- "Cuando el toro me pegó la cornada tardé 11 segundos en perder toda la sangre que tenía en el cuerpo y me quedé con la nariz perfilada y las pupilas dilatadas. Estaba en coma mortal y hasta pasados 21 días yo no sabía que estaba en este mundo”.
- Peralta comprendió que lo que necesitaba su amigo Ostos con urgencia era sangre, así que se dirigió a voces al público pidiendo donantes del grupo cero positivo. “Ostos se está muriendo”, y tras el grito se formó una fila de 300 personas a las puertas de la enfermería.
- A decir verdad Jaime Ostos no sólo tuvo buena relación con el Generalísimo. Uno de los políticos del franquismo con los que forjó mejor amistad fue José Utrera Molina. “Es la persona más íntegra que he visto en mi vida. Yo le pedía favores para ayudar a los pobres, para que facilitara casas a quien no tenía. Yo no me explico cómo le han quitado la calle estos comunistas de mierda”.
JAIME OSTOS, TORERO
'Los médicos no se atrevieron a cargar con mi muerte'
El 17 de julio de 1963 la Tauromaquia estuvo a punto de inscribirle en sus páginas póstumas. Una cornada le hizo desangrarse hasta rozar una muerte que dieron por segura.
Dice que la pérdida de sangre es una de las mejores sensaciones que se pueden tener. Y no se trata de ninguna boutade porque tras perder cinco litros por una de esas cornadas que te matan o te retiran de los ruedos, Jaime Ostos asegura que experimentó sensaciones desconocidas hasta entonces. Que lo que él sintió fue un estado de tranquilidad, conformismo e incluso felicidad. Era el 17 de julio de 1963 y Ostos toreaba en Tarazona (Zaragoza) junto al rejoneador Ángel Peralta y los toreros El Viti y El Caracol. Ostos recibió al primer toro de la lidia ordinaria con unas ajustadas verónicas. Tras dos varas y dos pares de banderillas, el torero no se acababa de sentir cómodo por el viento que se levantaba a rachas. Cuando citó por naturales al morlaco -de la ganadería de los Hermanos Ramos Matía- una ráfaga de viento descubrió el engaño, y eso le costó una cornada de gravedad en la femoral.
Moribundo
“Ese día no sentí nada. La pérdida de sangre te relaja muchísimo. Ves unos colores y unas cosas que luego no los he encontrado en la naturaleza. Cuando el toro me pegó la cornada tardé 11 segundos en perder toda la sangre que tenía en el cuerpo y me quedé con la nariz perfilada y las pupilas dilatadas. Estaba en coma mortal y hasta pasados 21 días yo no sabía que estaba en este mundo”.
En la agonía del trayecto entre el coso y la enfermería, los compañeros que llevaban a Jaime Ostos en volandas temieron lo peor, algo que los médicos confirmarían al ver al torero moribundo y casi sin sangre. “Ninguno de los médicos que había en la plaza quiso mancharse las manos, prefirieron redactar el acta de defunción porque no querían que se les atribuyese mi muerte”, recuerda. Entonces, Ostos estaba postrado en la camilla y no era más que un cadáver al que ya ni siquiera faltaba que le dieran la Extrema Unción.
Lo que iba camino de convertirse en la enésima muerte de una figura en el ruedo acabó casi como un milagro. Y todo gracias a Ángel Peralta, que no aceptó aquel velatorio anticipado e irrumpió en la enfermería con providencial oportunismo. Al ver la escena, Peralta comprendió que lo que necesitaba su amigo Ostos con urgencia era sangre, así que se dirigió a voces al público pidiendo donantes del grupo cero positivo. “Ostos se está muriendo”, y tras el grito se formó una fila de 300 personas a las puertas de la enfermería.
El rejoneador taponó enseguida la herida de Ostos y, antes de iniciar la transfusión sanguínea, estuvo a punto de concretarse la tragedia cuando comprobó que en la enfermería no había agujas. Hubo que ir al pueblo de al lado, Tudela, para salvar al maestro. Una vez con las agujas, Peralta abrió una vía en cada brazo de Ostos para inyectarle la sangre que sacaba de los voluntarios. “La cornada me había partido las venas y las arterias: la ilíaca y la femoral. La cornada salió en el NODO. Se ve perfectamente que el toro me pega una voltereta para arriba y que más tarde me quedo de pie emanando sangre a chorros”.
A pesar del coma en el que estaba, Jaime Ostos aún guarda recuerdos de esas horas infaustas en las que la muerte rondó varias veces la enfermería de Tarazona. “Cuando estaba tumbado en la camilla escuchaba a los médicos y cuando desperté del coma les conté todo lo que se dijo en la habitación y se quedaron estupefactos”.
