Si Felipe y Letizia van al fútbol, al baloncesto, al tenis, al teatro, al cine y a los conciertos, no pueden marginar a los toros. No harían un buen negocio para ellos porque el mundo taurino se les pondría en contra y perderían la simpatía de un numeroso grupo de españoles. Y los tiempos están para sumar, más todavía con la Monarquía en crisis desde hace años.
Los toros del Rey
- La afición le agradeció en Madrid, en la de Beneficencia, su apoyo siempre a los toros., Y con esa ovación clamorosa de bienvenida y fuerte de despedida le pedía también que la Casa Real siga defendiendo este espectáculo tan nuestro. Felipe y Letizia deben mirar a don Juan Carlos y a la Infanta Elena y seguir la tradición taurina monárquica
Ricardo Díaz-Manresa
A Juan Carlos Primero hay que agradecerle profundamente que haya sido y vaya a seguir siendo aficionado a los toros, heredero de la afición de su madre, doña María de las Mercedes, y transmisor de esta afición a su hija Elena, a la que le gustan de verdad. De ahí la clamorosa ovación al aparecer en el palco real en la Corrida de la Beneficencia, la más larga y emocionada que haya recibido en esta plaza –yo las he vivido casi todas- y no sé si en su vida. Estuvo a punto de llorar. Se le veía el sentimiento en la cara y en los ojos. Y tampoco estuvo mal la de la despedida. Y es que el mundo de los toros es muy agradecido.
Tú me ayudas y me has ayudado y yo te aclamo.
Don Juan Carlos se va y se deja varios toros vivos, como la independencia de Cataluña, las otras independencias y el caso Urdangarín-Cristina, decisivos según sea la solución para recuperar el prestigio de la Monarquía o que siga cuesta abajo.
Pero eso que lo solucione Felipe de Borbón y los políticos. Estamos para hablar y escribir de toros y de su futuro. Juan Carlos, Rey, fue a los toros lo que podía, mientras la Reina les tenía una profunda aversión, que intentó colocar en su único varón y que, al menos y hasta el momento, lo dejó neutral aunque las plazas de toros las ha pisado poquísimo, con o sin Letizia.
Y aquí viene la función del heredero. Los toros son el segundo espectáculo de masas de España, con grupo social importantísimo, su influencia evidente y a los aficionados a los toros nos gusta que nos respeten y, en este caso del primer español, que nos apoyen. Y ahora hace más falta que nunca.
Si Felipe y Letizia van al fútbol, al baloncesto, al tenis, al teatro, al cine y a los conciertos, no pueden marginar a los toros. No harían un buen negocio para ellos porque el mundo taurino se les pondría en contra y perderían la simpatía de un numeroso grupo de españoles. Y los tiempos están para sumar, más todavía con la Monarquía en crisis desde hace años.
La Familia Real debe apoyar –les guste o no- la actividad taurina que interesa a tantos millones de españoles y porque, además, es fuente de riqueza, en puestos de trabajo directos entre los profesionales del toreo y, por supuesto, en toda la industria del turismo, de los transportes, de los hoteles, restaurantes, tiendas y para toda la ciudad que tenga espectáculos taurinos sueltos o una feria. El atractivo es innegable.
Que pregunte en las ciudades que antes había toros y ahora no, Barcelona y San Sebastián a la cabeza, cuánto se ha perdido económicamente. No se puede contabilizar por imposible los sentimientos perdidos y todavía y por mucho tiempo sufridos y tanta cultura española tirada al retrete nacionalista que tanto hiede. Y con tanta libertad de expresión y de elección destrozadas.
Estoy seguro que Felipe y Letizia harán caso de los buenos consejos y los veremos por las plaza de toros. Que pregunten a sus allegados y consejeros lo que decía Ortega y Gasset y saquen conclusiones.
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