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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La sustitución en la Jefatura del Estado / Por Miguel Cid



"...Es llamativo que Franco, que se decía “caudillo de España por la gracia de Dios”, sí podía ser sustituido; y sin embargo no pueda serlo un Rey constitucional y parlamentario..."

La sustitución en la Jefatura del Estado

Es absurdo que el Rey no pueda ser reemplazado ni en caso de baja temporal

MIGUEL CID 6 NOV 2013 / EL PAÍS (Remitido por el autor para su publicación)
Dice el gran jurista italiano Santi Romano que el Derecho es solo “forma”, y por ello es necesario que se plasme en una institución y sea ordenado, tanto en su estructura como en su régimen.

No sé si ello viene al caso, creo que sí, a la vista de lo que está sucediendo con la institución monárquica en nuestro país. Con motivo de las reiteradas operaciones del Rey que la encarna, se está comprobando cuán necesitada está de tener una “forma” que le dé la solidez de la que se está viendo carece; al menos en su componente jurídico-formal, en la que el vacío ha aparecido estrepitosamente cuando el Monarca ha tenido que ser intervenido y nadie parece saber a qué atenerse para llenar ese hueco.

Así, hemos visto escenas, como la entrega de credenciales, en tropel, por parte de 16 embajadores la mañana de una operación, que más parecían un grupo de visitantes cumplimentando al Monarca.

No sé qué habrán pensado en los países de los citados embajadores, que no han podido intercambiar más que un apretón de manos con el jefe del Estado ante quien se presentaban, como requisito previo e imprescindible para comenzar sus funciones de plenipotenciario de su respectivo país. Ni una audiencia privada, ni un cambio de impresiones, ni una exposición de sus líneas de actuación, ni trasladar, siquiera, un mensaje de su respectivo jefe de Estado. En fin, algo realmente insólito.

¿Y por qué? Pues simplemente porque la Jefatura del Estado español es indelegable e insustituible; pase lo que pase y ocurra lo que ocurra, salvo que abdique —y ello está descartado y se dice que ni siquiera se ha planteado—, o se le inhabilite y así lo reconozcan las Cortes Generales —lo que tampoco está previsto por ahora—. De no ser así, el Rey puede seguir ejerciendo sus funciones tanto desde el hospital como desde su domicilio, lo que parece no importar.

Nombramientos, leyes, decretos, viajes, tienen que esperar al restablecimiento del Rey

Así llegamos al principio de esta reflexión: nuestra institución monárquica, que es además parlamentaria, carece de suficiente “forma” y, por tanto, de regulación jurídica, que permita afrontar con claridad y sencillez los supuestos de sustitución o delegación.

Resulta increíble que después de 35 años de vigencia, los 10 artículos de la Constitución que se ocupan de la Corona no hayan previsto ni tan siquiera la simple baja por enfermedad del Rey —no ya su inhabilitación—, a la que cualquier ciudadano trabajador tiene derecho y se supone que el Rey también lo es.

De esta suerte, las importantes funciones del Rey reseñadas en los artículos 56 y 62 de la Constitución Española tienen, necesariamente, que hacerse esperar a su recuperación, como son las actividades de representación fuera de España; o bien desarrollarlas como buenamente pueda, como en el caso de la recepción de los embajadores antes citada.

Es más: si el presidente del Gobierno quisiera destituir a un ministro y nombrar a otro, tendría que esperar al alta del Rey o ir al hospital o a la habitación donde convalezca para que sancionara la decisión con su firma. Y lo mismo puede decirse de las leyes a promulgar, expedir decretos, conceder indultos y conferir empleos tanto civiles como militares, lo que se hace prácticamente a diario. Y esperemos que no hayan de convocarse elecciones o ejercer efectivamente el mando supremo de las Fuerzas Armadas. Además, claro está que no puede ir ni a Talavera de la Reina ni a Vitigudino, como gráficamente señaló el doctor que lo operó. Menos aún salir de España para la importante función de representarla.

Los más viejos de la localidad recordarán, aunque ello rechine políticamente, pero es nuestra historia, que cuando Franco tuvo que ser intervenido asumió interinamente (en julio de 1974) la Jefatura del Estado precisamente el entonces Príncipe y hoy Rey, Juan Carlos; además, con un grave conflicto prebélico con Marruecos por la soberanía del entonces Sáhara español.

Es llamativo que Franco, que se decía “caudillo de España por la gracia de Dios”, sí podía ser sustituido; y sin embargo no pueda serlo un Rey constitucional y parlamentario.