Bacanales romanas
Desde luego, algo de parasicología hay en este capítulo de su vida por el que más tarde se interesaron hasta profesores que le dijeron que era normal que recordara cosas. “Cuando el toro te pega la cornada sientes como una onda fuerte que poco a poco va disminuyendo hasta que ya no la oyes. Los que estudian la parasicología me dijeron que el alma sale del cuerpo y empieza a girar sobre el cuerpo y se va desprendiendo de él. El cuerpo no admite que te vayas y te quiere retrotraer. Yo no he tenido tanta paz como haciendo ese trayecto de ida y vuelta. Es increíble, eres feliz, todo te parece bien, ves colores impresionantes, te sientes arropado por una nube de colores que va y viene, es una fantasía”.
El torero siempre ha presumido de ser un apasionado de los libros. En uno de ellos descubrió que no había nada de extraño en lo que había sentido al quedarse prácticamente sin sangre. “Una vez leí que cuando los romanos estaban en las bacanales y estaban hartos de todo tomaban un baño de agua caliente y se cortaban las venas para conseguir esa tranquilidad y felicidad que luego sentí”.
Claro que lo de coquetear con la muerte ha sido una constante en su vida. A sus 82 años no sólo puede presumir de cornadas sino de haber salido ileso de tres accidentes de avión en los que hubo 32 muertos. Hay uno de ellos que no olvida fácilmente, ya que se produjo un 31 de diciembre. Ostos y su cuadrilla habían toreado en México y se dirigían a Lima cuando a la altura de Guatemala se descolgó uno de los motores del avión y ya no pudieron volver a México porque había cerrado el aeropuerto debido a la calima, que es como allí llaman a la niebla muy densa. Cuando se aproximaban al aeropuerto de Guatemala el aparato se desplomó con el resultado de 16 muertos. “Como todo tiene su parte irónica uno de mis banderilleros se cortó una oreja, y yo le dije: hay que cortarle la oreja a los toros, no a los banderilleros. Eran las 5 de la tarde del 31 de diciembre. Cogimos otro avión y a las 12 de la noche estábamos tomándonos las uvas en la escalerilla del avión”.
Cuatro pastillas al día
Si algo demostró ese día es que, a pesar del accidente, no le cogió miedo al avión. Algo más tardó en reaparecer en los ruedos después de la cogida de Tarazona. En concreto, casi un año y medio. “Cuando volví a ponerme delante de un toro fue la tarde más amarga de mi vida”, recuerda. Ostos reaparecía en Nimes (Francia) y la comisión de Fiestas desechó los seis toros que ya se habían seleccionado de la ganadería de María Teresa Oliveira. Los cambiaron por otros seis que tenían mayor cornamenta y eso tuvo consecuencias. “Cuando llegamos a la plaza Antonio Ordóñez dijo que no toreaba, entonces yo me encontré en una encrucijada porque toda la afición estaba pendiente de mí tras año y medio sin torear”. Pero nada asustó a quien había recibido tres extremas unciones que además no le impidieron seguir toreando. Se podría decir que el episodio de Tarazona tan sólo le dejó secuelas físicas, claro que no es para menos cuando la cornada es de cinco trayectorias. “Corro todos los días 10 ó 12 kilómetros para favorecer la circulación de mi pierna derecha. Llevo 50 años curándome de esa cornada. Todos los días desayuno mis cuatro pastillas... y pa’lante”.
Tal fue el impacto de su cornada que incluso los ministros de la época le mandaron telegramas y se preocuparon por él. Precisamente quién no lo hizo fue Franco, quien había ido a ver torear muchas tardes a Ostos que siempre le brindaba algún toro. Hubo un chiste en Andalucía tras la cogida de Tarazona. Se decía que el verdadero motivo por el que Franco no había llamado al torero era por haberle quitado el protagonismo al 18 de julio en todas las portadas de los periódicos.
A decir verdad Jaime Ostos no sólo tuvo buena relación con el Generalísimo. Uno de los políticos del franquismo con los que forjó mejor amistad fue José Utrera Molina. “Es la persona más íntegra que he visto en mi vida. Yo le pedía favores para ayudar a los pobres, para que facilitara casas a quien no tenía. Yo no me explico cómo le han quitado la calle estos comunistas de mierda”.
Y es que para Ostos da igual ser de derechas o de izquierdas mientras se proporcione bienestar a los españoles. “Me da igual que uno de derechas no dé un soplido -que lo hace por tacaño- a que lo haga uno de izquierdas que además lo hace por odio y por envidia”. Además reconoce que políticamente nunca ha sido de ningún partido político y, lo más importante, que no ha recibido ni un duro de ningún político.
De bruces con Manolete
Pero una cosa es no pertenecer a ningún partido y otra no ser activista cuando la ocasión lo requiere. El año pasado, Ostos se dirigía a ver una corrida en la plaza de Santander cuando un grupo de 15 o 20 antitaurinos no paraba de gritar a los aficionados que había en los aledaños. “Había más mujeres que hombres, me acerqué a una de ellas y le dije: yo a ti te conozco, tú eres de las que siente lástima con la muerte del toro pero sin embargo luego os veo en las manifestaciones pro aborto, os parece bien matar a los niños indefensos en el vientre de sus madres. La cara de la chica fue un poema pero es que hay que defender la Tauromaquia, que es un arte. Siempre hay quien escribe y pinta sobre toros. ¿Acaso Goya era un gracioso?”.
