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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 21 de mayo de 2019

Pablo Iglesias es basura / por Eduardo García Serrano



Esa basura, tan sucia como sus alpargatas y tan hedionda como las sobaqueras de sus camisas, vomita su odio aliñado con la bilis de las mentiras fiscales, tan magnéticas y atractivas para la chusma que pastorea, contra Amancio Ortega, el buen samaritano que ha donado centenares de millones de euros de su bolsillo personal a la Seguridad Social para comprar alta tecnología, para aliviar y curar el cáncer.

Pablo Iglesias es basura

Eduardo García Serrano
Es basura. Basura no reciclable, pues hasta en un montón de inmundicia hay un punto de redención que obra el milagro de la metamorfosis, mudando la tóxica fetidez de la mierda y la repugnante apariencia de las heces en algo tan limpio como el alma de un niño o la conciencia de la generosidad. Pablo Iglesias es basura fosilizada, basura químicamente pura, basura primordial, basura elemental, mierda medular. Su boca es un albañal, es la madriguera de la halitosis del odio y la oquedad de su alma es una pocilga en la que hozan los chekistas rojos, desde el Soviet de Petrogrado hasta el FRAP.

Esa basura, tan sucia como sus alpargatas y tan hedionda como las sobaqueras de sus camisas, vomita su odio aliñado con la bilis de las mentiras fiscales, tan magnéticas y atractivas para la chusma que pastorea, contra Amancio Ortega, el buen samaritano que ha donado centenares de millones de euros de su bolsillo personal a la Seguridad Social para comprar alta tecnología, para aliviar y curar el cáncer. De la boca de una serpiente sale el veneno que la química, la biología y la medicina transforman en los misteriosos fluidos de la sanación, en las ecuaciones que ahuyentan a la muerte izando las fórmulas y los códigos de la vida. De la boca de Pablo Iglesias solo sale la ponzoña irreciclable que sus padres y sus abuelos ideológicos le metieron en los biberones de su infancia, mientras le acunaban con la nana letal que embrutecía, aún más si cabe, a la chusma despojada de alma por el comunismo: “los frailes y las monjas les dan caramelos envenenados a los niños”. Ese es el estiércol que construye a Pablo Iglesias, ésa basura que vive rebozada en el lujo zarista sin haber doblado, en toda su puerca vida, el lomo en el tajo como sí ha hecho el buen samaritano, Amancio Ortega.

La palabra misericordia viene de la contracción latina miseris cor dare, que quiere decir “dar el corazón a los miserables”. Amancio Ortega, el buen samaritano, le daría su corazón, que palpita en todas y cada una de las máquinas que le ha regalado a los enfermos de cáncer, le daría su misericordia hasta un miserable como tú, Pablo, cuando el camión de la basura te recogiese para llevarte al hospital.

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