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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 19 de mayo de 2019

El silencio y el rugido de Madrid / por Antolín Castro



‘Mereció la pena esperar’ tras el bache sufrido a partir del tercer toro, su devolución, los percances sufridos por Aguado, los deslucidos cuarto y quinto toros, y atisbar cómo es el toreo y las formas que se nos gasta Pablo Aguado. Mereció la pena esperar al sexto para poder verle, si no en plenitud, al menos dejar constancia de que su toreo es de otro nivel.

El silencio y el rugido de Madrid

Se esperaba con expectación la tarde de hoy y se notó en el casi lleno que registró la plaza. Por supuesto que algo de culpa, bastante, tenía Pablo Aguado y su reciente actuación exitosa de Sevilla.

A este festejo se le pueden aplicar otros titulares y todos ellos se ajustarían a lo vivido en la plaza. Por darles unos ejemplos, les digo: ‘Esbozos’, ‘No faltaron los ingredientes’ y ‘Mereció la pena esperar’.

‘Esbozos’ de casi todo se dieron en la tarde: Una faena tesonera y no exenta de pasajes de calidad por parte de Ginés Marín en su primero, al que cortó una oreja; toreo de capote a la verónica con tres interpretaciones muy válidas por parte de la terna, pero también variado repertorio, donde destacaron las zapopinas que interpretó el mexicano Luis David; esbozo también en un buen puyazo de Oscar Bernal al segundo y, sobre todo, esbozo de todo lo bueno y natural que tiene el toreo de Pablo Aguado con la muleta.

‘No faltaron los ingredientes’ a cuanto representa una buena y completa tarde de toros: Hubo oreja, competencia en quites, cogidas espectaculares como las sufridas, por suerte sin trascendencia, del sevillano, polémica con el palco por no conceder la oreja al mexicano, buen hacer de los cabestros ante el toro devuelto, apuntes en banderillas por parte de Miguel Martín e Iván García y, por encima de todo, toreo del bueno en el sexto. Sin olvidarnos de que el viento se presentó de nuevo esta tarde y fue muy inoportuno para el mejor desarrollo de las lidias.

‘Mereció la pena esperar’ tras el bache sufrido a partir del tercer toro, su devolución, los percances sufridos por Aguado, los deslucidos cuarto y quinto toros, y atisbar cómo es el toreo y las formas que se nos gasta Pablo Aguado. Mereció la pena esperar al sexto para poder verle, si no en plenitud, al menos dejar constancia de que su toreo es de otro nivel.

Pero el titular que encabeza esta crónica es el que más valor le da a lo acontecido en la tarde de hoy. Se le esperaba con máxima expectación e ilusión a Pablo Aguado y creemos que no ha defraudado a quienes sacaron hoy sus localidades para poder verle en Madrid. El triunfador de Sevilla no lo fue por casualidad y si allí, en su tierra, fue vitoreado por los aficionados de la Maestranza, aquí eso se ha superado con creces… y sin necesidad de cortar trofeos.

Los silencios durante su faena al último de la tarde, no solo fueron un oasis en una tarde donde no se paró de vociferar por parte de unos cuantos que creen que son los locutores que necesitan todos los demás. Pues el silencio se hizo y se escuchó como nunca se había escuchado en Las Ventas… ni en Sevilla añado yo. Un silencio de más de veinte mil silencios es mucho silencio, superior, por supuesto al de doce mil.

Silencio de espera, de deseos, de expectación, de regusto por lo visto y por lo que se desea seguir viendo. A los silencios les seguían los rugidos de una plaza enfervorizada con la naturalidad del toreo del sevillano. Del olé o del bieenn se pasó a rugir literalmente con cada uno de los muletazos, bellos muletazos, que desgranó Aguado. De su actuación con la espada mejor olvidarnos, muy mal. Ni el silencio ni el rugido de Madrid puede asimilarse a las actuaciones buenas o malas de los diestros en la feria. Tanto el silencio como el rugido es patrimonio de esa comunión de los aficionados con unas formas de torear que se llevaba mucho tiempo esperando.

La confección de la feria nos dice que si hoy ha habido que esperar al último de la tarde para obrarse ese esbozo de milagro, el milagro entero habrá que esperar hasta el último toro… de la feria. Hasta ese último día no vuelve Pablo Aguado.

Estas letras van dedicadas, con mi más sincera enhorabuena, a quienes como Marisa y Antonio fueron capaces de hacer un hueco en su agenda para acercarse a Las Ventas en este día. Los esbozos vividos no fueron plenos pero mucho menos hay otros días.

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