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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 10 de junio de 2019

Para triunfar en Madrid / por Ignacio Ruiz Quintano



Hazard es jugador que pedirá silencio en el Bernabéu, y veremos al piperío chistando para mandar a callar al de al lado cada vez que llegue el balón a Hazard, como se chista en Las Ventas cuando Julián López inicia su julipié.

Para triunfar en Madrid

Ignacio Ruiz Quintano
Al oír a Mijatovic decir que “estamos fichando suplentes”, un escalofrío repasó el lomo del pipero. ¿Suplentes, el Madrid? ¿Y a esos precios? Pero Mijatovic hablaba de Luka Jovic (¡otro Lukita para el vestuario!), un Mariano serbio con condiciones de goleador, aunque no de rematador, que será suplente en una delantera a base de Vinicius, Benzemá y Hazard, ninguno de los cuales mete goles, pero tampoco los evita. Tampoco está ninguno en el once ideal de Mourinho, que pone en sus puestos a Salah, Messi y Mané (deja fuera a Cristiano, para comidilla de comadres).
 ¿Y Hazard?

Cuando los piperos se den cuenta de que Hazard no es un goleador se van a caer de culo.
  
Hazard redondeó su mejor temporada con Mourinho: jugó como Messi y corrió como Azpilicueta. Después se cansó y conspiró para cambiar de entrenador, cosa que consiguió, y desde entonces dosifica sus esfuerzos reservándolos para los partidos que le interesan. Al Madrid llega cuatro o cinco años tarde, porque es un jugador explosivo, de esos que tienen a locutores y cronistas entretenidos con las quisicosas del “tren inferior” del futbolista. Hazard sale de estampida como los calamares, y a los 28 o 29 años no sobra ya la tinta. Pero triunfará en el Madrid, porque se trata de un artista culibajo destinado a convertirse en la Venus Calipigia del Madrid, la del napolitano pandero, custodiada, la Venus, con recursos de “testigo protegido” en gabinetes privados para librarla de sus admiradores.
    
El matador pucelano Roberto Domínguez, que se hizo famoso descabellando con mucha pompa y artificio, era de la teoría según la cual la afición madrileña de Las Ventas tenía cierta predilección por los toreros culibajos, o sea Antonio Bienvenida. Hazard, pues, sería una suerte de Bienvenida del fútbol blanco, y triunfará en el Madrid, aunque sólo sea por culibajo. ¡Pensemos en un tridente Lopez, Beyoncé y Kardashian! El antifonario hazardiano (dos títeres peleando debajo de una sábana, decían los periodistas del de Marilyn) nunca ha dejado indiferente a nadie, y hay tuiteros cuya razón de existir es Hazard visto por detrás, como lo ven en el campo los defensas que le defiende en zona.
    
Hazard es jugador que pedirá silencio en el Bernabéu, y veremos al piperío chistando para mandar a callar al de al lado cada vez que llegue el balón a Hazard, como se chista en Las Ventas cuando Julián López inicia su julipié. “El silencio de la Maestranza es como el rugido de Anfield”, dijo el otro día Calamaro. Pronto se dirá que los silencios del Bernabéu son como “El grito” de Munch.
    
En el Bernabéu primero fue el silencio de Cruyff: la noche del 0-5, cuando el Bernabéu enmudeció de tal manera que en la memoria de don Santiago Bernabéu de aquel partido sólo quedó el recuerdo de aquel silencio. Luego vino el silencio del último partido de esta última Liga, la derrota con el Betis, que pareció lo que los poetas llaman un silencio sepulcral. Y ahora se nos vienen encima los silencios de Hazard (“¡Esos silencios hondos / llenos de tantas voces!”, en versos de Juan Ramón) en un club cuyo presidente podría atribuir los éxitos que ha tenido a las tres cosas de las que presumía el financiero del fósforo Ivar Kreuger: la primera es el silencio, la segunda es más silencio, mientras que la tercera es mucho más silencio todavía.
    
He tenido el gran culo de ganar muchos títulos –pudo declarar solemnemente un día Pep Guardiola.
    
Con la teoría culibajista en la mano, se ve el triunfo de Hazard tan claramente como el fracaso de Eriksen, futbolista que suena para sustituir el muermo de Kroos. Y no es una teoría disparatada: Obama, líder espiritual del progresismo mundial, contrataba expertos para saber “qué culo debo patear” (lo confesaba en entrevistas de TV), pues estaba convencido, el hombre, de que gobernar era patear culos, igual que para Zidane entrenar es gestionar egos, dos conceptos que, bien mirado, no están tan separados, pero por este camino nos metemos en el jardín psicoanalítico de Octavio Paz, y tampoco es plan.
    
Plan por plan, el único plan viable que tiene el Madrid por delante se llama Mbappé.

LA BODA DE RAMOS

    De “Por fin se casa Zamora” a “Por fin se casa Ramos”. Ahora podemos pensar que, si Ramos amagó con irse a China, fue para evitar pasarse por la Rectoría. Yo sé de un novio que resolvió huir en la fiesta de la boda aprovechando el baile de la konga que había propuesto el suegro: el hombre se soltó de la cola, saltó sobre su coche en el parking y corrió. Si Pablo Motos, el locutor bajito que se alimenta de palitos de merluza, propusiera una konga, que estén avisados los invitados por parte de la novia. Ramos se casa por la Iglesia, razón por la cual ha recibido el bautismo a sus 33 años (¡cristiano por Cristiano!), no se sabe si de manos del padre Ángel, el Hombre Más Bueno del Mundo. La boda, amenizada por los “isidisi” (algún tributo de AC/DC), le puede costar el Congo que le iban a dar los chinos: medio millar de invitados, hombres de chaqué y mujeres con los colores que se indican en la invitación. ¿Y quieren que Bale se marche del Madrid?

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