Dice el refrán que el que da primero da dos veces y eso sucedió en esta tarde juvenil con la celebración de la novillada que abrocha el certamen de las escuelas taurinas madrileñas.
El novillero de la Escuela de Navas del Rey, Pepe Luis Cirugeda, quien ya se presentaba en el ruedo venteño ostentando la máxima puntuación, ofreció una primera actuación plena de todas esas condiciones que son exigibles a un novillero que empieza: Disposición, actitud y capacidad, pero si a esas imprescindibles se le añade buena técnica, buen gusto y amplio repertorio, hemos de concluir que gozaba de una estimable ventaja.
Pepe Luis nos mostró todo eso, pero sin olvidar algo muy importante, y pienso que decisivo a la hora de valorar a la terna. A la par que gozaba de solvencia se nos mostraba como un novillero dispuesto a todo, incluso a despreciar la razón para dejarse arrollar. No es baladí lo que digo.
Los novilleros han de tener buena técnica, pero no tanto como para que ello les despoje del aire fresco y hasta de esa inocencia que ha de tener todo aquel que empieza en algo. Dio todo en su primero, arrollado en dos ocasiones, y guardó el temple y la armonía para ganar definitivamente la batalla en su segundo oponente, a la postre, como él, el mejor de la tarde. Al conjunto de todo lo expuesto, se le llama, sencillamente, ganas de ser torero.
Decimos siempre que la frialdad de las escuelas encorsetan y robotizan a los nuevos toreros, Pepe Luis hoy ha logrado el equilibrio perfecto entre los conocimientos y la inexperiencia puesta en escena para marcar la diferencia en el escenario de Las Ventas. Enhorabuena al novillero de Algeciras y a su maestro en la escuela, David Adalid, a quien seguro le ha servido de bálsamo tras su duro percance de hace unos días.
Sus compañeros de terna, Alejandro Chicharro y Joel Ramírez, también nos mostraron el por qué estaban en la final. Los novillos de Lorenzo Rodríguez Espioja contribuyeron a que pasáramos una tarde ajenos a la mansedumbre y la falta de casta padecidas en la pasada feria de Otoño.
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