La tarde se pasó entre sustos, entre toreros con ganas de abrirse camino, lo hacen por la vía de un valor desmedido, asustando a los tendidos que, finalmente, tomaron partido por afearles tanta insistencia en mostrar el valor.
El valor se le supone al joven Rafael González, que tomaba alternativa, si bien ya es matador de toros sin haber matado ninguno. El toro de la alternativa le infirió una cornada grave en el muslo cuando ejecutaba ajustadas bernadinas y quiso mantenerse en el ruedo, matar a ese su toro del doctorado, y le era imposible sostenerse de pie. Anta tanta insistencia, queriendo hacer lo que visiblemente le era imposible, el público tomó partido porque no lo hiciera y se retirara a la enfermería. Llegó a caer delante del toro antes de pincharle en un primer intento. La cordura prevaleció y se retiró al callejón.
Había estado firme y mandón, con oficio, con el primer Fuente Ymbro, mucho mejor que los enviados la pasada semana, pero no levantó vuelo la faena a pesar de algún gran momento en el que un cambio de mano le salió excelso. Quiso, siempre quiso, que la tarde tuviera premio y expuso en exceso en las bernadinas. El final fue el que ya sabemos, una cornada grave.
Remató el toro el francés Juan Leal, quien desde ese instante iba a disponer de otros tres astados para mostrarnos su tauromaquia de valor y cercanías. Juan se mostró leal a sí mismo. Está más a gusto entre los pitones y el riesgo que intentado hacer el toreo bueno. El parece sentirse cómodo, pero hace sufrir en exceso a quienes se sientan en la piedra, con lo que la misma se hace más incómoda.
Como quiera que los de Ricardo Gallardo vinieron con mejor son e intenciones que los lidiados hace una semana, pudo en su primero ir amasando sensaciones durante su faena que llegaron a los tendidos, a la hora de matar vuela hacia el morrillo con tal de asegurar la estocada y con todo ello obtuvo una oreja del bicorne segundo de la tarde.
Era fácil adivinar lo que iba a hacer en los dos que le quedaban, uno de su lote y el correspondiente al toricantano herido, y comenzaron las ganas del francés por mostrar que no le importaba ser el siguiente en pasar por la enfermería. Ocasiones no faltaron pues resultó volteado y achuchado constantemente, en un ejercicio de suicidio voluntario que iba haciendo no encontrarse cómodo al personal. El único cómodo ante los astifinos pitones era Leal, leal a su tauromaquia de cercanías imposibles. Por supuesto, sin restarle el mérito de un arrimón de verdad y no el que otros hacen ante las babosas claudicantes.
Por suerte, ni fue herido ni conquistó la plaza con su tremendismo, que al final incluso le afearon. Se agradece su disposición, sus ganas de dejar claro que no ha venido a darse un paseo, pero con los años de alternativa que lleva, ya va siendo hora que le exijamos que pase la página y todo el valor lo desarrolle en torear y no en asustar a todos, a todos menos a él.
Hizo el paseíllo también un peruano, corrida totalmente internacional, que pasó casi desapercibido, demasiado espeso con su lote. No despertó pasiones con su toreo, que resultó anodino, ni con el valor, que resultó poco ante lo exhibido en la tarde por otros, así que se marchó como entró. Al bello gesto de venir vestido de blanco, por si colaba y salía en hombros, le faltó acompañarlo con algo más. Quienes salieron antes en hombros vestidos de blanco, lo acompañaron con otra decisión y modales.
Extraño encierro el lidiado, lejos muy lejos del juego ofrecido en la corrida anterior. Y es que de toros, y menos a la hora de elegirlos, no entienden ni las vacas, salvo que el ganadero pudiera dar alguna explicación.
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