En la imagen vemos a Jesús de Almería que el pasado año cortó tres orejas en la feria, le brindó un toro al alcalde y, este año le han dejado sentado en su casa. ¡Eso se llama justicia, sí señor»
"...En estos días le hemos visto desolado y sin fuerzas para mantener sus ilusiones como torero puesto que, Jesús de Almería, derrotado y sin el menor atisbo de ánimo, ha hecho unas declaraciones inquietantes que, además de que le asiste la razón, sus quejas no le llevarán a lado alguno; más bien ocurrirá todo lo contrario. Es la dura realidad de tantos chavales que quieren ser toreros..."
Otra víctima más
Pla Ventura
A cualquiera se le desgarran las entrañas al ver las tremendas injusticias que se cometen en el mundo de los toros. Y entendemos como injusto que, un torero determinado triunfe en una plaza de toros y, al año siguiente, en la feria correspondiente ni se le llama para decirle buenos días. Tenemos decenas de casos en la presente temporada y, como no puede ser de otro modo cada cual llora con sus ojos. Y lo entiendo porque, como dije miles de veces, es mejor el fracaso que el éxito porque si fracasas ya tienes el consuelo asegurado; he fracasado, no ha podido ser y, a partir de ese momento llega la realidad y te pone los pies en el suelo.
El antónimo de lo dicho es el triunfo del diestro que, tras el mismo, ilusionado, espera como agua de mayo la feria del año venidero, convencido, claro está, de que podrá recoger el fruto apetecido y ganado en buena ley y con toda honradez. Es el caso de Jesús de Almería que, habiendo sido el rotundo triunfador de la feria de Almería, su pueblo, el pasado año, el hombre estaba convencido de que dicho éxito sería la garantía de poder volver a la plaza de sus triunfos. Nada de nada.
En estos días le hemos visto desolado y sin fuerzas para mantener sus ilusiones como torero puesto que, Jesús de Almería, derrotado y sin el menor atisbo de ánimo, ha hecho unas declaraciones inquietantes que, además de que le asiste la razón, sus quejas no le llevarán a lado alguno; más bien ocurrirá todo lo contrario. Es la dura realidad de tantos chavales que quieren ser toreros, pero no se percatan que, además de las injusticias que se pueda cometer contra ellos, el panorama sigue siendo desolador, patético y carente del menor atisbo de justicia.
Ante los ojos del aficionado, ¿tiene razón Jesús de Almería en lanzar su grito de protesta contra el sistema y, de forma concreta, hacia el alcalde de la ciudad, con dinero del municipio se organiza la feria según sus palabras? Razón la tiene toda pero un torero humilde apenas es una marioneta manejada como los demás quieren ya que, el triunfo conseguido no cuenta para nada, él es el ejemplo de lo que digo; pero no solo él, insisto que, este año, aberraciones como la suya las hemos visto por doquier y, ¿qué ha pasado? Nada.
¿Quién es el valiente que rompe una lanza por un pobre, en este caso por un torero humilde?
Desgraciadamente, como diría Krishnamurti, la vida es como es y no como a nosotros nos gustaría que fuera. Todos quisiéramos una existencia a nuestra medida en la que, junto a ella, encontrásemos la felicidad, el éxito, el dinero, la salud y todos los valores que nos pueda regalar esa cosa extraña llamada vida. Pero el sino de cada cual lo llevamos escrito en la frente sin que nadie nos percatemos del significado del mismo. Dicho lo cual, los toreros son seres de este mundo y, como tales, también sufren las desdichas diabólicas a las que nos somete el destino.
Cierto que, como sentencia Jesús de Almería, que te trunquen las ilusiones por un capricho empresarial, por la decisión de un político, porque no has caído bien a los que te rodean, o quizás no les has dorado la píldora como ellos pretenden. Qué se yo. Mil razones para que este hombre humilde y triunfador del año pasado se haya quedado en la banqueta. Eso sí, si le sirve como consuelo, que piense en Fernando Adrián que, tras salir dos veces por la puerta grande de Madrid en el plazo de treinta días, apenas tiene un contrato firmado, el de Albacete, lo que viene a certificar mis palabras aseverando que el fracaso nos puede hacer recapacitar y emprender otros caminos, pero que el triunfo, como tal, no sirva para nada, eso tiene una crueldad extrema. Cualquiera, ante una situación como la descrita puede quedar al borde de la locura.
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