Fernando del Arco, Juan Lamarca, Carlos Martínez, y Florencio García
IV Memorial Luis María Gibert
JUAN LAMARCA EN LA CASA DE MADRID EN BARCELONA / CÍRCULO BIENVENIDA. XXXVI FERIA DE OTOÑO.
Juan de Dios Jiménez
Tendido 5, Barcelona, 03.11.2018 / Fotografía: Elena
Este fin de semana ha tenido lugar la segunda de las sesiones enmarcadas dentro de las conferencias taurinas de la Casa Madrid de Barcelona, Feria de Otoño IV, Memorial Luis María Gisbert, en la que Juan Lamarca, expresidente de la Monumental de Las Ventas, y dirigente del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida, pronunció una excelente conferencia: “Los toros, tema polémico, en la intelectualidad española”.
Juan Lamarca, estuvo acompañado del banderillero, Carlos Martínez, que había militado en la escuela taurina de Nimes/Cataluña, así como de Fernando del Arco, fundador y actual presidente del Capítulo de Barcelona del Círculo T. A. Dinastía Bienvenida, y organizador de este ciclo de conferencias, y de Florencio García, Presidente de la Casa Madrid de Barcelona.
Comenzó el acto Fernando del Arco, repasando la biografía de Juan Lamarca, en la que destacó sus 22 años ejerciendo como presidente de festejos taurinos de Madrid precedido de 7 años de Delegado gubernativo en dichos espectáculos, al tiempo de destacar también su dilatada labor socio cultural en distintos foros y a través de destacadas intervenciones en distintos medios de comunicación.
Acto seguido el conferenciante Juan Lamarca, fue explicando minuciosamente el tema principal, en la que hizo un repaso histórico sobre la originaria cultura taurina y de un elenco relevante intelectuales que abordaron su análisis y estudio, detractores, defensores y hasta ambivalentes, situando el conferenciante a la tauromaquia como un acontecimiento de tal magnitud que mereciera la atención de tan relevantes personalidades del intelecto.
Lamarca hizo hincapié, en importantes generaciones, como fueron los regeneracionistas seguidos por la del 98, novecentistas y la generación literaria del 27.
En cuanto a la primera, explicó que fue una generación, que adoptó una actitud muy negativa y se mostró reacia y corrosiva contra las corridas de toros, calificándolas como una lacra que habría que eliminar en pos europeizar España, Y precisamente en aquella época que la fiesta de los toros gozaba de un gran fervor popular, en los últimos años de la competencia entre los dos ídolos de la tauromaquia, de Lagartijo y Frascuelo, relevados por Mazzantini, el Espartero, y especialmente Rafael Guerra “Guerrita”.
Resulta insólito, afirmaba Lamarca, que hubiera casi un único defensor de la fiesta, Mariano de Cavia, el del célebre seudónimo de "Sobaquillo", al que acompañaba, y por otros conceptos de catolicismo y tradicionalismo, Menéndez Pelayo que también se oponía a aquellos "bestias salvadores de España".
En cuanto a la primera, explicó que fue una generación, que adoptó una actitud muy negativa y se mostró reacia y corrosiva contra las corridas de toros, calificándolas como una lacra que habría que eliminar en pos europeizar España, Y precisamente en aquella época que la fiesta de los toros gozaba de un gran fervor popular, en los últimos años de la competencia entre los dos ídolos de la tauromaquia, de Lagartijo y Frascuelo, relevados por Mazzantini, el Espartero, y especialmente Rafael Guerra “Guerrita”.
Resulta insólito, afirmaba Lamarca, que hubiera casi un único defensor de la fiesta, Mariano de Cavia, el del célebre seudónimo de "Sobaquillo", al que acompañaba, y por otros conceptos de catolicismo y tradicionalismo, Menéndez Pelayo que también se oponía a aquellos "bestias salvadores de España".
Salió a relucir cómo Azorín, Pio Baroja y Ramiro de Maeztu adoptaban, sin embargo, su posición antitataurina si bien por su patriotismo, porque "amaban a España porque no les gustaba". Incluso que Miguel de Unamuno rechazaba las corridas "para que no se hablara tanto de toros, ya que esto estaba siendo perjudicial para las personas".
