"...qué pasa en el toreo actual para que Manuel Jesús El Cid, con lo mostrado en Sevilla, sufra el más imperdonable de los olvidos: ¿Por qué no torea? A fin de cuentas, como en otras muchas cuestiones, no hay más idea rectora que el propio interés empresarial..."
¿Qué pasa con El Cid?
Manuel Viera
Burladero/5 de julio de 2023
Confieso que tenía dudas con él de nuevo en los ruedos. Y reconozco que, de inmediato, se disolvieron ante la limpidez de un torero que no sólo fue transparente y puro, sino que se mostró como el idóneo para dar cuenta de las bravas embestidas de un importante toro de Victorino Martín. La calidad de la faena fue elevada y de ahí cabe deducir que estas formas de hacer y decir el toreo tuvieron su tiempo de maduración.
La ejecución fue plenamente auténtica. La versión del natural, largo, hondo e hilvanado y la naturalidad rítmica de cada uno de ellos, sumamente flexible al tiempo, dejó traslucir la vitalidad de quien volvía a torear. Lo hecho por el pitón izquierdo irradió el talante sereno de quien regresó a la plaza de sus triunfos sobrado de toreo.
Y convenció exhibiendo su lado más creativo hasta llegar a dictar una lección de pureza con la que puso a la gente en estado de gozosa embriaguez. Esa manera de torear con la izquierda, profunda y expresiva, que aplicó a sus formas con tan especial acierto, en la que la naturalidad de cada pase se unió con la facilidad creativa, convirtió su toreo en una obra cargada de sensibilidad.
Aquella tarde del pasado 22 de abril en la Maestranza de Sevilla, su tauromaquia empezó otra vez a respirar el aroma de lo trascendental, y lo trascendental es el significado más elevado de lo que hace un torero en el ruedo.
La ambición responsable, tantas veces demostrada, surgió crecida ante la deseada reaparición. Regresó y lo hizo sobre ese albero convertido en perfecto triangulo conformado por él, el toro y el público. Provocó sensaciones que de inmediato se transfiguraron en emociones y en el inmenso goce de sentir arriba lo que se hacía abajo.
Habría que preguntarse, entonces, qué pasa en el toreo actual para que Manuel Jesús El Cid, con lo mostrado en Sevilla, sufra el más imperdonable de los olvidos: ¿Por qué no torea? A fin de cuentas, como en otras muchas cuestiones, no hay más idea rectora que el propio interés empresarial. Lo cierto es que el traje de torear, de quien el sueño del retorno se le ha fundido en pesadilla, sigue a la espera de que un día se lo pueda volver a enfundar. ¡Qué cosas!
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