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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 6 de abril de 2010

APUNTES SOBRE LO POCO / Por Bocanegra

Cómo está el ganao....

APUNTES SOBRE LO POCO

Por BOCANEGRA
06/04/2010
La lectura de esas “Variaciones sobre la nada” recogidas de los periódicos del lunes por José Ramón Márquez, refuerzan mi convencimiento de que el mayor perjuicio a la Fiesta se lo infligen quienes moran en las dependencias internas. A la luz de las reseñas entresacadas, el domingo de Resurrección soportado por las aficiones de Madrid, Sevilla y Málaga fue de aúpa. El sarpullido de la defraudación comenzó a brotar en esta última plaza la víspera con la cacareada corrida picassiana cuyo resumen se sustanció en oprobioso muestrario de toros descastados e inválidos rotulados con el hierro de Luis Algarra. O sea que del Grandioso Espectáculo anunciado en los afiches propagandísticos sólo brillaron vestuario y atrezzo.

De lo sucedido en la plaza de Sevilla doy fe porque estuve allí en la apertura de la temporada. Fui con la mosca tras la oreja, maliciándome que la corrida iba a tener poco de brava y, a la postre, lo acontecido dio fundamento a mis recelos. Más de lo mismo. El abanico ganadero de las primeras figuras parece tener un solo color en distintas tonalidades: Domecq y derivados. De los 6 HERMOSOS TOROS 6, de la ganadería de Don Daniel Ruiz, sólo dos consiguieron mantenerse en pie hasta al final de la lidia. Los otros cinco, sobrero incluido, salieron sin dos adarmes de meollo. Vamos, una filfa en toda regla.

Pero el respetuoso, silente y munificente público sevillano a la vista del escachifollado sucedáneo no manifestó descontento alguno. Ni siquiera porque a la lidia se le extirpara la suerte de varas dada la ostentosa flojedad del ganado. Al contrario. Parte de la concurrencia, en alta voz, instaba a los picadores a que condonaran el castigo y, gracias a la adopción de la salvífica medida se evitó que al primer toro le siguieran otros más, camino de vuelta a los corrales.

Estaba claro que la gente había acudido a esa primera corrida del año en actitud eutrapélica, con la largueza heredada de sus mayores muy alta, tanto que compensó con sendas orejas a Morante y Manzanares en cuanto esparcieron por el ruedo un puñado de detalles toreros.

Los artistas como Morante, con el toro noble, dulzón y pastueño, lucen mucho. El toro que se torea solo, les permite fijar el mentón en el pecho, jugar los brazos con gráciles movimientos, pintar lances de aristocrática coquetería y desplantarse con desusada torería. Reconozco que la naturalidad con que toreó el diestro de La Puebla pinzó la fibra sensible de su público, en Sevilla más suyo que de ningún otro torero, y éste se lo agradeció con una de las orejas del toro y tal cantidad de vegueros en la vuelta al ruedo como para montar un estanco.

Hoy, en La Real Maestranza, por un par de buenos muletazos, un cambio de manos, un pase de pecho y una contundente estocada, cobrada a la velocidad del rayo, a cualquier Periquito le hacen fraile y a José María Manzanares, niña de los ojos de esa afición, le cuesta poco cortar orejas. Suerte que tiene y para sí la quisieran muchos. En plaza que yo me sé, otro gallo habría cantado, probablemente para protestarle la ligereza del muleteo, el abuso del pico de la muleta y lo desajustado del embroque.

El lote más escacharrado le tocó a Miguel Ángel Perera de quien, tras prolongada ausencia en el coso que los sevillanos llaman del Baratillo, se esperaban admirables revelaciones. ¿Con aquel hato? ¡Tararí que te vi! El do de pecho tendrá que entrenarlo para la feria y confiar en que los Ventorrillo y Fuente Ymbro sean harina de otro costal.

La parte pedagógica y de recapitulación del festejo sobrevino en la fila de atrás. Una familia de norteamericanos, matrimonio y dos niñas, no se cansó de tirar fotos a todo lo que apareció por el ruedo, toros, toreros, cabestros. La madre, de carácter entusiasta, cada dos por tres, emitía los típicos gritos admirativos de los yankis. ¡Guauuu! ¡Yuhuuu! y prodigó comentarios de ruborosa traducción acerca de los toros:

- Oh my God! What a fierce bull!
(Dios mío!, que toro más fiero)

Su vecino de localidad, Cónsul de España en un país iberoamericano según le explicó más tarde, terció para dejar claros los conceptos:

- Don’t be wrong, lady. That’s not a bull, that’s a donkey.
(No se equivoque, señora. Eso no es un toro, es un burro)

- So, what are the bulls like? (Entonces, ¿cómo son los toros?)
Objetó la desconcertada espectadora

- You should come much more days in order to see it. (Tendría que venir muchos días para poder verlo).

Concluyó el resignado diplomático, buen conocedor del paño.

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