En cuanto a la generación del 27, fue una generación ya más partidaria a la fiesta, continuó el conferenciante; poetas como Rafael Alberti, Gerardo Diego y Federico García Lorca, entre otros, fueron grandes defensores del arte de torear que les ayudó e inspiró para la creación de algunas de su magnas obras, destacando, la gran influencia que tuvo el torero Ignacio Sánchez Mejías en esta generación, y cuya cogida y muerte desgarró el alma de Federico llevándole a escribir su célebre “Llanto..", la más grandiosa elegía escrita a un amigo,
A través de este recorrido histórico, Juan Lamarca no dejó citar a aquellos intelectuales partidarios de la tauromaquia que ya les latía su inquietud por la preservación de la pureza e integridad de la corrida de toros, citando, entre otros, a José María de Cossío que ya advertía en aquellos tiempos: “la amenaza para el futuro de la Fiesta está en quitarle peligrosidad y fuerzas al toro. Si éste no encierra riesgo auténtico para el torero, entonces no hay toreo auténtico, porque no hay nada que dominar”. “La autenticidad -apostillaba- es una necesidad para la Fiesta. Por lo tanto, todo lo que sea quitarle defensas al toro es un fraude para la Fiesta ”.
¡Ay.. si Don José María levantara la cabeza!, enfatizó irónicamente Juan Lamarca.
Igualmente destacó, Lamarca el valor de identidad hispánica de la los toros reflejado en el aserto Conde de las Navas: “el devenir de la Fiesta corre paralelo con los períodos de auge o decadencia de la patria”; o aquella otra y rotunda afirmación: “No. Nunca, los toros no pueden morir. Moriría España”.
No faltaron las jugosas anécdotas referidas a Benavente en su interés por los toros a través de Guerrita, o Lagartijo y Frascuelo, o la evolución de pensamiento de Pérez de Ayala deslumbrado por Juan Belmonte, la apasionada entrega del esperpéntico Ramón Valle Inclán en su admiración por el propio Pasmo de Triana, o la impresionante invocación a la divinidad de Agustín de Foxá sobre "Manolete"
Ciertamente reveladora fue la exposición de Juan Lamarca con el sorprendente análisis de Antonio Diaz-Cañabate sobre el "radical y grosero antitaurinismo" de Eugenio Noél del que se extraía un fondo profético sobre "la degeneración de la fiesta" que el crítico madrileño decía apreciar ya en su propio tiempo.
No podía faltar el guiño de Lamarca a la los toreros de la dinastía de Bienvenida, con su artífice el Papa Negro al frente, estimándolos como fuente de inspiración para la literatura y el mundo del arte.
El remate de su disertación consistió recordando al profesor Tierno Galván cuando juzga a los toros como “el acontecimiento nacional que más ha educado social, e incluso políticamente, al pueblo español”.
Se llegó inal emotivo interesante y polémico tema, Juan Lamarca, lamentó la triste, penosa e ilegítima erradicación de los toros en Cataluña, fruto de la insidiosa política de discriminación y odio a todo lo español y, naturalmente, contra la tauromaquia como símbolo inequívoco de identidad patria, apostillando con lo manifestado por el poeta y escritor barcelonés, Pere Gimferrer:
A través de este recorrido histórico, Juan Lamarca no dejó citar a aquellos intelectuales partidarios de la tauromaquia que ya les latía su inquietud por la preservación de la pureza e integridad de la corrida de toros, citando, entre otros, a José María de Cossío que ya advertía en aquellos tiempos: “la amenaza para el futuro de la Fiesta está en quitarle peligrosidad y fuerzas al toro. Si éste no encierra riesgo auténtico para el torero, entonces no hay toreo auténtico, porque no hay nada que dominar”. “La autenticidad -apostillaba- es una necesidad para la Fiesta. Por lo tanto, todo lo que sea quitarle defensas al toro es un fraude para la Fiesta ”.
¡Ay.. si Don José María levantara la cabeza!, enfatizó irónicamente Juan Lamarca.