Posiblemente la primera vez que se convenció de que su vida iba a estar ligada al mundo del toro fue cuando con 11 años se tropezó -y nunca mejor dicho- con Manolete en Écija, su pueblo. “Iba al instituto y me dijeron: ‘¿Sabes que está Manolete en el hotel Comercio?’ Eché a correr y cuando subí la escalera tropecé con un hombre que me puso la mano en la frente y me dijo: ‘Muchacho, ten cuidado, que te vas a caer’. Levanté la cabeza y vi que era Manolete. Aún recuerdo su rostro y hasta cómo iba vestido. Moriré con esa imagen”.
Ahí comenzó la leyenda de un torero que de niño no desaprovechó la oportunidad que suponía que algunos de sus compañeros del colegio fueran hijos de ganaderos. “Un día el hijo de Benítez Cubero nos invitó a un tentadero y yo fui el único que se atrevió a torear. Como es natural el animal me pegó una paliza pero me provocó una emoción difícil de explicar”. Casi tanto como haber recibido tres extremas unciones y volver a salir a la plaza.
***
La Gaceta Intereconomía
Recuerdo como si se tratara de ayer la grave cogida de Jaime Ostos en Tarazona, fueron momentos de angustia los que se vieron por parte de todos los españoles y en especial como es lógico y natural a toda la afición taurina española que estuvo en vilo y temiéndose lo peor.
ResponderEliminarGracia a Dios que puso sobre unos hombres toda la sabiduría de la ciencia médica, se pudo sacar adelante la vida de un torero que se pedía a chorros cuando entro en la enfermería.
Yo tenía por aquel entonces 20 años y era un gran admirador de Jaime Ostos, como lo era también de todos los que componían la gran baraja de matadores de aquellos años, Antonio Ordóñez , Romero, Chamaco, Puerta, Camino, Viti etc etc. Así mismo había otra baraja de segunda fila que competían en muchas ocasiones con estas figuras. Caso de Fermín Murillo, Andrés Vázquez, Miguelin, Andrés Hernando etc etc.
Una vez dicho esto y teniéndole el máximo respeto a todos los profesionales que hallan demostrado con gran dignidad su profesión sea cual fuese ella, no quiero pensar si encima de todas ellas está la de torero, entonces como se suele decir “apaga y vámonos”.
El torero, aparte de serlo tiene que parecerlo, incluso cuando ya esta retirado y gracia a Dios son muchos los años que lleva retirado, es el caso de Jaime Ostos, que si en aquel fatídico 17 de julio de 1963 en la plaza aragonesa de Tarazona, nos dice que a mediados de 2013 estaría entre nosotros vivo y “coleando”, (lo de coleando lo entienden perfectamente) nadie se lo hubiera figurado.
Sobre lo que el torero tiene que parecerlo siempre, es donde este gran torero que fue y del que fui gran admirador como Jaime Ostos, deja mucho que desear cuando se pasea por ciertos platós de televisión entrando en ese absurdo pero rentable mundo del cotilleo, esto no es de torero y mucho menos de hombre, con todo lo que lleva consigo la palabra hombre.
Sobre las ideas políticas de las personas, todas, absolutamente todas son dignas y respetadas, coincidan o no con las nuestras, eso no tiene vuelta de hoja, otra cosa es con la formas y con la educación con que uno se manifieste, y aquí vuelve a fallar una vez más el que fue gran torero y del que fui, y vuelvo a repetirlo gran admirador, como lo fue el ecijano Jaime Ostos.
Cuando el Sr Ostos, dice “estos comunistas de mierda”, se está calificando así mismo. Y es que para algunos ha sido más fácil ser torero que persona educada.
Pues como dice esa expresión proverbial “Con su pan se lo coma”.
Miguel Jesús Serrano
..."comunistas de mierda"... que daño hacen al mundo!
ResponderEliminarSr. Miguel Jesús Serrano... creo que Ostos ha explicado muy bien el por qué los comunistas son "de mierda"... y usted no ha tenido ni la maestría, ni la claridad para explicar por qué no lo son.
ResponderEliminarHoy le he echado un repaso a distintos posts y he podido comprobar que había algunos comentarios sobre el que yo hice de Jaime Ostos.
ResponderEliminarMe sorprende el que se dirige a mí diciendo Sr Miguel Jesús Serrano… Este comentarista indica que Ostos ha explicado muy bien el por qué los comunistas son de “mierda”…Pero yo le diría a este VALIENTE anónimo, que por lo visto le sobra mucha maestría y claridad, pero que tanta falta de “valentía” se le supone, que me explique es porque ciertos pensamientos son de mierda y otros no. Y cuando me explique OBJETIVAMENTE por qué son de mierda los comunistas, y quede convencido con su claridad y maestría de explicármelo no tendré ninguna duda en reconocérselo y hacérselo saber.
Saludos
Miguel Jesús Serrano