Uno tuvo el honor de asistir como senador al acto solemne y extraordinario de las Cortes Generales reunidas en el Congreso en enero de 1986, mediante el que el actual príncipe heredero, al alcanzar la mayoría de edad, prestó juramento de acatamiento a la Constitución y de desempeñar fielmente sus funciones. ¿Y cuáles son estas? Ahora se ve que no las tiene legalmente establecidas. No tienen “forma” y, por ello, empieza a hablarse de regularlas; pero, naturalmente, sin prisas y con pausas.

De haberse regulado —y tiempo ha habido—, el Príncipe podría perfectamente sustituir a su padre mientras estuviera de baja temporal en todas las funciones que le corresponden. ¿Acaso no es esto lo lógico? ¿O solo podrá hacerlo cuando se le inhabilite o fallezca? Es realmente absurdo y no ocurre en ningún país moderno y democrático y no digamos constitucional. Una vez más somos diferentes.

Miguel Cid, exsenador socialista, es abogado y doctor en Derecho.

13 comentarios:

  1. Pues si que es importante que se regulen los supuestos de sustitución de SM como bien apunta el autor del artículo, aunque lo primordial sería asegurarse que la sustitución encarnaría la decencia, honrade y responsabilidad de reinar con patriotismo y para bien de España y los sufridos españoles. Que ya está bien de aguantar a la corona borbónica cómplice de la casta política que ha arruinado a nuestro país.

    F. F. Alvar

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  2. Pues esto “de aguantar a la corona borbónica cómplice de la casta política que ha arruinado a nuestro país” como dice F. F. Alvar, se lo debemos a el dedazo de Franco, que el 22 de julio de 1969 decidió que Juan Carlos fuera su sucesor como jefe de Estado.

    Eran poco más de las 19,00 horas del 22 de julio de 1969. Han pasado ya 44 años, y aquella tarde, a 34 grados, el dictador Francisco Franco, de blanco y veraniego uniforme militar, llegaba a la Carrera de San Jerónimo. Estaba dispuesto a escenificar la respuesta de las Cortes al ¿y después de Franco qué?, una pregunta que durante una década atormentó a un régimen personalista y genocida.

    La Ley de Sucesión a la Jefatura de Estado iba a dar solución en la persona de Juan Carlos de Borbón, nombrado Príncipe de España, al complejo proceso de designación del sucesor por el propio dictador. Franco pretendía perpetuar su régimen cuando no estuviera. La dictadura no sobrevivió a los setenta, pero el elegido se aseguró para él y los suyos una Corona que aún hoy ostenta.

    A la mañana siguiente de aprobarse la ley, Juan Carlos aceptaría el encargo y, ante las Cortes franquistas juró su nombramiento y la defensa de las Leyes Fundamentales. El dictador aclaró que se trataba de una “instauración, no una restauración”.

    Juan Carlos, dijo "la legitimidad política surgida del 18 de julio", juró el cargo de sucesor y los principios del Movimiento ante las Cortes franquistas.

    Asumió interinamente la Jefatura del Estado durante el franquismo (19 julio a 2 septiembre de 1974 y 30 octubre a 20 noviembre de 1975). El 20 de noviembre de 1975 moría Francisco Franco. Tras ésta, Don Juan Carlos fue ascendido a Capitán General de los tres Ejércitos y dos días después, proclamado Rey ante las Cortes orgánicas y el Consejo del Reino, palabras del presidente del Consejo de Regencia entonó la fórmula final de proclamación: "En nombre de las Cortes Españolas y del Consejo del Reino manifestamos a la nación española que queda proclamado Rey de España don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que reinará con el nombre de Juan Carlos I"; y a continuación añadió un párrafo no previsto: "Señores procuradores, señores consejeros, desde la emoción del recuerdo a Franco, ¡¡Viva el Rey! ¡¡Viva España!!.

    Continuara

    Enrique Castillo

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  3. Perdone D. Juan, pero parece que no ha llegado la continuación del comentario, por lo que nuevamente se lo envío. Gracias.

    Cuarenta años después hay quien ve en todo aquello una jugada maestra del actual jefe del Estado para atar en corto a los sectores del régimen refractarios al proceso democratizador que, de forma imparable, se abrió tras la muerte de Franco. Pero también están los que sostienen que fue la consolidación de una secuela del franquismo que, años más tarde, se blindó con una Constitución cuya reforma en lo referente al modelo de Estado sólo es comparable a un cofre de siete llaves.

    Sea como sea, Juan Carlos I consiguió que los Borbones volvieran al trono pese a que ello le costó una trifulca familiar con su padre, Juan de Borbón, legítimo sucesor de Alfonso XIII (depuesto en 1931), a quien Franco vetaba. De Juan Carlos sí pensó el dictador, y así lo afirmó en las Cortes aquel día, que había dado "claras muestras de lealtad a los principios e instituciones del Régimen".

