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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 14 de noviembre de 2018

VIII.- LA SUERTE DE VARAS. RESPONSABILIDAD DEL MATADOR / por José Mará Moreno Bermejo



 ...la normativa taurina responsabiliza al matador, como no podía ser de otra manera, de la ejecución correcta de la Suerte de varas, y que de ella puede restarse la concesión de trofeos que tanta controversia trae por parte de los coletudos y sus aduladores. Al menos, aquellos periodistas que se tienen por independientes, que los hay, aunque sean pocos, deberían referirse de vez en cuando a esta circunstancia como explicación a la correcta decisión del presidente, para así apaciguar las invectivas de los pelotas “joligans” de los jefes del escalafón. 


VIII.- LA SUERTE DE VARAS. RESPONSABILIDAD DEL MATADOR


Parece “de cajón” que de todo lo que se realice en el ruedo durante la lidia del toro es, en último caso, responsable máximo el matador. ¿Podemos valorar adecuadamente esta responsabilidad? ¿Siempre puede hacerse? ¿Conocen los matadores sus deberes durante la lidia? Y respecto a nuestro tema, que es la Suerte de varas, ¿saben de verdad los matadores cómo han de comportarse para que ésta se realice correctamente?

En todo tiempo ha existido una confianza total entre el matador y su picador. Parece como si el jefe hubiera delegado en el piconero la forma en que debería realizarse la Suerte de varas; los deseos de jefe y subalterno coinciden en la necesidad de que el toro quede en situación propicia para que el lucimiento del lidiador sea el mejor y realizado con el menor riesgo posible. El matador cree que su picador sabe bien cómo hay que picar a cada toro; el picador cree saber cómo dejar al toro en condiciones para que su jefe sólo tenga que preocuparse de cortarle las orejas; …al toro. 
Pero, a mi forma de ver la corrida, el problema es que ni picador ni matador se preocupan lo debido para que al toro se le puedan extraer todas las cualidades que lleva dentro; y para que “declare” los defectos y virtudes que deben ser conocidos para la lidia posterior; y para el juicio del aficionado. Las causas por las que se produce esta dejación de funciones se deben, yo no lo dudo ya después de tantos episodios vividos con picadores y toreros, a que NO SABEN cómo se debe realizar una Suerte de varas adecuada a cada toro. Y sigo asumiendo que mis amigos me llamarán ingenuo y los demás… lo que quieran; pero sé que es así. Parto de la base de que son pocos los que saben que hay que picar en el morrillo, por ejemplo; o que hay que evitar el choque violento con el peto; y que hay que acortar la permanencia en la lucha con el caballo por el desgaste que supone para las cualidades posteriores, psíquico físicas, del morlaco.
Empecemos por el principio, que es la mejor forma de presentar la teoría, siempre. El matador está deseando que el toro esté picado y banderilleado para comenzar su “faena”: YA. Salvo algún Esplá o Padilla que siempre tuvieron el pundonor de respetar los tiempos de la lidia, también en el primer tercio, los matadores, en general, no se preocupan de por dónde van los picadores, en cuál sitio se ponen; incluso ni les indican cómo, cuánto y dónde deben picar. Y lo cierto es que todos los toros no son iguales, que necesitan castigos diferentes; que sus tendencias por casta, bravura o genio exigen trato particular… Pero la realidad es otra: topetazo, puya en la cruz (en el mejor de los casos) caída al lado izquierdo; cariocas, giros, mete sacas…, y cumplir el objetivo de sangrar rápido. ¿Ahormar la embestida? Puaff; ¿ésoquesloqueés?…
Poner en suerte al toro para que sea picado es una importante labor del matador, o de su banderillero, que determina en gran medida la efectividad y artística ejecución del puyazo posterior. Para ello, el matador debe obligar a su picador a situar el caballo en el lugar propicio, según lo haya intuido por las querencias que ha ofrecido el toro, si bien en primera instancia debe realizarse el cite en la contraquerencia; y exigirle que el caballo esté con la culata junto a tablas, para que no entorpezca la puesta en suerte; lejos de la raya para que no le vea el toro. Si el picador teme que al estar lejos puede sufrir un empellón fuerte del morito, que se dedique a otra cosa. Siempre el picador fue recio, buen jinete y valeroso. “Mano de Hierro”, “Riñones”, “Relámpago”, “Melones”… 

