Herbert Gold cuenta en la misma revista de París cómo lo hace Vladimir Nabokov: "Se levanta temprano y se pone directamente a trabajar. Escribe en fichas que va copiando, ampliando y reorganizando gradualmente hasta dar forma a una de sus novelas. Durante los meses de calor en Montreux le gusta tomar el sol y nadar en una piscina próxima al hotel. A los sesenta y ocho años, ofrece un aspecto grueso pero robusto, y se mueve con lentitud. Tiene la misma facilidad para mostrar interés que para irritarse, pero prefiere lo primero". Fantástico también Nabokov y su interés por demostrar hasta el último día de su vida que no entendía demasiado bien el inglés, algo así como Bale con el español. Pero lo entendía perfectamente, vaya que si lo entendía.
Así que, como decía, no existe al parecer un único modo de escribir para los selectos participantes de la Champions de la literatura. En el periodismo, y de un modo más preciso en el periodismo deportivo, sí la hay. Y más concretamente en el periodismo deportivo antimadridista. Hemingway escribía de pie y con unas pantuflas dos veces más grandes de su tamaño, Nabokov madrugaba y lo anotaba todo en fichas que iba reorganizando a medida que avanzaba la trama y el antimadridismo escribe en cuclillas y con el culo en pompa. Y no por un problema de aerofagia, no. No sé si habéis oído que cuando se acumulan demasiados gases en el cuerpo humano y no sabes cómo expulsarlos es muy bueno ponerse con el culo en pompa. Los periodistas antimadridistas no expulsan gases sino artículos, o sea que no se tiran pedos sino que se tiran textos que arrojan a la cara de sus lectores como si se tratara de bombas fétidas, y como no pueden explicar lo que para ellos carece de sentido apelan directamente al insulto personal para seguir subsistiendo. No es el caso de Guillem Balagué, que sin embargo sí ha ido contándonos a todos en tiempo real esa serie de calamidades encadenadas una detrás de otra que le iban a acontecer al Madrid en sus partidos contra Chelsea, City y, por último, Liverpool. Lo de Guillem tiene cierto sentido porque está enamorado de la Premier y de aquel fútbol pero hay otros, como por ejemplo Diego Torres, que llevan años escribiendo en cuclillas y con el culo en pompas por puro placer.
Eso es lo que, este martes pasado, hizo en La Vanguardia un sobreactuado John Carlin cuando, para ofender al catorce veces campeón de Europa y en vista de que no puede entender qué ocurrió, utilizó a José Mourinho. Voy a empezar a pensar que Carlin está enamorado de Mou, que tampoco sería nada extraño, la verdad, porque el tío es muy guapo, eso es cierto. No referiré aquí la cantidad de pedos que se tira Carlin en su artículo de La Vanguardia, digamos que este veterano (tiene 66 años) periodista británico (nació en Londres) tiene un papel en el que puede leerse que es español pero no ha entendido absolutamente nada acerca de uno de los cuatro o cinco símbolos nacionales, que es el Real Madrid Club de Fútbol. Su flatulencia demuestra ignorancia y el gas que expulsa cuando escribe en cuclillas y con el culo en pompa denota que aún le queda mucho sufrimiento por delante. El destrozo que la consecución de La Decimocuarta, con la que nadie contaba, ha hecho entre el antimadridismo es sencillamente brutal. Hoy, sin ir más lejos, he visto en Twitter a Gonzalo Miró diciendo en un programa de televisión que José María Aznar salvó al Real Madrid de la quiebra. Si no existieran habría que inventarlos porque, en el fondo, son divertidísimos. El sufrimiento y los gases no les dejan pensar con tranquilidad.
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