De todos es sabido que, montar una corrida de toros, la más humilde del mundo cuesta cincuenta mil euros, pagando apenas los gastos como si de un festival se tratare. Siendo así, ¿de dónde sale el dinero para pagarle a Morante? Juro que, el gesto de este hombre no sé si es grandeza o ridiculez, pero lo cierto es que es una realidad. Es verdad que el caché de Morante en Madrid o Sevilla es tremendo pero, al parecer, disfruta toreando “gratis” en esas aldeas humildes que, como él dice, también tienen derecho a verle, y no le falta la razón pero, convengamos que lo suyo tiene tintes de milagro.
Siempre habíamos creído que las figuras del toreo tenían un caché que lo mantenían para todas las plazas y si las mismas no daban aforo para poder pagar la cifra correspondiente no se acudía y aquí paz y allá gloria pero, no es el caso de Morante que nos ha dejado a todos expectantes. Me contaba un empresario del sur que rige los destinos de una plaza con apenas tres mil espectadores que, a la hora de contratarle, dicho gerente le preguntó por sus honorarios porque, lógicamente, era de lo primero que se debía de hablar para que el empresario no se viera de barro hasta los ojos. A lo que el torero le dijo, no te preocupes, me arreglo con lo poquito que pueda haber. Nadie entiende si lo de Morante es un acto de caridad cristiana o una burla hacia sus compañeros humildes que les ha dejado a todos sin trabajo. Como decía, el pasado viernes debería de haber toreado en Villaluenga con Salvador Cortés y con Canales Rivera. Si ante el aforo de dicha plaza nos imaginamos la taquilla, es fácil entender cuál sería el sueldo de los espadas, especialmente el de los compañeros de Morante que, a no dudar, tendrían que poner dinero de su bolsillo porque los milagros no existen.
Dicho en cristiano, Morante está haciendo el ridículo al más alto nivel. Es cierto que, en dichos pueblos le sacarán animalitos muertecitos de salida, sin pitones, sin casta alguna y sin el menor atisbo de peligro pero, de igual modo, un toro puede hacerte daño hasta con el rabo. Lo digo porque, pese a que todo lo tenga bajo control, correr ese riesgo en los pueblos me parece una temeridad absurda puesto que, una mala voltereta puede causarle una lesión que, por otra parte, en dichos lugares no se llevará gloria alguna, todo lo contrario cuando sucede un percance en una plaza de relevancia en que son testigos todos los medios informativos para contar lo acontecido en una tarde trascendental e importante.
Morante debería de recordar la hostia monumental que se llevó en aquel festival de La Algaba, justamente el día en que se retiró Curro Romero. Lo digo porque, aquella cogida, ante un novillito imberbe, en una plaza de talanqueras, Morante sufrió una espeluznante cogida que todavía los aficionados estamos consternados tras ver aquel dramatismo del torero a merced del toro, sin duda, la causa efecto por la que Curro Romero decidió cortarse la coleta aquella tarde. Y pese a todas las precauciones que Morante quiera tomar, el fantasma del peligro sigue vivo en todas las plazas del mundo, por ello, como decía, correr un riesgo innecesario me parece una banalidad sin sentido. Allá él.
--En la imagen vemos, entre otros y en primer plano, el dibujo de la artista Mer Fidalgo simbolizando a Morante.
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