Morante...
"...Debemos estar prevenidos, pues, y pensar qué hacer para que esta temporada morantera no se quede sin un reconocimiento público, porque lo que está claro es que hay que darle un premio, sea cual sea..."
...y la media
Morante busca un premio como sea
José Ramón Márquez
Hay que ir pensando, ahora que llegan los fríos, en abrigar a Morante de la Puebla, dándole un premio. Por lo que se ve, nadie da el paso adelante para reconocerle públicamente su valía en este año crucial y, por eso, queremos ser los primeros, para que luego no se diga, que el hombre este año ha acumulado méritos más que suficientes de todo tipo.
Debería tenerlo fácil nuestro Morante para llevarse el Prestigioso y Pingüe Premio Paquiro (PPPP) en la que acaso sea su última edición; es un premio que le va como anillo al dedo. Salvo que los jurados paquiros hagan otra de sus increíbles piruetas para volver a dárselo, por sexta vez, a su receptor natural, el torero retirado José Tomás, el más aquilatado merecedor del mismo sería José Antonio Morante, que sólo lo ha recogido una vez nada más. Cuenta en contra de Morante el hecho de que es posible que el elevado tribunal que otorga tan pingüe galardón se ampare en que, para ellos, lo más significativo de la temporada haya sido la ausencia de los ruedos del Comandante de Puesto de Galapagar, tan añorado de igual manera, aunque por distintas razones, por serios hombres de empresa como don Luis Abril y por reventas como el Globero o el Pepito. Diremos con absoluta sinceridad que, si nos fuera otorgada la dichosa venia de dirigirnos al jurado del PPPP, emplearíamos toda nuestra elocuencia en demandar el premio para Morante, pues creemos que nadie lo merece más justamente que el de La Puebla, ya que suma a la claridad de sus ideas taurinoteológicas, explicadas de manera magistral en una reciente entrevista publicada en la revista Aplausos, la rotundidad de sus argumentos toreros expresados en este año en la alfa de la inmortal faena de Pontevedra, que vendría a ser justa continuación a su cumbre taurómaca dictada el año anterior en la Monumental de Cantalejo, y en la omega de la pavorosa cogida que le infirió el becerro “Oloroso” en Huesca, cuya auténtica gravedad debe ser juzgada en relación al tamaño relativo del animal que tenía enfrente y a los pitones que ostentaba el mismo.
Sabemos que muchas veces la justicia está reñida con el mérito y, por ello, cabe la posibilidad de que los endurecidos corazones de los miembros del jurado, acaso por no hacer sombra al divino Tomás, busquen una solución de compromiso que lleve la talegada que dan a otras manos que no sean las de Morante. Ante eso hay que pensar soluciones, porque es evidente que una temporada tan impecable como la que ha desarrollado el de La Puebla, rematada con la media verónica de su espléndida entrevista, no debe quedar sin público reconocimiento, y que ese premio también serviría para hacer muy felices a los miles de seguidores del torero repartidos urbi et orbe, a la sevillanía más militante y flamenca y a los señores Maestrantes, en cuya plaza de toros apenas ha hecho nada aún nuestro Morante, más que amagar y no dar.
Debemos estar prevenidos, pues, y pensar qué hacer para que esta temporada morantera no se quede sin un reconocimiento público, porque lo que está claro es que hay que darle un premio, sea cual sea. Podríamos pensar en el Pulitzer, a raíz de su entrevista en Aplausos, purísimo ejercicio de descarnada sinceridad; o en el Príncipe de Asturias a lo que sea, disputándole el paseo por entre los gaiteros que interpretan la antigua canción de las francachelas a la mismísima Margarita Salas; o el premio Nobel de Medicina, por su espectacular curación de las pavorosas cornadas recibidas; o la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, por las fatiguitas y los trabajos que le suele costar ponerse frente a sus oponentes; o el premio Hugo, de Ciencia Ficción, por la ficción de su toreo; o el Goya al mejor atrezzo por su exhibición de una silla en la charlotada de Ronda; o el Premio Nacional de Gastronomía, por lo que le gusta papear y lo bien que le sienta, que no hay más que verle; o el Premio Nacional de Circo, por su ayuda a la difusión en las plazas de toros, de las artes circenses. O que le den el Euromillón, como a ese de Almuñécar, pero que no se quede la cosa sin premiar. Que le den un premio, por favor, el Premio Florencio de Uruguay; el Flor Natural de Murcia, el de la Asociación de Amigos de la Pintura en Socuéllamos, el Premi Coreográfic de Sant Boi de Llobregat, el Premio al Cariño del Público de Reus, el Naranja y el Limón de la peña Primera Plana, el Premio del Tren, el Premio Rosa de Venta de Baños, el premio del concurso de escaparates de Melgar de Fernamental, el premio de belenes de la Junta Central Fallera, o el Nadal, ahora que viene la Nochebuena... Un premio, payo, dadle un premio, primo, por pura justicia, por humanidad.
¡Por Dios! Este hombre no puede quedarse este año sin un premio.
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