Para la expectación que había levantado esta corrida, aunque en menor manera, contaban asimismo los otros dos espadas, quienes en circunstancias profesionales muy distintas, están siendo considerados toreros "de Madrid". Un Uceda Leal "medio resucitado" por una notable actuación en esta misma plaza a primeros de mayo y por otra faena de extraordinaria estética en San Sebastián de los Reyes, ésta a un toro de los que en la jerga llaman gozalón, un torito de escasa presencia y mucha bondad, que es lo que suele lidiarse allí atendiendo a las exigencias del coso.
Finalmente también sumaba alicientes Ángel Téllez, la gran sorpresa de la última feria de San Isidro, de la que salió neto triunfador por las faenas que cuajó de extraordinario temple y mucha suficiencia lidiadora.
Así las cosas, ¡qué felices nos las prometìamos a las seis de la tarde!
Claro que nadie o muy pocos contaban con el ganado. Una ruina de toros en conjunto contando los titulares del Puerto de San Lorenzo y dos "remiendos" de López Gibaja y el sobrero de José Vázquez.
Aunque todavía puede haber quien pretenda poner a salvo al que abrío plaza, que pese a la lentitud en su forna de embestir, diríase mejor de caminar, puesto que embestir es tener cierto brío al desplazarse, no debe considerarse como bravo en si. Con este animalito sucedieron las cosas más llamativas del festejo. Hubo lances lentos y de suma plasticidad a cargo de Uceda tanto en el recibo como en un quite. Y hubo en su turno a cargo de Morante tres verónicas y media que el personal ensalzó en demasía, como fórmula de encarrilar la tarde por el triunfo, o triunfalismo deseado. Muleta en mano, el toro ni sumó ni restó, lo toreó Uceda erguido y parsimonioso, luciendo esa juncal y jacarandosa planta que le adorna, pero, ay, sin cruzarse ni cargar la suerte, lo que se dice sin arriesgar un alamar. Lo mató bien de estocada corta y fulminante. Mas no hubo pañuelos suficientes en la petición de trofeo, que naturalmente el usía no atendió. El torero dio la vuelta al ruedo.
Y eso fue todo. No vale entretenerse en contar que el mismo Uceda estrelló sus aparentes deseos contra el nulo cuarto. O que Morante tampoco pudo pasar de las simples apariencias con un lote imposible. Y a Téllez habrá quien quiera pasarle factura por su escasa pericia frente al incómodo tercero, pero tampoco. Que una cosa es la bravura y otra el genio.
Por tanto, para lo que se esperaba, corrida con más pena que gloria.
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