Uno de los hombres más inteligentes que he conocido en el mundo taurino, me dijo un día que ejercer la crítica sin capacidad de elogio es un fiasco. Y apostilló: “Cuando me doy cuenta de que un periodista carece de esa capacidad, dejo de leerlo automáticamente”.
¿Será por eso?
Paco Mora
Ejercer el periodismo, en cualquiera de sus especialidades, pero sobre todo en la taurina, sin capacidad de elogio, es una tentación en la que caemos casi todos. Y es, hasta cierto punto, lógico, porque, desgraciadamente, quienes mayor índice de lectores acumulan suelen ser los que sistemáticamente practican aquello de darle “leña al mono hasta que hable inglés”. Y saber que se te lee, aunque sea para mentarte al padre por lo que escribes, tiene su morbo, Ya es sabido aquel dicho que reza; “que hablen de uno, aunque sea bien”.
Si Woodward y Bernstein, los dos periodistas del “Washington Post” que levantaron la liebre del Watergate, en vez de airear las marrullerías de Nixon que lo llevaron al Impeachment, se hubieran dedicado a investigar una vacuna contra el cáncer, ni se hubieran hecho películas sobre ellos ni se acordaría a estas alturas del santo de sus nombres ni la señora madre que los parió. Eso es una realidad.
Uno de los hombres más inteligentes que he conocido en el mundo taurino, me dijo un día que ejercer la crítica sin capacidad de elogio es un fiasco. Y apostilló: “Cuando me doy cuenta de que un periodista carece de esa capacidad, dejo de leerlo automáticamente”. Pero claro, ya he dicho que mi interlocutor era un hombre con el cerebro muy bien amueblado… Y lamentablemente, los que todo lo ven negro y criticable -y si adoban sus escritos con palabras insultantes y ofensivas, mejor que mejor-, siguen disfrutando de las preferencias de mayor número de lectores.
Si será cierto lo antedicho, que para escribir que los dos toreros más importantes que he visto esta temporada recién finalizada, a excepción de Enrique Ponce, que eso se da por sabido, han sido Curro DÍaz y Antonio Ferrera, hay que ver las vueltas que he tenido que dar para que me lo perdonen los talibanes de la profesión, que los hay y algunos de ellos subvencionados. Pero… ¿Qué le vamos a hacer, si con los recuerdos que han dejado en mi mente este año esos dos toreros, tengo bastante para considerar que la de 2017 ha sido, para mí, una de las temporadas que más han valido la pena de mi vida de aficionado? ¿Será que he perdido el espíritu crítico? Será por eso…
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