Sánchez “el conciliador”, digno continuador de la obra de Zapatero, ofrece un nuevo tributo de sumisión al secesionismo, con la vana esperanza de contentarlo, sin otro resultado que un sonoro bofetón en plena cara.
¡España se hunde!
Si Pedro Sánchez tuviera conciencia, si conociera el honor, si no fuera un miserable, convocaría elecciones de inmediato
Sólo un dato que debería servir para estremecer a los españoles. Los que asesoraron a Nicolás Maduro sobre las políticas económicas en Venezuela, antesala de la actual tragedia social que vive aquel país, son los mismos que han pactado la agenda económica del Gobierno de Pedro Sánchez. Las dos veces que el PSOE ha gobernado España se saldaron con sendos fracasos económicos. Ahora con Pedro Sánchez las consecuencias pueden ser devastadoras y de muy difícil reparación. La izquierda desprecia la realidad y ahora solo atiende a razones electoralistas y a ese intento de que el ideario comunista y sus recetas -fracasadas en todo el mundo- se cuelen, por primera vez, en las cuentas del Estado.
¿Todavía hay quien sostiene que Pedro Sánchez, aparte de algunos gestos para la galería, no ha hecho nada en sus primeros cien días? Pues se equivoca. El presidente ha podemizado la economía y ha colocado la crisis a la vuelta de la esquina. Y aunque los fiscales Albert Rivera y Pablo Casado no entran en detalles, intentaremos esbozar algunas actuaciones delictivas del acusado, que forman parte de su estrategia para hundir la economía española. Durante el mes de agosto, Sánchez suprimió más de 200.000 afiliados de la Seguridad Social. Lograr esta marca, récord en cualquier agosto de la última década, no es tan sencillo como parece. Requiere un intenso trabajo previo. Por ejemplo, para conseguir despedir a 57.706 profesores de los colegios privados tuvo antes que demoler nuestro modelo productivo de trabajo fijo y estable, e implantar la rotación y la precariedad en el empleo. Y, a mayores, pisar a fondo el freno de la economía.
Y así lo hizo. Para acabar con el turismo, subió la inflación, revalorizó el euro y, en vez de devolver inmigrantes, devolvió los turistas que nos habían prestado Túnez, Egipto o Turquía. Para doblegar el motor del consumo, esa demanda embalsada durante la crisis y que había desaguado durante la recuperación, incrementó los precios, mantuvo la congelación salarial y, sin necesidad -todavía- de freírnos a impuestos, redujo el poder de compra de las familias. Paralelamente, con el fin de evitar que la bonanza europea le chafase su estrategia destructiva, suprimió los archifamosos vientos de cola. Subió el petróleo, anunció al alimón con Mario Draghi la paulatina retirada de estímulos monetarios del BCE, abrió la espita a la subida de los tipos de interés y probablemente colaboró con Trump y demás proteccionistas en la contracción del comercio mundial.
Y todo en tres meses. Este buldócer nos entierra en la miseria si le concedemos una prórroga. Lo que no se entiende, siendo las cosas así, es el empecinamiento de la derecha en impedirle a Sánchez que use la herramienta fundamental de toda política económica: los Presupuestos Generales del Estado. Esa radical oposición, sin escrúpulos en el uso del filibusterismo parlamentario y el veto del Senado, impide que el tahúr enseñe sus cartas. ¿Acaso no queda palmariamente demostrado que Pedro Sánchez tiene sobrada capacidad para hundir el país sin mover un dedo, sin modificar un ápice la herencia recibida, utilizando únicamente los excelsos y expansivos Presupuestos que le han dado y la eficiente reforma laboral que anteayer denostaba?
No se quieren enterar. No asumen la realidad porque la realidad no les conviene. Sánchez “el conciliador”, digno continuador de la obra de Zapatero, ofrece un nuevo tributo de sumisión al secesionismo, con la vana esperanza de contentarlo, sin otro resultado que un sonoro bofetón en plena cara. Torra no quiere un nuevo estatuto. Se ríe del ofertante tanto como de la oferta. Escupe en el plato que le tiende el impotente líder de la España a la que pretende arrodillar, porque percibe la debilidad que esconde semejante propuesta: regresar a la casilla de salida que invalidó hace años el Tribunal Constitucional por traspasar con creces los límites del marco legal. ¿En eso consiste su “solución al conflicto”?
El Gobierno socialista es rehén del independentismo y acabará plegándose a sus pretensiones. Dicen que Sánchez, parapléjico y maniatado por socios de sospechoso pelaje, no hace lo que tiene que hacer. Si lo hiciera, cabe colegir, PP y Ciudadanos correrían alborozados, blandiendo su patriotismo, a socorrerlo y apoyarlo. Ingenuo de nosotros. Haga lo que haga, con capa heredada o sayo propio, Pedro Sánchez constituye un peligro. Y lo que realmente tiene que hacer es marcharse con viento fresco.
El Gobierno socialista es rehén del independentismo y acabará plegándose a sus pretensiones. Si Sánchez tuviera conciencia, si conociera el honor, convocaría elecciones de inmediato y empezaría a trabajar en un gran acuerdo patriótico destinado a salvar a España poniendo coto político a los desmanes del separatismo.
Postdata: Ayer, un señor que se acaba de comprar un chalé con piscina por 660.000 euros (?) se fue a la Moncloa a hablar en nombre de los de abajo.
Lo recibió un señor socialista que va a los conciertos en avión oficial.
Ambos acordaron luchar contra los privilegios de los ricos.
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