la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 20 de enero de 2015

“Je suis Chato” / por José Ramón Márquez




“...la ventaja del público español es que lleva en la sangre el profundo sentido de la justicia del espectador de toros...


“Je suis Chato”
  • En París, cuando los toreros Pierre Cacenabe “Felix Robert” y Ramón Laborda “Chato de Zaragoza” se dirigían a la Plaza de Toros de las Arenas de Enghieu a participar en una corrida organizada con motivo de la Exposición Mundial de 1900, fueron tiroteados por un “anarquista” (aún no se había inventado lo de “terrorista”) sueco llamado Iván Aguelli, que de esa manera quería hacer patente su desacuerdo con... lo que fuese.


Esa Francia fecunda que, al decir de los Tertulianos, es capaz de alumbrar la Enciclopedie y Charlie Hebdo, esa enemiga constante y secular de esta España nuestra, que lava sus culpas enviándonos desde hace centurias una legión de hispanistas y de sinceros enamorados de la piel de toro, nos servirá para ilustrar en dos trancos un par de asuntos de la actualidad.

En primer lugar tenemos al citoyen Simón Casas que, envalentonado por haber logrado cuadrar sus cuentas, pone en marcha su ofensiva en defensa de la Fiesta tomando las armas contra... el público. Dentro de la más perfecta lógica del mundillo taurino, al bueno de Simón no le da por arremeter contra el fraude generalizado (afeitado, fundas, brunete guateada...), ni contra la anodina ausencia de personalidad en los toreros (Pérez, Gómez, Sánchez...), ni contra el incontestable descaste de la cabaña de lidia (juampedro, juampedro, juampedro...), ni contra los trusts empresariales de los que él mismo participa.

Simón derrota contra el público, el que pasa por la taquilla, el que sostiene todo el tinglado, acaso porque ésa es la única parte del espectáculo que escapa a sus manejos. Ignora Simón, o acaso no, que demonizando al público se alinea con Blasco Ibáñez y con Eugenio Noel, acaso tan antitaurinos como el propio Simón, que no duda en ponerse un rato junto a los antis declarados con tal de llevar el agua a su molino, tratando de buscar que en los ruedos impere la Pax Simona que consiste en sólo manifestar la aprobación y el contento. Para ilustrar a Simón citaremos las palabras de Gonzalo Torrente Ballester, publicadas en un viejo número del diario Arriba, a propósito de los públicos: “...la ventaja del público español es que lleva en la sangre el profundo sentido de la justicia del espectador de toros...” y más: “...el público de toros dimite del partidismo ante una gran faena y aplaude al torero detestado o silba al favorito si lo ha hecho mal. ¡Qué gran institución educativa de las masas son las corridas de toros!”

Y luego, la violencia. Lo mismo los moros con sus AK-47 convirtiendo una calle de París en el OK Corral que los antis dejando maltrecho a Andrés en la Universidad San Pablo-CEU, cada uno a su manera y según sus fuerzas, el recurso a la violencia siempre parece ser el más querido por el humano, acaso lo que nos hace humanos, como nos enseñan la Biblia en Gen, 4.8. y Kubrik en “2001 una odisea del espacio”. En París, cuando los toreros Pierre Cacenabe “Felix Robert” y Ramón Laborda “Chato de Zaragoza” se dirigían a la Plaza de Toros de las Arenas de Enghieu a participar en una corrida organizada con motivo de la Exposición Mundial de 1900, fueron tiroteados por un “anarquista” (aún no se había inventado lo de “terrorista”) sueco llamado Iván Aguelli, que de esa manera quería hacer patente su desacuerdo con... lo que fuese. Robert se libró de la balasera, al Chato la cosa le costó un balazo en un brazo y en el costado izquierdo y al sueco una multa de 200 francos y la privación de libertad por tres meses.Nadie se manifestó con un cartel: “Je suis Chato” y la pena impuesta al agresor pareció ajustada, respecto del crimen perpetrado, para la prensa de la época, prensa que es, al parecer, la garante de la democracia según se ha dicho en los días pasados.

A fin de cuentas los tiroteados eran toreros.

***


1 comentario:

  1. Moi aussi je suis Chato.
    Vamos p´alante.
    Lo peor es que, en el caso de la agresión del CEU, se confirma una vez más que los agresores se sienten, se saben, a favor de corriente, y me temo que los agredidos, por desistimiento y resignación mal asumida, dispuestos a consentir.
    Nada menos que un asalto a un centro docente universitario. Se interrumpe una actividad académica, donde por otra parte hubieran podido participar perfectamente y exponer sus razones en diálogo siempre fructífero, no interrumpen una novillada, ni un encierro de toros, ningún festejo taurino en cualquiera de sus versiones. Se agrede físicamente a los participantes, se le rompe a uno de ellos un brazo, que necesita meses de tratamiento quirúrgico y médico. La policía identifica al menos a dos de los agresores. Pasa todo al correspondiente juzgado. La prensa hace eco mínimo y distorsionado.
    Pues veremos la sentencia, y su cumplimiento, que está al caer. Los argumentos que se están filtrando queriendo justificar un sobreseimiento, una dejación de vergüenza, son del tipo de que mejor no tener líos, que no es para tanto y el mal ya está hecho, que es una versión contra otra, que la verdad es difícil de esclarecer, que hay identificados a algunos agresores pero no a todos, que no se está seguro de quien efectuó la agresión concreta, que la Universidad puede querer cerrar el Aula de Tauromaquia si ve que lo que da son problemas, que mejor olvidarlo, a nadie beneficia hacer ruido con esto, que qué mal está el mundo, que así están las cosas y están como están, y que esto es así. Y todo esto por quienes tienen que cumplir la ley y hacerla cumplir.
    Mentira bellaca. Imaginemos que hubiera sido un asalto de la extrema derecha a un centro universitario, si es que se puede distinguir tanto en formas como en motivaciones y efectos de lo realmente sucedido. La prensa estaría en ruidosa campaña, la fiscalía a todo trapo, minutos de silencio en plazas públicas, movimientos sociales y observatorios, oenegés e instituciones lanzando proclamas, los identificados en prisión preventiva, interpelaciones en el parlamento, alarma social, tertulias televisivas a lo intensivo, columnistas pronunciándose, indignación desbordada. Sin ir más lejos, no hace mucho, un grupo irrumpió en una conferencia en una librería, dieron gritos y empujones, alguien hizo uso de un aerosol, y una persona sufrió una irritación en los ojos, conjuntivitis, que precisó tras la valoración médica, lavarse con agua y si acaso un colirio. Fuerónse los agresores y no hubo más. Fueron identificados, detenidos, encarcelados, alguno expulsado del trabajo por considerar su acción incompatible, y el fiscal con la ley en la mano pide para alguno como veinte años de cárcel, que seguro que tiene su lógica.
    Que se cumpla la ley, sin omisiones, sin mentiras. Vergüenza señores, aunque no sea torera.

    ResponderEliminar