Jaranero
Por la parte coletuda pusieron en los carteles los nombres de Víctor Hernández y de Álvaro Alarcón, para que se las vieran frente a frente, mano a mano, que ambos agavillaron ciertos méritos durante la temporada que ahora vemos finalizar, así que los encargados de la programación venteña estimaron que ese encuentro sería del agrado de los públicos.
JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
Inicio de la Feria de Otoño en una tibia tarde otoñal. En el cartel, no podía ser de otra manera, un encierro de Fuente Ymbro. Apunta el aficionado R. que con Ésta de hoy llevamos ya vistos cuarenta y dos ejemplares de Fuente Ymbro en Las Ventas, poca cosa, y remata el aficionado A. que si contamos dos sobreros de una de esos “desafíos ganaderos”, ya estaríamos en los cuarenta y cuatro que, junto a los seis de la corrida del próximo día 9 nos pondremos en 50 ejemplares, la media hecatombe, con lo que se igualaría alguno de aquellos viejos récords de los Veragua, de cuando en Madrid salían toros del Duque a puñados.
Yo creo que hay varias generaciones de aficionados, acaso diez o doce generaciones, que no han tenido la oportunidad de ver un retrato tan constante de una misma ganadería en una sola temporada y además de una ganadería que, por otra parte, tampoco es que tenga una legión de seguidores. Digamos, poniéndonos en la cosa positiva, que nos han dado un regalo de esos que nadie quiere, ese jarrón que esperas que se caiga de la estantería y se rompa desde el primer día que lo ves; y si nos ponemos en el lado oscuro, que el señor Gallardo, don Ricardo, propietario de la vacada, ha hecho un pack, como ahora se dice, y por cada corrida de toros que le han comprado los de Plaza 1, él les ha ido regalando los novillos. O lo mismo es que los de la Empresa tienen una iguala con don Ricardo, como antes con los médicos. La cosa es que, hablando de Veragua, los pupilos de don Ricardo Gallardo provienen remotamente de la compra que en mala hora le hizo don Juan Pedro Domecq y Díez de Villavicencio a Manuel Martín de la vacada que antes había sido propiedad del Duque de Veragua. En este sentido hay que agradecer que los redactores del programa oficial hayan introducido a don Manuel entre el Duque y don Juan Pedro, para general conocimiento, y hayan alterado la jaculatoria respecto del encaste Domecq que venían publicando desde tiempo ya inmemorial.
Por la parte coletuda pusieron en los carteles los nombres de Víctor Hernández y de Álvaro Alarcón, para que se las vieran frente a frente, mano a mano, que ambos agavillaron ciertos méritos durante la temporada que ahora vemos finalizar, así que los encargados de la programación venteña estimaron que ese encuentro sería del agrado de los públicos. Con la mejor entrada que se ha visto en Las Ventas desde que acabó la Feria de San Isidro hicieron el paseíllo los citados novilleros tras los tordos jamelgos capitaneados por el severo don Francisco Javier y la gentil doña Rocío, seguidos por sus cuadrillas y dispuestos a desgranar los secretos de sus tauromaquias ante la Cátedra.
La primera desgranación vino de parte de Víctor Hernández y el material a desgranar era conocido por Taconero, número 116, de capa negra. El desgranamiento en cuestión consistió en no cruzarse ni una sola vez, dar muchos pases y telonazos de mucha longitud, y no codillear, apunta el aficionado C.. Admitamos lo del codilleo como mérito que se escapó a nuestros ojos y resaltemos, además, el indudable valor de Víctor Hernández y su disposición a mostrarlo sin ambages como elementos más positivos de su actuación que, aunque por ciertos momentos levantó determinados entusiasmos en parte del público, tampoco podemos decir que levantase pasiones. Echó abajo al FY mediante estocada hasta dentro del toro y dos descabellos y sus muchos seguidores pidieron la oreja, sin llegar a ser mayoría. Resaltemos a Marcos Prieto, antiguo recortador, con el capote, no se nos vaya a olvidar.
Álvaro Alarcón se dispuso a desgranar a Jaranero, número 135, también negro y con algo más de malas intenciones que su predecesor y hermano, que se concretaron en la cogida que sufrió el novillero toreando en los medios donde el novillo le prendió. Tras unos momentos de incertidumbre el de Torrijos remató su faena, echó abajo al novillo de una estocada entera muy eficaz y atravesando la playa de arena de miga se personó en la enfermería.
Con la incertidumbre de la cogida, sale el tercer candidato a la desgranación, que atiende por Zalagarda, número 24, corriéndose turno, segunda oportunidad para Víctor Hernández con un novillo que presenta menos claridad que el primero al que recibe a base de pases del celeste imperio rematados con un soberbio trincherazo. Un clásico inicio para seguir explotando argumentos de poco peso que no consiguen llevar al éxtasis al graderío. La estocada entera, dentro del toro, de rápido efecto, así como la predisposición de parte del público llevan a una numerosa petición no mayoritaria que, con muy buen criterio, no es atendida por el palco. Hernández no se digna siquiera a dar la vuelta al ruedo y, ciertamente, tampoco se le demanda entusiásticamente.
Se corre turno en la secuencia desgranadora y aparece en cuarto lugar el reseñado como quinto de la tarde, Vivero, número 132, con el que Víctor Hernández vuelve a dejar sus argumentos ya reseñados, lo del valor, lo de no codillear o lo de torear despegado y por las afuera. El argumentario lo basa principalmente en la mano izquierda y demuestra que anda muy toreado, que maneja la cosa técnica, que templa… y que no emociona, porque la emoción no nace nunca de la técnica, como no emociona uno de esos cuadros en que se ve a un ciervo corriendo por una foresta, por muy bien pintado que esté. A base de estocada entera consigue que las gentes se pongan firmemente de su lado y, por mayoría, es galardonado con la oreja del animal, que pasea por el anillo de manera harto parsimoniosa. Tan parsimoniosa como la “marcha del caracol” de los benhures de la mula, siempre a la caza de la propina.
De pronto se abre la puerta de la enfermería y, entre aplausos, Álvaro Alarcón recorre el callejón con destino al 9 a desgranar los dos que le están guardando en chiqueros. En primer lugar aparece Taranto, número 79, que fue un toro noble y vivo, toro de triunfo. Se echó con alegría al caballo de Bernal, que le midió el castigo, y aunque tardeó un poco en la segunda vara, acaso de tanto capotazo inútil como le pegaron, acudió de nuevo con gran viveza y alegría a la segunda. Remarquemos de nuevo la disposición de Alarcón, herido, tanto como su falta de argumentos de peso con el novillo que partió hacia el Valle de Josafat entre aplausos merecidos.
Para finalizar el festejo apareció Manirroto, número 123 que no dio opción a desgranamiento de ningún tipo porque padecía derrengamiento de cuartos traseros que deslucía todo lo que se le intentase hacer. Lo mató a la última y salió por su propio pie, que sería, en este caso, la mejor noticia de la tarde.
Jaranero y Álvaro Alarcón
ANDREW MOORE
LO DE VÍCTOR HERNÁNDEZ
LO DE ÁLVARO ALARCÓN
FIN
No hay comentarios:
Publicar un comentario