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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 19 de octubre de 2017

El imparable suicidio de Cataluña / por J.A. del Moral ·



Dan ganas de decirles “!ahí os pudráis¡”. Pero lo que dais es lástima en vez de odio. Ese odio que os corroe contra vosotros mismos. Nunca, jamás, una sociedad de siempre tenida por equilibrada, trabajadora e inteligente se había convertido en verdugo colectivo contra sí mismos.


El imparable suicidio de Cataluña

Como tantos y tantos españoles, también los que mal conviven con los independentistas en sus propias tierras por sentirse hijos de la Patria Común, asisto más atónito a los acontecimientos que se están produciendo en Cataluña. Un suicidio colectivo que camina imparable hacia la muerte aunque intenten taparlo con la algarabía de las abundantes manifestaciones que un día sí y otro también inundan las calles y plazas de sus ciudades y pueblos.

Como aficionado a los toros que soy, desde que se prohibieron los festejos taurinos en Cataluña no volví a pisar ninguna ciudad de aquella región ni de lejos. Y ya va para varios años hasta que vuelvan a celebrarse corridas de toros en Barcelona. Cuestión harto difícil porque no veo la luz por ninguna parte pese al reciente despertar de esa mayoría silenciosa tantos años acogotada que hace pocos día salió a las calles de la Ciudad Condal, compuesta por gentes normales que, a fin y el cabo, son las mayores victimas del conflicto. Ya pueden ir pensando en huir y dejar solos a los suicidas.

Parece hasta mentira que continúen machacándose erre que erre, incluso a pesar de la huida de las miles de empresas que se han ido y seguirán yéndose en un chorreo inevitablemente ruinoso.

Asistimos pues a un suicidio colectivo que tendrá un terrible fin cuando descubran lo que han hecho y ya no tenga remedio durante lustros y algunos intenten volver a ser a lo que fueron aunque nunca lo verán, al menos los que todavía viven.

Se engañan a sí mismos los miles y miles de catalanes que salen cada día a las calles gritando enloquecidos los ridículos eslóganes que no son más que mentiras.

¿Será posible que ni siquiera la ruina que más pronto que tarde padecerán tantos imbéciles a la vez les convenza del monumental dislate que están cometiendo?

Dan ganas de decirles “!ahí os pudráis¡”. Pero lo que dais es lástima en vez de odio. Ese odio que os corroe contra vosotros mismos. Nunca, jamás, una sociedad de siempre tenida por equilibrada, trabajadora e inteligente se había convertido en verdugo colectivo contra sí mismos.

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