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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 18 de mayo de 2019

VENEZUELA. RETAZOS TAURINOS (LII) / por Eduardo Soto Alvarez.


Plaza de Toros Nuevo Circo de Caracas

Juan Crisóstomo Gómez en 1916, firma un contrato con el General Eduardo Mancera, para construir una plaza de toros, en los terrenos del antiguo matadero municipal. A tal efecto, el General Mancera formó la C.A. Nuevo Circo de Caracas y encargó de su diseño y edificación a los arquitectos Luis Chataing y Luis Muñoz Tébar. 

RETAZOS TAURINOS (LII)

Eduardo Soto Alvarez
MÉRIDA-VENEZUELA /16/05/2017.
La familia del General Gómez, antes de la construcción de la Maestranza de Maracay, había sido también instrumental en la del Nuevo Circo de Caracas. Juan Crisóstomo Gómez en 1916, firma un contrato con el General Eduardo Mancera, para construir una plaza de toros, en los terrenos del antiguo matadero municipal. A tal efecto, el General Mancera formó la C.A. Nuevo Circo de Caracas y encargó de su diseño y edificación a los arquitectos Luis Chataing y Luis Muñoz Tébar. 

En el contrato se estipulaba el usufructo de la Plaza por treinta años, la cual luego pasaría a ser de la Municipalidad de Caracas. En 1927, la Compañía vende el Nuevo Circo al coronel Gonzalo Gómez, otro hijo del General Juan Vicente, quien dos años más tarde compra también el terreno a la Municipalidad, pasando a ser el propietario único del coso y el último de los Gómez, pues lo vende en 1940, cuando sale del país.

• Se le llamó Nuevo Circo (hoy ya centenario), en contraposición al viejo coso Metropolitano, que se había quedado pequeño para la afición taurina caraqueña, pues su aforo era solo de 4.000 personas. Este antiguo circo fue inaugurado en 1896, estaba situado entre las esquinas de Puente Miranda a Puerto Escondido y fue demolido en 1945.

El su redondel de 36 metros de diámetro, se presentó Juan Belmonte en 1918, alternando con Rufino San Vicente “Chiquito de Begoña”, quienes lidiaron reses criollas de Mariara, pertenecientes al General Gómez. En enero de 1914, se lidió el primer toro español a muerte, un ejemplar del Duque de Veragua y el encargado de pasaportarlo fue el matador Manuel Rodríguez, Manolete padre.

El ciclo taurino del viejo Circo Metropolitano se cerró con una novillada, en la que se presentaba ante el público de la capital El Diamante Negro, el 19 de abril de 1945.  

• Pero en la Caracas del siglo XIX, hubo espectáculos taurinos en varios Plazas, como La Glorieta y La Candelaria; en esta última se efectuó en 1864, por primera vez en Venezuela, un paseíllo en traje de luces, al hacerlo el matador español José Romero Andaluz.

• Uno de los novilleros favoritos de la afición tovareña a mediados de los años cincuenta, era Moisés Ugas, oriundo de Lagunillas del Zulia y el único torero maracucho de la época. Moisés no solo triunfó en Tovar, sino también en Ejido y Mérida, se presentó en Colombia y actuó también en España.  En 1957, cerró la Semana Taurina de Algemesí, en la Comunidad de Valencia, junto con Antonio Grau y José Rodríguez. Actuó varias veces en Las Ventas, en 1958 junto a Parrita y Francisco Rodrigo, con reses de El Pizarral; repitió al año siguiente, toreando con Rafael Mariscal y Manuel Giménez “Viruta”; y en 1961, actuó con Andrés Vázquez y Curro Ortuño.

Su huella taurina es dispersa, nunca tomó la alternativa, vivió muchos años en Madrid, luego regresó a Venezuela y falleció a fines del siglo pasado. Los tovareños de mi generación lo recordamos con cariño y le gradecemos haber contribuido a cimentar nuestra afición.

• El Zulia ha tenido un par de toreros de alternativa. El más conocido ha sido Pedro González “El Venezolano”, nativo de Santa Bárbara del Zulia, a quien le entregó los trastos Paco Camino, en Maracaibo en 1976, con un toro de Reyes Huerta y llegó a alternar en Caracas, con Palomo Linares y José Mari Manzanares y en la Monumental de México con Manolo Martínez y Eloy Cavazos. El otro es Curro Ortega “El Marabino”, a quien Javier Vásquez le dio la alternativa en su ciudad natal en 1997, en presencia de Cristina Sánchez, con un ejemplar de El Prado, hierro de Hugo Domingo Molina, quien siempre le tendió la mano en su carrera.

• Por cierto, hago propicia la oportunidad para agradecer a la familia Molina, en particular al Patriarca, por estar siempre pendiente de nuestra Fiesta Brava y haber organizado un tentadero para los alumnos de las Escuelas Taurinas de Tovar y Mérida.  Gestos como este, adquieren particular significación en estos tiempos de vacas flacas.

• El reglamento taurino de Caracas de 1946, hizo una contribución importante para organizar y darle mayor seriedad al espectáculo. Entre otras cosas, hacía obligatoria la suerte de varas en las corridas de casta, cuyos toros debían tener un peso mínimo de 420 hilos.

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