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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 5 de noviembre de 2018

EL ARTE Y LOS NÚMEROS / por Antolín Castro

Los sentimientos y la belleza se dejaba a un lado. Cambiará tras ver a Urdiales.
 Foto: Andrew Moore

El Toreo, en cambio, pertenece al mundo de las artes, se llena la boca de decirlo, pero ha caído en la pendiente de observarse solamente, o casi, por la vía de los números. Y así no es arte, es sencillamente comercio.

EL ARTE Y LOS NÚMEROS

El Toreo es un arte, es indiscutible, pero también se utiliza como un negocio, donde los números es lo que se mira. Se miden de distinta manera. Sentimientos y belleza de un lado y números y dinero de otro.

De ese modo se han medido siempre, pero últimamente se le dio mucha mayor importancia a lo segundo, muchísima más, abandonando a su suerte a lo primero.

Se vive preso de los números. Aquellos que indican el número de festejos, el de espectadores, el de orejas cortadas, el de los dineros ganados. Todo eso en el mundo del toro se asemeja a cualquier otra actividad económica o espectáculo de masas.

El fútbol, el mayor espectáculo de masas del mundo, así se mide. Pero hemos de coincidir en que son los números los que ya se necesitan inicialmente para saber el ganador de cada uno de los partidos. No es extraño, entonces, que se mercadee con entrenadores y jugadores cuando esos objetivos no se ven cumplidos.

El Toreo, en cambio, pertenece al mundo de las artes, se llena la boca de decirlo, pero ha caído en la pendiente de observarse solamente, o casi, por la vía de los números. Y así no es arte, es sencillamente comercio.

Se venden más cuadros en unos grandes almacenes, sin que apenas pasen de litografías, que otros originales firmados por artistas de reconocida firma. Puede que a esos cuadros ya enmarcados se les llame arte, pero son sucedáneos del mismo.

De igual modo, vivimos últimamente en el mundo del toro. Sucedáneos en las obras que nos muestran en los ruedos, eso sí perfectamente enmarcadas con plásticos de colores, pero alejados de la autenticidad de la firma de un artista verdadero. Y al toro le pasa casi lo mismo, también llega enmarcado a la plaza, pero el marco lo que hace es encerrarle en una bobalicona docilidad. Al toro le falta la misma espontaneidad que al torero. Ambos hacen de lo previsible un cuadro aparente.

Eso se vende en los grandes almacenes de las ferias y así lleva circulando montones de años. El arte, el embrujo, la inspiración, la originalidad, la belleza… parece haberse quedado olvidado todo en los armarios del tiempo. Al igual que la épica, el arte de torear pertenece a un objeto de deseo de otro tiempo. Prefieren vender mucho, y barato, en mercadillos, antes que ofrecer obras de primer nivel en las galerías más afamadas y reconocidas.

Por eso ha llamado tanto la atención lo acontecido en Las Ventas en su pasada Feria de Otoño. Todos pudieron ver que lo ofrecido, y disfrutado, era distinto. Con Diego Urdiales triunfó el arte no el número de sus solo 6 festejos toreados.

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