "la pelea" dialéctica entre el torero y el extorero metido a político. Y es que la representación de la corrida a cargo de lo que debían ser sus actores principales, los tres toreros de alternativa anunciados, dejó todo que desear. Mucho peor que la de la víspera, muy pocos pasajes despertaron interés para el llamado respetable. Aunque varios subalternos, tanto de a pie como a caballo, protagonizaron momentos brillantes en la tarde.
También "los fuenteymbros", algunos como los tres primeros con la virtud de la movilidad, aportaron lo suyo para que aquello hubiera llevado mejor rumbo.
Unos que si Morante, otros que si Abellán. Y apenas se echaban cuentas a lo que pasaba en el ruedo. Sólo en los tercios de banderillas a cargo del personal subalterno, con Javier Ambel en el primero, Fernando Sánchez en el tercero y el sexto, Curro Javier en el cuarto e Iván García en el sexto, hubo verdadero interés por la pureza y el riesgo en la preparación y ejecución de cada par que prendieron.
A todo esto también el varilarguero Vicente González picó excelentemente al quinto, haciendo la suerte con suma torería, moviendo el caballo para fijar al toro antes de citarlo y echarle el palo, agarrando el puyazo en todo lo alto mientras aguantaba el empuje del astado, muy entregado en el peto. Fue lo más emotivo y aplaudido de la tarde.
Hay que volver a detenerse en los toros, de variada presentación los titulares, y aunque algunos con falta de remate, no obstante, bien armados, y yendo y viniendo, con fijeza y "empujando" los engaños por abajo.
En todo caso el segundo apenas transmitió. Juan Leal estuvo en éste tan valentón como anodino. Y el quinto fue un marrajo, soltando gañafones a diestro y siniestro. Aquí se la jugó el francés, pero el público, un tanto angustiado de ver el panorama, no quiso entrar en la faena.
Perera había estado correcto en el que abrió plaza, pero con mucha frialdad, sin más compromiso que el de torear en línea recta. El cuarto fue toro inválido, y poco se pudo hacer.
Y de Álvaro Lorenzo hay que señalar en el tercero varias tandas por ambos pitones de muletazos en los que primó la belleza sobre la hondura. Así y todo estuvo a punto de cortar una oreja si no pincha en el primer viaje con la espada, por cierto, en la suerte contraria, que a quién se le ocurre con un toro bravo de verdad. Y ya en el sexto, remiendo del Puerto de San Lorenzo, se perdió entre muchas dudas.
Lo dicho: la gente sigue entretenida con el "combate" Morante-Abellán. Mientras no haya motivos para hablar de cosas mejores y estrictamente taurinas.
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