la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 8 de junio de 2013

Tercera. La de Alcurrucén. "¡Se va sin torear y sin matar!" / Por José Ramón Márquez


El fruto del Arte y la Cultura en Las Ventas
Cultura fructus artis in Sales

José Ramón Márquez

III Simposium del Arte y la Cultura hoy en Las Ventas. Desembarco mexicano; lo mismo que Cortés desembarcó en Veracruz y ese acto desembocó en la invención de un país, hoy desembarcó en Las Ventas una torcida, una porra, con el ánimo de inventarse un torero, ellos sabrán por qué.
La cosa venía de largo, porque la estúpida cogida de Fandiño mientras hacía el tonto dejó el cartel de esta tarde de hoy muy devaluado. Le ofrecieron la sustitución a Castaño, a ver si lo abrasaban de una vez, pero como tiene la enorme suerte de contar con la asesoría de El Patas, les mandó a tomar viento. 

Entonces se la ofrecieron a Joselito Adame, que perdió el culo por pillarla porque hay prisas en recuperar esta inversión antes de que reviente, que los taurinos bien saben lo que vale de verdad el hidrocálido.

Todo tiene su por qué. Joselito Adame se llevó una orejucha guarra, guarra el otro día. La cosa, aquel día, empezó como una burla, jaleándole los pases unos que yo conozco, al grito de ¡No hay huevos a sacar a este tío tan malo por la Puerta Grande! Y de veras que si no consiguió salir, fue porque pinchó a su segundo, que si no se habría ido tan feliz y tan convencido por esa Puerta Grande que ya más que puerta parece la Cloaca Máxima, pues hace mucho que ha perdido por completo el honor y la decencia.
Es Joselito Adame, otro pobre engañado de esto al que pronto veremos arrastrarse por esas Plazas, de quien se han resaltado aquí en ocasiones sus condiciones de torero de cierto interés y poco pellizco; es un torero que está obligado a vender mucha verdad para brillar, ya que el cuerpo que Dios le ha dado no es el de ningún posturero de esos que tanto enardecen ese lado femenino que muchos hombres tienen, ni ha sido tocado por el duende de la gracia. A Joselito Adame, sin embargo, le han contado una película, le han comprado vestidos, se ha visto en relaciones con personajes de dinero y está fascinado en ese mundo que netamente no le pertenece, pensando que él ya está lanzado por el yellow brick road, camino de su particular Oz.

Todo tiene su por qué. El otro día le cantaron como si en la porquería de faena que hizo, la de la orejucha de mofa, hubiese traído la piedra filosofal del toreo. Está escrito. El de El Mundo dijo “Joselito le dejó las muleta en la cara siempre y el toro empezó a romper. Todo por abajo y muy ligado, de verdad el toreo. Trepó la faena por su embroque cierto; el matador mexicano tragó sin una duda cuando a izquierdas algún parón surgió. En redondo que era la mano del toro trazó la faena en su base. Superior el tipo sobre la derecha. Y soberbio el cierro genuflexo de dobladas de categoría”

Aparte de la risa que produce lo del ‘genuflexo’, todo eso es... lírica. El del ABC, por su parte, dijo: “Al tercero le cortó una oreja, un trofeo medido fruto de la decisión, de quedarse siempre muy quieto, de manejar el capote con soltura, de torear con la muleta con verdad, con poder y hondura, y de irse tras la espada con fe ciega en el éxito” Y eso -excepto lo de la oreja- es también... lírica.
Lo que se ha traído aquí, por no aburrir, es lo de los “periódicos serios”, que si te vas al Mundo... o al Burla..., la cosa es, directamente, de marcianos.

Volemos ahora a nuestros libros de cabecera. Un pobre iluso, un indocumentado, un orate llamado Domingo Ortega, torerillo de escasa importancia del siglo pasado, nos avisa de que en cierta ocasión “teniendo que torear en Madrid, el año cuarenta y tantos, vino a verme un crítico de toros, buen aficionado y amigo, y me dijo: -Tengo que hablar contigo a solas. Esta tarde toreas en Madrid y ya sabes cómo está el toreo moderno; no les eches a los toros el capote y la muleta delante, ponte al perfil y dale el medio pase y verás qué fácil es”. Y ante tal claridad de ideas, ese indocumentado, ese torerillo de Borox, ese don nadie, olvidado y deleznable, del que nadie guarda memoria, respondió, mandándole a paseo: “Las normas clásicas son eternas; la Fiesta en sí es más fuerte que todos los toreros juntos”.
Posiblemente Joselito Adame no tenga ni zorra idea de quién fue Domingo Ortega, ni falta que le hace, pero está viviendo lo mismo que vivió el poderoso torero, porque el periodista aquél que visitó al toledano en los años cuarenta sigue hoy en día visitando a pobres hombres como Adame, armado de su pluma o de su i-Pad, de su cámara de TV, de su lampancia y su desahogo para robarle el alma y alejarle de la única verdad del torero que es la sujeción a las normas clásicas. Y junto a él, además le visitará el señor del sombrero Stetson y los bigotes y Maroto y el de la moto para trazarle la tentación del “verás qué fácil es”, a la que sucumbirá mientras el viento lo lleve en la popa, que luego Dios dirá; pero aquí decimos que si cerca de Adame estuviese Don Corleone, sabio viejo mafioso de la ficción de Mario Puzzo, le advertiría: “Joselito, quien te diga que esto es fácil, ése es el traidor”. Claro, es que aquí das una patada y saltan los traidores como chinas, porque nada de lo que se hace va en defensa de la Fiesta ni de su pureza, ni del aficionado y todo va a favor de otros intereses.
Hoy Joselito Adame trajo un saco, un volquete, un contenedor de vulgaridad. Le jalearon sus trapacerías como si hubiese resucitado Lagartijo El Grande, escupió sobre la memoria de Las Ventas -Viti, Camino, Bienvenida, Luis Miguel, Chenel, Vázquez (don Manuel), Rincón... - su colección de vulgaridad, de destoreo, de embuste, de pases de medio culo, de falta de compromiso y de verdad, de ausencia de temple y de concepto de faena. Dejó irse al toro sin torear con una faenilla de muchos galopes sin sentido y de total ausencia de enjundia que enardeció a parte del público, muchos de los cuales confundían la legua del animal con un tercer cuerno, y para colmo lo pinchó antes de dejarle un bajonazo... y todo eso, que lo van a cantar con las mismas palabras de la otra vez, sirvió para que otro pobre hombre, él sabrá por qué, sacase el pañuelico blanco de las deprimentes orejas. Orejas ful.
La Plaza de esta tarde aciaga era, otro día más, Plaza de Cultura, es decir Plaza de Pueblo. Con esa misma faenucha en San Isidro el Adame sale de la Plaza entre silbidos, por el toro que se le fue, pero para algo tenía que servir la cosa del arte y de la cultura y, sobre todo, la Plaza medio vacía. Ya nos veremos, que hay más días que longanizas.

De lo demás, El Cid presentó su peor cara, que es la que últimamente presenta. Nueva decepción, pero las grandes faenas que ha hecho aún nos alimentan.
Juan Pablo Sánchez, también mexicano, hizo exactamente lo mismo que Adame, pero con más gusto y más empaque. Y aunque tiene más aire de torero que Adame, no consiguió que nadie le hiciese caso ni se fijase en él. Parece mentira que lo que enardecía a la feroz masa en un momento no sirviese para lo mismo un ratito después.

Seguramente que eso tenga también su por qué.

El paseíllo
El Boni

Una Infanta de España en el Palco Real
A infantis in Hispania Regius Box

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