Una vez situado el picador junto a tablas, es obligado que el matador coloque al toro perfectamente junto a la raya, parado, enfrontilado al jaco, saliendo por el lado derecho del toro para que éste vea sólo al caballo. El matador ha de “limpiar” el lado izquierdo del caballo de gentes y movimientos, para que el toro pueda mostrar su cualidad de bravura. Esa asepsia debe ser exigida para que los aficionados, ganaderos, picador y matador calibren debidamente las condiciones del toro. Acudir al caballo acuciado por un volante capote nos privará de conocer certeramente la esencia de las condiciones del toro, necesaria para poder juzgar debidamente la faena. 

Cuando el toro sea renuente al continuado cite del picador, debe el matador indicarle que cambie los terrenos y lleve al caballo a otros más cercanos a toriles donde el burel pueda atacar más confiado, una vez demostrada su limitada bravura. Y estas acciones deben realizarse con normalidad, sin excesiva pérdida de tiempo; como una más de las circunstancias en las que se desarrolla la lidia. El manejar debidamente estas circunstancias por parte del torero posibilita una suerte menos perjudicial para el toro; se ahorran capotazos, cites, estrés…

Si el caballo está bien situado perpendicular a tablas, con la culata junto a ella, y el toro en suerte, decía el gran Raimundo Rodríguez que el puyazo era seguro. Raimundo afirmaba que saliendo de tablas, perpendicular al toro, llamándolo con gestos vara en alto, voz y, si fuera necesario, sonido de estribos, era seguro que el toro acudiría al cite. Antes del encuentro, decía el picador, empezaba a trabajar la “mano izquierda” girando con mesura la cabeza del jaco a la izquierda, para que cuando se largara la vara cayera la puya, clavara y evitara, o mitigara, el choque con el peto haciéndose fuerte el apoyo en el estribo izquierdo, desde el que se puede regular mejor la aplicación del castigo, y largar al toro con premura. Y si el toro no iba, había que desplazar el caballo con presteza para que la suerte se realizara pronto, el toro no se resabiara y el público no sufriera de impaciencia. 

El matador es el responsable de toda la lidia, de todo lo que sucede en el ruedo desde que sale el toro hasta que se lo llevan las mulillas. Por lo tanto, todo lo que se haga mal por parte de los subalternos irá al “debe” de los méritos del coleta. Según dicta el artículo nº 82 del Reglamento taurino en vigor, en su apartado 2º, para la concesión de la 2ª oreja por parte del presidente, deberá tenerse en cuenta:… “la buena dirección de la lidia en todos los tercios…”, por lo que no se debe conceder una 2ª oreja al matador que no haya velado por la buena ejecución de la suerte de varas. Esta circunstancia, a mi modo de ver, debería ser comunicada a los matadores por la presidencia antes de la corrida con objeto de que se preocupen debidamente de la buena ejecución de la misma por parte de sus picadores, y de que no se extrañen si se le niega el 2º trofeo, obligado por este apartado del Reglamento vigente.

Queda claro, al menos para mí, que la normativa taurina responsabiliza al matador, como no podía ser de otra manera, de la ejecución correcta de la Suerte de varas, y que de ella puede restarse la concesión de trofeos que tanta controversia trae por parte de los coletudos y sus aduladores. Al menos, aquellos periodistas que se tienen por independientes, que los hay, aunque sean pocos, deberían referirse de vez en cuando a esta circunstancia como explicación a la correcta decisión del presidente, para así apaciguar las invectivas de los pelotas “joligans” de los jefes del escalafón. A uno de ellos, cuyo nombre callo, el presidente de la plaza “Vista Alegre”, me confesó que le negó la 2ª oreja por no haber observado la normativa de la Suerte de varas: no poner al toro bien en suerte; lo hizo entre rayas, y por permitir al picador una actuación inadecuada. Por ahí podía venir una oportuna determinación para procurar una Suerte de varas correcta, digna y artística. Al menos no se observaría esa dejación de responsabilidades que cada día nos muestran en el ruedo hasta los más renombrados matadores.  

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