La corrida de Guachicono, espeluznantemente armada, cinqueña y desclasada, exigió la terna caleña dándole tintes dramático a la tarde
CALI / 7ª DE FERIA
Orejas de verdad a Bolívar y Rivera
Jorge Arturo Díaz Reyes
Cali, Colombia, XII 31 13.- Ligeros de arrobas, vareados, pero adultos, veloces y pitonudos a decir no más. En Madrid, Bilbao y Pamplona los echarán más grandes, más pesados, quizás más viejos, pero no con más descarados, ni más puntudos, ni más veletos.
Impresionaron con sus caras, buena pinta y mal genio. Por lo demás, correosos, delgados como galgos, 456 kilos promedio, por debajo del de cualquier novillada en Las Ventas, por ejemplo. Con acometidas inciertas, brutas, azarosas. El segundo tumbó a Viloria en la puerta. El cuarto se le arrancó pronto desde los medios a Torres para la mejor vara de la feria. ¡Una! y qué ovación. Perlaza y Bolívar a por todo, cogidos, salvaron el cuero de milagro, y Rivera, fuera de sí, con no menos exposición se libró no sé como. Fue una tarde de sustos, de verdad, de terca y fiera competencia. Toros y toreros a vida por vida. Como añoran los nostálgicos del todo pasado fue mejor.
La mujer de Perlaza se desmayó en un palco, cuando él, entrando a matar al primero, recibió un puntazo en el pecho que le perforó la chaquetilla, el chaleco y le abrió una tronera en la camisa. Y la novia de Bolívar, demudada estuvo a punto cuando en la primera miguelina del quite cayó a la arena cara con cara con furioso que le tiraba con todo. Es que los ofensivos del Patía tuvieron fotogenia y fiereza pero nada de lealtad. Todo fue una lucha, dura y cruda. De las de antes, azusada por la rivalidad grosera de los tres paisanos. Mejor dicho, la verdad desnuda de la fiesta.
Paco Perlaza, de cuna torera, curtido en todo, desde pueblos de guerrilleros hasta plazas de primera, estaba en su salsa, con una sonrisa burlona, que no perdió en toda la tarde, cuando fue por el impresionante cuarto, pasó frente a César Rincón, lo miró, señaló el toro con las cejas, divertido y cómplice, agarró de las tablas, se pasó seis veces la puntas por el cuello, y pa'lante como si nada, riendo. La brega tuvo menos orden que la primera porque venía el toro en oleadas y arreos, cazando moscas, pero él siempre pudiendo, sufriendo y gozando. Torero desde que nació. A ley lo pinchó, y luego le metió la espada entera. Listo. Con el primero igual, aunque cuando lo mató nos pegó el susto a todos y saludó
Luís Bolívar, como novillero en capea de oportunidad, vehemente, jugándose a cada suerte con sus dos destartalados peligrosos, avisados. Afaroladas de rodillas, verónicas raudas, espaldinas de miedo, cogida impresionante, pelea cuerpo a cuerpo en el suelo, y dos faenas de rabia y estremecimiento. Deslavazadas claro, porque sus toros como acobardados por tanta locura se le corrían. Estocada desprendida al segundo, y estocadón al quinto para trofeo y fiesta.
Ricardo Rivera, parecía enajenado desde el paseíllo, pálido, hablaba solo y gesticulaba raro, pero cuando se paraba frente a sus toros, los aguantaba y los mandaba, parecía el más cuerdo de todos. Dio, sin duda las mejores tandas de la tarde, templadas, consintiendo lo indecible, inexplicablemente no resultó cogido como los otros. Pero puso la plaza a bramar, y él, como si estuviera en trance. Le premiaron la primera estocada honda y le aplaudieron sin premio la del último porque pinchó
La proverbial “corrida de los colombianos” que llamamos acá, y que hoy fue de los caleños, hasta el ganadero lo era, injustamente no tiene mucho crédito, solo llenó media plaza. Debe ser porque la verdad nunca es popular.
FICHA DEL FESTEJO
Martes 31 de diciembre 2013. Plaza de Cañaveralejo. 7ª de feria. Sol. Media entrada. Seis toros de Guachicono (en Domecq), cinqueños, muy armados, vareados, broncos, con genio e ideas, aplaudidos de salida todos y de arrastre 1o y 4o.
Paco Perlaza, saludo y silencio.
Luís Bolívar, saludo y oreja.
Ricardo Rivera, oreja y palmas
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