Diego Puerta
Justicia taurina
La reciente desaparición del gran Diego Puerta puso de manifiesto demasiadas ausencias y olvidos, extensibles a muchos de los grandes diestros de aquella Edad de Platino que marcó tantas cumbres en el hilo del toreo. La demagógica glorificación de los notables secundarios de aquella época -que ganaron los galones cargados de trienios y apoyados en distintas campañas de imagen- ha sido inversamente proporcional a la puesta en valor de los verdaderos actores que -como Puerta- dieron sentido a aquellos años irrepetibles.
Pero la muerte del menudo diestro sevillano, ése que asustaba el miedo, no pasó desapercibida para tres monstruos como Manuel Benítez El Cordobés, Santiago Martín El Viti y Paco Camino, que dieron una lección de grandeza a las figuras jóvenes. De esos no había ni uno: ni en San Bernardo ni en el desolado ruedo de la plaza de la Maestranza. Ahora que llaman maestros hasta al tío del bombon helado convendría reivindicar el verdadero sentido de una palabra que, por manida, ha perdido su añeja dignidad. Gloria a Diego Puerta, y honra y memoria para los verdaderos grandes de este oficio hermoso que a veces se olvida de sus propias fuentes. Cuando falten otros, ay, habrá tortas para salir en fotos y abrazos.
Sr. R. del Moral. Dice usted una verdad como un templo. Los grandes se van sin honores y a los mediocres en el ruedo, encumbrados desde los púlpitos televisivos, se les organizan pompas fúnebres de Jefe de Estado. Manda huevos. Vivir para ver.
ResponderEliminarAgapito Ledesma