Igualmente destacó, Lamarca el valor de identidad hispánica de la los toros reflejado en el aserto Conde de las Navas: “el devenir de la Fiesta corre paralelo con los períodos de auge o decadencia de la patria”; o aquella otra y rotunda afirmación: “No. Nunca, los toros no pueden morir. Moriría España”.
No faltaron las jugosas anécdotas referidas a Benavente en su interés por los toros a través de Guerrita, o Lagartijo y Frascuelo, o la evolución de pensamiento de Pérez de Ayala deslumbrado por Juan Belmonte, la apasionada entrega del esperpéntico Ramón Valle Inclán en su admiración por el propio Pasmo de Triana, o la impresionante invocación a la divinidad de Agustín de Foxá sobre "Manolete"
Ciertamente reveladora fue la exposición de Juan Lamarca con el sorprendente análisis de Antonio Diaz-Cañabate sobre el "radical y grosero antitaurinismo" de Eugenio Noél del que se extraía un fondo profético sobre "la degeneración de la fiesta" que el crítico madrileño decía apreciar ya en su propio tiempo.
No podía faltar el guiño de Lamarca a la los toreros de la dinastía de Bienvenida, con su artífice el Papa Negro al frente, estimándolos como fuente de inspiración para la literatura y el mundo del arte.
El remate de su disertación consistió recordando al profesor Tierno Galván cuando juzga a los toros como “el acontecimiento nacional que más ha educado social, e incluso políticamente, al pueblo español”.
Se llegó inal emotivo interesante y polémico tema, Juan Lamarca, lamentó la triste, penosa e ilegítima erradicación de los toros en Cataluña, fruto de la insidiosa política de discriminación y odio a todo lo español y, naturalmente, contra la tauromaquia como símbolo inequívoco de identidad patria, apostillando con lo manifestado por el poeta y escritor barcelonés, Pere Gimferrer:
“Prohibir los toros atenta contra la libertad, con ello, se demuestra un desconocimiento profundo no sólo de la cultura Ibérica, española, portuguesa o la francesa, sino la propia cultura catalana y de la historia de su sociedad”.
Fotografía de Luis Mª Gibert presidiendo el salón
Muy oportuna y satisfactoria resultó el recuerdo de Juan Lamarca a personajes fundamentales de la Cataluña taurina, como aquel gigante desaparecido, Luis María Gibert, cuya viuda la compositora Dª Elvira Checa se encontraba presente en primera fila.
Igualmente fue mencionando a los matadores Mario Cabré, el poeta que sabía torear, según Jacinto Benavente; Joaquín Bernadó, la leyenda del toreo catalán, el torero de toreros; José María Clavel, la poesía y la elegancia en el ruedo y en la calle; Enrique Patón, el valeroso torero de Figueras; Luis Barceló, un artista, elegante de luces y de paisano; o Serafín Marín, un triunfador en los ruedos y un perdedor en el Parlamento catalán, aquella patética imagen de soledad que simbolizó el abandono de mundo profesional inerte a impasible ante el apuntillamiento de la fiesta brava. ¡Vergonzoso! exclamó Juan Lamarca.
Finalizada la conferencia, el presidente de la Casa de Madrid en Barcelona, Florencio García, dio la palabra al banderillero Carlos Martínez, que manifestó sentirse satisfecho y orgulloso de la formación profesional y humana recibida en la Escuela Taurina de Nimes/Cataluña tras lo que se abrió un turno de preguntas por parte del público asistente y del ilustre Fernando del Arco, respondidas por Juan Lamarca con franqueza y sinceridad.
Fernando del Arco, Carlos Martínez, Juan Lamarca, y Florencio García
Tras las invocaciones al respeto para la fiesta, a la vuelta de los espectáculos taurinos a Barcelona, y a la libertad de los aficionados de ir a las corridas toros, se dio por finalizado este brillante acto tras la entrega a Juan Lamarca y a Carlos Martínez de los correspondientes galardones de la Casa de Madrid en Barcelona.
A continuación los invitados pasaron a estampar su firma en el Libro de Honor de la entidad en su histórico despacho por donde han desfilado tan egregios como numerosos personajes a través de 67 años de existencia.
Florencio García, Fernando del Arco, y Juan Lamarca que firma en el libro de honor
Carlos Martínez firma en el libro de honor
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