    Los historiadores coinciden en que su nombramiento tuvo que ver con las presiones de capitostes del régimen como el entonces presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, o Laureano López Rodó. "Querían garantizar el franquismo sin Franco y estaban convencidos de que un príncipe que jurase fidelidad a los principios y leyes del Movimiento y traicionara a su padre sería fácil de pilotar", aseguraba Joan B. Culla, profesor de Historia de la Universidad Autónoma de Barcelona.

    Enrique Moradiellos, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Extremadura, constata la voluntad de "institucionalizar" el régimen. Y Julián Casanova, catedrático en la Universidad de Zaragoza, exhibe documentación donde, ya entonces, Carrero se refería a la "monarquía del Movimiento Nacional".

    Era el año del escándalo Matesa, seguía el enfrentamiento búnker-reformistas y la sociedad española hacía su particular transición social y cultural. Tendrían que pasar unos años para que la política diera respuesta a la realidad de la calle.

    Casanova señala que es difícil juzgar al príncipe de entonces con el prisma actual. "No hay duda de que el de ahora se parece más al de la Transición que al de hace 40 años.

    En este aspecto ahonda más Iñaki Errazkin, periodista autor de Hasta la coronilla. Autopsia de los Borbones. "Fue nombrado sucesor del dictador y, antes de aprobar la Constitución, ejerció formalmente como tal. Franco delegó en él en dos ocasiones por salud, se puede hablar de él como dictador suplente", apunta.

    Hay acuerdo en que la legitimidad democrática no llegó, en todo caso, hasta la Constitución de 1978 que redactaron las Cortes tras las primeras elecciones democráticas.

    Iñaki Errazkin, apunta que la Constitución fue un trágala para salvar la monarquía. "Fue según él una operación de blanqueo e hipnotismo ejemplar: o te comes la manzana con gusano o no hay manzana". La Transición, compleja y cargada de renuncias, llevó al rey a ganarse "otras fuentes de legitimidad", admiten historiadores como Moradiellos. El momento clave fue el 23-F. Según Culla, pasó de ser "el rey de Franco al salvador de la democracia". Errazkin los enmienda: "En el 23-F se trataba de consolidar al rey ya fuera con el golpe o con su fracaso. Y se consiguió".

    En todo caso, como zanja el catedrático de Derecho Constitucional Francisco Balaguer, en la Transición pocos pudieron "debatir entre monarquía o república; el tema era democracia o dictadura". Ganó lo primero. Pero con corona incorporada.

    Enrique Castillo

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  4. ¿Qué hace este Sr. Castillo opinando de historia y política en un foro que se llama "Del toro al infinito"? Este Sr Castillo es pelmazo y pertinaz; pido que nos deje en paz !!!!

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  5. Vaya por Dios; que Franco también es culpable de que le Rey haya salido rana. Claro, el nombre del Caudillo vale para un roto y para un descosido...Franco educó y designó mediante los mecanismos legales e institucionales al Juan Carlos de Borbón como sucesor a título de Rey entregándole una España en paz, próspera y sin divisiones; un país preparado para la democracia. Franco no pudo tener la culpa de que le traicionara el personaje real, ni que se hiciera compinche con la corrupta anti España que representaban los partidos políticos que detentaron el pioder creando una falsa democracia, los mismos, los integrantes de la Platajunta Democrática, que mostraron su impaciencia sin esperar a la muerta del Jefe de Estado y en 1973 le encargaron a ETA el asesinato del presidente de Gobierno Almirante Carrero Blanco. Despues ya instalados en la trama del poder mostraron gratitud a la banda y sus asesinos decretando su amnistía , la primera -la última ha sido hace unos días con la derogación de famosa doctrtina Parot- Franco no es culpable que la transición política bien diseñada por él, cuyo instrumento sería la Ley de Reforma aprobada por el pueblo español en referendum tras su muerte, se fuera al traste por la traición d elos prpios franquistas renegados. Franco no es culpable de que dicha Ley se incumpliera por el Estado y el Gobierno y que se pasara ilegalmente a la formación de unas Cortes constituyentes presididas por otro pájaro de cuentas como Torcuato Ferandez Miranda, falangista perjuro, y desarrollando el cambio a golpe de martillo en su estrado y por el procedimiento de urgencia en cada sesión. Auí la culpa la tienen la inmoralida e indecencia mostrada por el Rey y la banda política que asaltó el poder en Fspaña para llevarla hasta donde estamos, fracturada, en la ruina, con los asesinas en la calle uy en las insituciones y las v´citmas denigradas y llevando flores a las tumbas, y la gentuza política campando a sus anchas robando y vilipendiando al pueblo español.

