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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 1 de febrero de 2023

Djokovic frente a todos: retrato del héroe antimoderno

El tenista Novak Djokovic. Europa Press

"...«Dios hizo el camino como debía ser. Lo digo desde el fondo de mi corazón: he creído en Dios toda mi vida, creo en los ángeles guardianes y he sentido su apoyo más que en cualquier otro momento», dijo el serbio tras ajustar las cuentas el pasado domingo..."

Djokovic frente a todos: retrato del héroe antimoderno

'LA MAYORÍA, EN SU LUGAR, HUBIERA PASADO POR EL ARO DE LA VACUNACIÓN

JAVIER TORRES
La Gaceta/Enero 31, 2023
Hace un año Novak Djokovic antepuso sus convicciones a ganar el Open de Australia. No es una hipérbole o la hipótesis del más acérrimo de sus aficionados en un club de Belgrado, sino la realidad: nadie ha levantado allí más trofeos que él, así que de haberlo disputado habría barrido a sus rivales con la misma facilidad que en esta edición.

Y no es que Djokovic no quisiera entonces disputar su torneo predilecto, pero el Gobierno australiano le exigía vacunarse. Ya saben, el pasaporte covid. El tenista no lo hizo y aún así obtuvo un visado que, poco después de poner un pie en Australia, fue anulado por el ministro de Inmigración. Lo siguiente fue su encierro en un hotel a la espera de la sentencia.

El tribunal que le juzgó y ordenó su deportación aseguró que la presencia del tenista en el país habría podido provocar disturbios civiles y reforzar al movimiento antivacunas, que es como Occidente llamó a quien se resistió a que pisotearan sus derechos. El primer ministro australiano, Scott Morrison, no escondió su satisfacción por la sentencia: «Esta decisión de cancelación se tomó por motivos de salud, seguridad y buen orden».

Era evidente que los enemigos del serbio no estaban sobre la pista dura de Melbourne, sino en el Gobierno australiano, los medios de comunicación de masas –nunca entendimos su significado literal hasta el covid– y los entusiastas del modelo chino de control total de la población. En medio quedaba la mayoría de la gente, ciudadanos de medio mundo, a los que televisiones, radios y periódicos habían aterrorizado a su antojo durante casi dos años.

A todo ello se enfrentó Nole, al que poco le importó renunciar al Grand Slam que, de haberlo ganado, le hubiera convertido en el tenista más laureado (hoy empatado a 22 con Nadal). La mayoría, en su lugar, hubiera pasado por el aro de la vacunación, pero él no lo hizo, convencido de que lo más prudente para su salud era no poner el brazo ante unas vacunas no suficientemente testadas, como meses después reconoció la CEO de Pfizer en el parlamento europeo.

Por ello, Djokovic recibió los peores insultos y fue convertido en el chivo expiatorio y la coartada de las peores, acientíficas y absurdas restricciones en todo el planeta. Quizá una de las cosas que más exasperó al rebaño fue comprobar que aún hay espíritus libres, quijotes contemporáneos que se rigen por códigos de honor y están dispuestos a pagar el precio de la soledad antes que traicionarse.

Djokovic no levantó el trofeo en 2022 pero hizo algo mucho mejor retratando a los habituales entusiastas del mundo globalizado, las fronteras porosas y el fin de las naciones, que durante aquellos días mutaron –cual virus chino– en funcionarios de aduanas, carceleros y hasta hombres-concertina.

Los argumentos que hace un año valieron a todos los que festejaron la expulsión del tenista de Australia, ahora deberían explicarnos cómo es posible que esa misma persona sin vacunar pueda mezclarse con otros tenistas como si nada, sin contagiar ni posibilidad de provocar disturbios civiles.

En la época de los profesionales de las sonrisas, la dictadura de los asesores de imagen y los bienquedas que jamás dirán una verdad en su vida si eso incomoda a alguien (¡precisamente por ello es verdad, merluzos!), Novak Djokovic, al que por eso se agradece ese punto a veces gamberro y sincero, emerge como el héroe antimoderno, con convicciones, que se enfrenta a un mundo descreído que ha renunciado a la verdad.

«Dios hizo el camino como debía ser. Lo digo desde el fondo de mi corazón: he creído en Dios toda mi vida, creo en los ángeles guardianes y he sentido su apoyo más que en cualquier otro momento», dijo el serbio tras ajustar las cuentas el pasado domingo.

Si sólo hay tres modos de enfrentarnos al mundo (alma de soldado, de sacerdote o comerciante) no es difícil advertir cuál de ellas es la que Djokovic desprecia.

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