Perera y Roca Rey a hombros en Huelva
Si anteayer disfrutamos con el arte mayor, ayer fueron superados todos los moldes de la maestría y del valor. Miguel Ángel Perera protagonizó uno de los indultos más redondos en la perfección que hayamos visto en nuestra vida. Fue el segundo toro de la corrida de Torrealta, llamado “Sereno”. Un ejemplar más que merecedor del perdón. Por su parte, Andrés Roca Rey, tan imparable como arrollador, cuajó una importantísima faena con el tercer toro del que perdió las dos orejas por pinchar y otra de aún mayor mérito frente al sexto, que pasó de mostrarse difícil a sumiso colaborador por el crecido talento y el desatado valor del limeño hasta que lo mató con la mejor estocada de la tarde. Por las dos orejas que le concedieron y otras dos más el rabo del toro indultado por Perera, ambos diestros salieron de la plaza a hombros en loor de una enardecida multitud.
La tarde no fue propicia para El Juli que abrió y medió el festejo sin suerte con su lote ni el brillo de otras tardes.
Memorables intervenciones con las banderillas de Curro Javier, también magistral en la brega, y de Javier Ambel. Ambos grandes figuras entre los subalternos.
Pluscuamperfecto indulto de Perera a un gran toro de Torrealta y un más allá de Roca Rey rompiendo todos los moldes del valor
Huelva. Plaza de La Merced. Sábado, 4 de agosto de 2018. Última de feria. Tarde calurosa aunque no sofocante con casi lleno.
Seis toros de Torrealta, bien aunque desigualmente presentados en espectacular variedad de pelaje y distinto juego. Destacó sobre los demás del envío el segundo, un melocotón llamado “Sereno” por su excepcional nobleza, casta y durabilidad que fue indultado tras solicitud clamorosa del público y de los intervinientes. Manejable sin clase el que abrió plaza, importante aunque no fácil el tercero, deslucido el cuarto, muy a menos hasta rajarse el quinto. Y muy caro de mejorar el sexto que empezó cuasi parado y reservón hasta terminar sumiso gracias a la pericia y el valor de quien lo enfrentó.
El Juli (añil y azabache): Pinchazo, estocada muy trasera y descabello, aviso, petición insuficiente y gran ovación. Estocada desprendida, gran ovación.
Miguel Ángel Perera (caldero y oro): Simuló la suerte de matar, dos orejas y rabo simbólicos con vuelta clamorosa. Media caída trasera, gran ovación.
Andrés Roca Rey (malva y oro): Pinchazo y media estocada tendida tendida, gran ovación. Gran estocada, dos orejas.
Perera y Roca Rey salieron de la plaza en hombros.
A caballo, destacó José Manuel Quinta. En la brega, Álvaro Montes, Curro Javier y Javier Ambél. Y estos tres también en banderillas, además de los pares sueltos de José María Soler, Fernando Pérez, Paco Algaba y Viruta.
Otra tarde memorable que, en cuanto a maestría y a valor, rompió moldes. El merecido indulto del segundo toro a cargo de un Perera pluscuamperfecto desde cualquier punto de vista, pletórico con el capote en el recibo por verónicas y en un estupendo quite por chicuelinas y tafalleras, y sensacional en su modélica y redondísima faena de muleta, poco más que mediada la cual, fue la principal razón de que muchos espectadores empezaran a pedir el indulto de “Sereno”. Y con toda razón porque su encastada e interminable nobleza terminaron con la general y entusiasta petición del indulto, por lo mucho – demasiado – que la presidencia tardó en sacar el pañuelo naranja. Otra vez más y van, estos presidentes estúpidos guardianes de supuestas purezas, volvieron a intentar que la gente se disgustara y mucho más Perera que anduvo realmente sensacional. Luego, con el pronto rajado quinto, se excedió en el metraje de su faena supongo que en su frustrado deseo de repetir la hazaña. Fue a todas luces imposible.
Continúa la imparable racha triunfal de Andrés Roca Rey contra viento y cualquier marea. Ayer frente a dos toros nada fáciles, de esos que venden muy caras sus escondidas posibilidades, divinamente descubiertas y resueltas por ese enorme fenómeno del toreo contemporáneo que, si sigue así – estoy seguro que lo hará – terminará adueñándose del toreo mundial. Aunque persiste en sus alardes de asustante valor que envuelve sus magistrales faenas, propiciando un clímax más que singular, pues acalla al gentío mientras torea, generalmente atónitos los espectadores ante tamañas dosis de valor indómito y por los felices resultados de sus empeños, Andrés Roca Rey persiste cual divino kamikace y excepcional torero, sin una sola tarde ayuna de triunfo que para este monstruo que lo consigue a golpe cantado sea cual sea la categoría de la plaza. Para Roca Rey todos los públicos merecen su incondicional entrega y el poder disfrutar con tamaños derroches que el joven diestro colecciona sin que se le tuerza el gesto ni se le mueva un solo músculo de su rostro angelical. La proverbial manera de andar y de hacer mientras va hacia los toros o de salir de las suertes como si tal portento fuera moneda de cambio cuando lo que acaba de lograr es carísimo, aporta un singularísimo matiz a todas sus actuaciones. Ayer, como casi siempre, se salvó milagrosamente de ser alcanzado por sus dos toros. Pero el caso es que ya no le cogen tanto los toros como en temporadas anteriores. Acrecentados su oficio y su destreza, Andrés ya brilla cual estrella para nada eclipsable sino cada vez más brillante que las menos claras anteriores. Dios te guarde, Andrés, para muchos años y que uno lo vea.
Estando magistral como acostumbra, El Juli de ayer no tuvo suerte con los toros de su lote, especialmente con el que hizo cuarto, y ni siquiera logró epatar ni en solo instante con sus dos colegas, dejando su tarde onubense en blanco. Podría haber cortado la oreja del primero de haberlo matado pronto y bien. Pero, fuera por lo que fuese, ayer quedó absolutamente eclipsado por Perera y por Roca Rey. A todo hay que acostumbrarse, maestro.
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