Aquí le ríen las gracias a Laporta y, aunque ya ha parado, sólo Javier Tebas se atreve de vez en cuando a poner los puntos sobre las íes, pero la sensación que transmite hacia fuera el Barça es la de un club arruinado, sin recursos y que malvende lo que tiene para continuar en una carrera absolutamente frenética y alocada por tratar cuanto antes de competir fundamentalmente con el Real Madrid, que gracias a Dios está en otra película bien distinta.
Antes decía que el colega Honigstein había comentado que el Bayern no quería negociar con el Barça ni cobrar a plazos y que si en el futuro se alcanzaba algún tipo de acuerdo por Lewandowski exigía el dinero a tocateja, y yo deducía que, en vista de esas condiciones tan estrictas, igual era porque el equipo alemán no se fiaba. ¡Bingo! Porque este periodista afirma que el motivo del recelo del Bayern se encuentra en la sensación que se tiene allí de que el todopoderoso Fútbol Club Barcelona no existirá dentro de dos años y, claro, si ya no existe es difícil que pague el plazo de ningún fichaje, tampoco el de Lewandwoski. A mí no me parece que el Bayern de Múnich sea un mal termómetro de la impresión que se tiene fuera sobre cual es exactamente la situación del Barcelona.
Aquí le ríen las gracias a Laporta y, aunque ya ha parado, sólo Javier Tebas se atreve de vez en cuando a poner los puntos sobre las íes, pero la sensación que transmite hacia fuera el Barça es la de un club arruinado, sin recursos y que malvende lo que tiene para continuar en una carrera absolutamente frenética y alocada por tratar cuanto antes de competir fundamentalmente con el Real Madrid, que gracias a Dios está en otra película bien distinta. El ambiente de locura general, con el periobarcelonismo volviendo a mirar hacia otro lado y vendiendo portadas y titulares que sonrojarían a cualquiera, es propicio para este capitán Queeg, que era el trastornado personaje al que daba vida Humphrey Bogart en El motín del Caine. Salvo honrosísimas excepciones, nadie llama la atención a Laporta, nadie le exije que diga la verdad, nadie le reprende por conducir en la dirección contraria al sentido común. O sea, el Fútbol Club Barcelona sigue dirigiéndose firme y decidido hacia el abismo, como si efectivamente existiera la intención de transformarlo en sociedad anónima deportiva o, como aseguran en Alemania que piensa el Bayern, hacerlo desaparecer.
Sé que la situación es complejísima, muy difícil. Sé que el Barcelona está en quiebra, lo sé. También sé que desde la Liga, y especialmente Tebas, no se ha ayudado demasiado, pero lo que en el fondo estaba haciendo el presidente de la patronal no era otra cosa que advertir de que ese no era el camino, seguía sin ser el camino. Pero, ¿no hay en toda la ciudad condal un gramo de responsabilidad? ¿Nadie quiere en Barcelona al Barcelona? ¿En serio no queda nadie en Cataluña capaz de eludir el mensaje populista y gañotero para contarle a la gente la pura y dura realidad? ¿Y no debería ser el periodismo el que exigiera mesura? ¿Puede ser que exista en algunos sectores interés por transformar al club en sociedad anónima? Pero, por otro lado, ¿de qué viven Sport y Mundo Deportivo si no es de tocarle las palmas al presidente de turno? Fueron agradaores del primer Laporta, luego de Rosell, más tarde de Bartomeu y ahora cierran este círculo diabólico y pelota encendiéndole de nuevo el puro a Joan. Nadie se pregunta si el Bayern de Múnich tiene motivos suficientes para creer en serio que dentro de dos años no existirá el Barcelona. Nadie. Es más, se anima a la bayernfobia cuando, en el fondo, lo que pretenden hacer es advertir. Pero ya nadie advierte nada en Barcelona, es más fácil decirle a Laporta que lleva un traje precioso cuando, en el fondo, va desnudo por Canaletas, en porretas. Días de palanca y rosas. De victoria en victoria hasta la derrota final. Si yo fuera culé me pararía a pensar un minuto en lo que dicen en Alemania, pero no lo soy. Da un poco de lástima, la verdad.
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