Jorge Arturo Díaz Reyes
Colombia, 24712/2011
“El estado natural de la fiesta es la crisis”. Aun en sus épocas más prósperas, las debilidades internas y las agresiones externas han dado pie a incertidumbres, alertas catastróficas y desahucios. El “esto se muere” de los amigos, y el “esto hay que matarlo” de los enemigos, ha sido siempre un plañir tan propio de las corridas como el ole.
Flojos taurinos y tenaces antitaurinos, llevados, unos por el miedo y otros por el furor, han clamado juntos, no solo que el toreo no es eterno, sino que su fin es ya. Pero siglo tras siglo, década tras década, año tras año, se han equivocado. Ni las avilanteces de los parásitos, ni las autoflagelaciones de los fanáticos, y ni las conjuras de los perseguidores, han logrado hasta hoy abolir el rito, el espectáculo, el negocio, el arte, que llamamos Fiesta.
Los gritos de !Pureza total o nada!, de los iluminados, a coro con el !Nada! de los inquisidores, y el de !La bolsa o la vida! de los depredadores, no han logrado su cometido. Para cada vez mayor encono de todos ellos, aun acosada, infamada y lesionada, la fiesta, resiste, aguanta, para, como dicta sus cánones. Ni las descalificaciones, ni las persecuciones, ni las excomuniones, ni las prohibiciones reales, ni los anatemas políticos han logrado abolirla. Contra todo y sobre todo, ha llegado en pie desde la prehistoria, hasta este duro 2011, también "de crisis", de asedio, de prohibiciones.
Porque, al fin y al cabo, el riesgo, el vencer la dificultad, el encarar la muerte con decoro, son la esencia misma del toreo. La razón de ser, que le ha conferido, significado respeto, y trascendencia. Los toros mansos y los toreros cobardes huyen. También los malos aficionados, ganaderos y empresarios. Pero los bravos, los valientes, los leales, han aguantado, una y otra vez, manteniendo vivo el rito a través del tiempo.
Este año taurino, ha sido duro, ha embestido y ha tocado carne. Hachazos como los de Cataluña y Quito y amagos como los de San Sebastián, Colombia, Venezuela y Francia, reforzados por la recesión económica mundial, y la voracidad de los oportunistas, han alejado público de las plazas, disminuido el número de festejos, golpeado las ganaderías, mermado la confianza, e inducido pesimismos, timideces y deserciones.
Igual que las corridas duras, este 2011nos ha exigido a todos la documentación. Pero no hay que dolerse al castigo, pues igual que con aquellas, al final, sabremos quién es quién. Entre más bravo el toro mejor la corrida. Con los que no reculen, con los que no tomen el olivo, la fiesta continuará porque sus valores son eternos, o deberían serlo para que la humanidad conserve decencia.
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