    F. Satrústegui.

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  6. Insisto: El mamarracho de Enrique Castillo que pare de una vez y nos deje en paz !!! Que hable de toros o de putas, pero que no de más la tabarra que, además, lo hace muy mal y todo lo copia; el no sabe nada de nada.

    Mamarracho !!!

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  7. Pues eso Sr Anónimo, que el “infinito” es tan prolongado que se puede uno permitir ser pelmazo y pertinaz.
    Y sobre que le deje en paz, no se preocupe usted, que unos antes y otros después al final todos estaremos descansando en paz.

    Aunque cuando uno no tiene educación, es muy fácil descalificar, se podría aunque sea “copiando” quedar con cierta elegancia, pero cuando no se sabe nada de nada, pasa lo que pasa.

    F. Satrústegui, si usted lee bien el comentario que me precede, verá que es obvio mi comentario. Aun reconociendo que Franco no tiene nada que ver en la situación actual de España.

    Saludos para usted Sr Satrústegui.

    Enrique Castillo

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  8. Qué pesado y qué posma es el señor este, Castillo o como se llame !!! Que aprenda usted algo de historia, hombre, que todo lo que escribe lo hace al dictado de un libelo que se llama "El País" o algo así. A ver si es usted también el que antes que nadie descansa para la eternidad y, de paso, nos deja definitivamente en paz !!! ¿Será posible tener que aguantar en un foro dedicado al toro, a un coñazo como este ?
    Dele usted caña Sr. Satrústegui, que lo hace muy bien !!!

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  9. ... y no olvide usted que el mayor placer de una persona inteligente es aparentar ser idiota delante de un idiota que aparenta ser inteligente.

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  10. Pero que pesadez la del que acusa de pesado y mamarracho a Enrique Castillo. ¿Y porqué no puede escribir comentarios extra taurinos? El propio blogspot abre sus noticias y artículos a otros temas que no son del toro. Y además escribirá lo que le de la gana y su lectura será voluntaria por quien quiera hacerlo.

    Ánimo Sr. Castillo

    Saludables noches tangan todos ustedes
    Paula Díaz

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  11. Anónimos de las 21:19 y las 21:28, escriben ustedes tan parecidos a los anónimos de las 11:07 y las 13:14 que cualquier idiota que aparente ser "memo", (porque para inteligentes ya están ustedes) parecen el mismo, pero están tan huérfanos de veracidad, que les hace ser poseedores de un fanatismo sectario que le llega a molestar el diario de mayor tirada de este país, por lo que se demuestra que salvo ustedes, bueno, mejor dicho, salvo usted todos son idiotas.

    Bienaventurados los que trabajan "como usted" por la paz, porque ellos, "como usted" verán a Dios.

    Enrique Castillo

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  12. El valiente anónimo que dice que posma es el señor Castillo, es tan inutil mentalmente que no sabe valerse por si mismo y le pide a Satrústegui que le de caña a Enrique Castillo

    Beatriz

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  13. Con mucho gusto para mi y enfado para otros, trataré de pecar de “pesado” y en esta ocasión hablaré de educación.

    Las buenas formas o los buenos modales deben ser la expresión de nuestro “patrimonio interior”. Ser una persona educada no es tan difícil, simplemente debemos saber respetar las opiniones de los demás, aunque en esas opiniones no se esté de acuerdo, cosa totalmente válida. En las opiniones nunca nadie está en la posesión de la verdad absoluta, por lo cual la discrepancia es perfectamente correcta…pero con educación y sabiendo estar.

    “Uno de los objetivos de la educación debería ser desarrollar la empatía y el amor al prójimo, lo cual pasa por el autoconocimiento. La empatía significa resonar con los valores de otro, es un amor que nos lleva al aprendizaje. Necesitamos educar en el encuentro con el otro, donde hay un tú y un yo y donde reside el misterio del uno más uno igual a infinito. Porque implicarnos con el otro nos hace evolucionar. Pero esto no se hace, la educación se queda en el academicismo y en el dogma”.

    Una persona educada debe ser capaz de pensar y escribir con claridad y sin palabras soeces que lo único que se consigue es rozar la grosería. De una persona educada, se espera que tenga algún conocimiento sobre problemas de actualidad que en un momento determinado puede convertirse en tema a debatir, y de ahí los comportamientos éticos y morales que la persona educada debe de mostrar.

    Enrique Castillo

    P. D. Espero que nadie se dé por aludido, si así fuera sería muy dañino para él.

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