
Batman azteca
Jesús Laínz
Según parece, en septiembre se estrenará una película de dibujos animados cuyo tráiler ya circula por el ciberespacio. Se trata de una coproducción de Warner Bros y varias compañías cinematográficas mexicanas que lleva por título Batman azteca.
El argumento es sencillo: aztecas (ellos se llamaban a sí mismos mexicas) buenos contra españoles malos. El más malo de todos es, naturalmente, un Hernan Cortés malencarado, cruel y traicionero que, según llega, ordena «¡Masacradlos a todos!».
Confieso que me quedaré con las ganas de saber si la película es buena o mala puesto que no la veré, entre otros motivos porque soy persona de gustos exquisitos y, por lo tanto, sólo me agradan las de Almodóvar. Pero tampoco hace falta verla entera ya que los breves minutos del tráiler bastan para comprender su tono general.
Lo primero que salta a la vista es la idílica existencia de los indígenas antes de la llegada de los españoles. La fábula rousseauniana de siempre: el buen salvaje que no conocía la maldad hasta que entró en contacto con el pérfido hombre blanco. Nada de opresión de los mexicas sobre los pueblos vecinos, nada de sacrificios humanos, ni de antropofagia ni de matanzas. Y por supuesto, nada de millares de calaveras de víctimas entrelezadas en los tzompantlis, esas siniestras construcciones que alzaban en honor de Huitzilopochtli, dios de la guerra, y que tanto impresionaron a unos españoles que dejaron constancia de ellas en sus crónicas y dibujos. Ésa y otras barbaridades fueron cuestionadas por quienes, sobre todo en los países protestantes y otros enemigos de España, los consideraron invenciones de los españoles para justificar sus acciones. Pero el más destacado negacionista —disculpen el neologismo de moda, pero aquí viene al pelo— no fue ningún extranjero, sino, como en tantos otros asuntos de enorme gravedad y larguísimo alcance, fray Bartolomé de las Casas:
«Esto de sacrificar hombres y comerlos, como dice Gómara [Francisco López de Gómara], yo creo que no es verdad, porque siempre oí en aquel reino de Yucatán que ni hubo sacrificios de hombres, ni se supo qué cosa era comer carne humana, y decirlo Gómara, como no lo vio ni lo oyó sino de boca de Cortés, su amo y que le daba de comer, tiene poca autoridad, como no sea en su favor y en excusa de sus maldades; sino que esto es lenguaje de los españoles y de los que escriben sus horribles hazañas, infamar todas estas universas naciones para excusar las violencias, crueldades, robos y matanzas que les han hecho, y cada día y hoy les hacen».
Tzompantlis, sin embargo, se pueden contemplar por todo México, desenterrados aquí y allá por trabajos arqueológicos o por la casualidad, incluidos los descubiertos en años recientes en la propia capital federal. El nefasto dominico sevillano creyó lo que quiso creer, pero los soldados españoles dijeron la verdad.
También sale en el tráiler una imagen en la que los habitantes de la idílica Tenochtitlán descubren los navíos españoles anclados en una bahía, como si la capital mexica no estuviese a trescientos kilómetros de la costa. El detalle está lejos de ser irrelevante dado que precisamente entre el desembarco y la llegada a la ciudad del lago ocurrió el hecho fundamental de las alianzas que tejió Cortés con los totonacas, los tlaxcaltecas y otros pueblos dominados. Sin dichas alianzas no habría sido posible la derrota de los dominadores, salvo que el puñado de españoles, venciendo ellos solitos a millones de enemigos, hubiesen sido algo parecido a Superman, lo que –confesémoslo– no deja de ser halagador.
Pero el detalle que hace de esta película algo especial es que en ella aparecen nada menos que Batman y Catgirl para ayudar a los justicieros mexicas. El malvado Joker, naturalmente, es aliado de los españoles. Bobadas hollywoodienses aparte, lo interesante es que los buenos, el murciélago y la gatita, se apuntan al bando indígena. Y el malo, al de los conquistadores.
Previsible e inevitable, ¿verdad? Por qué razón es imposible imaginar lo contrario es la pregunta que debe hacerse cada españolito del siglo XXI. Y acto seguido, agítense un poco las neuronas para buscar una respuesta.
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