PONCE SIGUE REINANDO EN EL TOREO
Por José Antonio del Moral
La Gaceta/Detorosenlibertad
Con su magistral doma del fiero primer toro y la gran faena al cuarto de Puerto de San Lorenzo, Enrique Ponce no solo celebró por todo lo alto su cincuenta paseíllo en la plaza de Vista Alegre, sino que volvió a coronarse en el veinte aniversario de su alternativa a las puertas de completar su corrida número 2000 que tendrá lugar en la próxima Goyesca de Ronda, el 4 de septiembre. Aunque ayer la presidencia se negó cerrilmente a darle la segunda oreja, el público le compensó con una vuelta al ruedo clamorosa y con la ovación más larga que se haya escuchado jamás en esta plaza. Diego Urdiales, valiente hasta más allá de sus posibilidades, e Iván Fandiño, irresoluto, torpe y, por desgracia, gravemente herido por el sexto como no podía ser de otra manera. También cayó gravemente herido su peón Mario Romero. La corrida terminó con una durísima y sangrienta batalla.
Enrique Ponce (amapola y oro): Dos pinchazos, estocada caída trasera y descabello, aviso y ovación; estocada desprendida, aviso y oreja con fortísima petición de otra, vuelta clamorosa y dos salidas a los medios para corresponder a la interminable ovación que el acompañó hasta meterse en el burladero tras negarse a dar otra vuelta, y gran bronca al palco por no conceder el segundo trofeo.
Diego Urdiales (rosa y oro): Estocada corta trasera y descabello, silencio; media estocada, pinchazo y tres descabellos, dos avisos y palmas con saludos.
Iván Fandiño (fresa y azabache): Seis pinchazos y descabello, pitos. Por sufrir una aparatosa cogida resultó gravemente herido y no pudo matar al sexto, haciéndose cargo Ponce que, tras machetear al toro, lo liquidó de pinchazo y descabello.
Diego Urdiales brindó su primera faena a Enrique Ponce.
Bien Alberto Martínez en la brega y en banderillas. También resultó gravemente herido por el sexto toro el banderillero de Fandiño, Mario Romero. Al apreciar los médicos previo reconocimiento que Miguel Ángel Perera venía sufriendo la rotura y aplastamiento de la vertebra L2 desde la cogida que sufrió hace días en San Sebastián y prohibirle torear hasta que esté totalmente restablecido, fue sustituido a última hora por Diego Urdiales. Durante el paseíllo, se guardó un minuto de silencio por el 63 aniversario de la muerte de Manolete.
Ayer no se completaron los graderíos de sol ni los altos. A la misma hora del comienzo del festejo, jugaba el Atleti fuera de casa y a la coincidencia de ambos espectáculos se añadió la repentina caída del cartel de Miguel Ángel Perera. Así pues, los compañeros de Ponce en su 50 tarde en Vista Alegre no le ayudaron precisamente en la taquilla sino todo lo contrario. Hasta el sustituto de última hora, Diego Urdiales, no pudo completar una cuadrilla por lo que, en sus toros, tuvieron que actuar subalternos de los otros matadores. Tantos y tan fortuitos incidentes y adversas circunstancias, aparte el deslucido y peligroso juego en algunos casos de la mayoría de los toros de Puerto de San Lorenzo, empañaron una corrida que debería haber tenido bastantes más alegrías de las que tuvo por parte de la pobre compañía de Ponce. Pero la santa bondad del gran maestro aguanta todo lo que le echen y su infinita paciencia fue premiada por el Altísimo.
Claro que, otros matadores de categoría no lo hubieran aceptado mientras que Ponce habló con Urdiales que estaba en su pueblo y le pidió que viniera a Bilbao porque en un mano a mano con Fandiño, lo mismo hubiera tenido que matar la corrida entera. No merecía esta jugarreta del destino el valenciano que ya parece bilbaíno por lo mucho que quiere a la Villa y sus gentes a él en mutua correspondencia.
Pero vayamos al momento culminante del festejo porque como Ponce, aunque anduvo muy por encima del nada fácil primer toro al que metió en la muleta por el lado derecho con la inimitable habilidad que le es propia, muchos no se enteraron, y ni Urdiales pese a sus muchas ganas y al valor que le echó al quinto, ni Fandiño, tan deseoso como torpísimo con sus dos enemigos – mucha, demasiada tela para el bisoño diestro vasco -, solamente con el noble cuarto ejemplar de la ganadería salmantina la jornada alcanzó el altísimo nivel con que Enrique Ponce volvió a mostrar sus regias credenciales.
Bueno aunque a menos su brío este toro, el maestro lanceó con templada elegancia en el recibo, lidió con administrada sabiduría y, una vez brindada la faena al público, toreó sobre ambas manos con tanta sutileza como enjundia y acompasada variedad. Desde los doblones del inicio hasta el abaniqueo del final que precedió a una estocada contundente aunque caída, la plaza saboreó pase a pase, pausa a pausa, tramo a tramo una de esas obras sinfónicas exclusivas del valenciano, capaz de sacar siempre de los toros más partido del que tienen. En sus manos se vuelven tan obedientes que parecen desaparecer. Ponce llena toda la escena y tanto su toreo como su estar y andar por la plaza, se convierten en un acto del más caro ballet que se pueda contemplar en una plaza de toros frente a un animal que, al fin y al cabo, siempre puede herir y hasta matar a quien tiene delante. Y ahora a esperar a ver como explican esto sus enterradores. Ponce, ayer, los enterró a todos.
La vuelta al ruedo que dio entre clamores fue una de las más cariñosas que hemos visto dar a nadie en Bilbao. Y la sostenida ovación que escuchó hasta tener que salir dos veces hasta los medios para corresponder al homenaje, la más larga que hayamos vivido en Vista Alegre. Ponce, elegante como siempre, se negó a dar otra vuelta al ruedo y abandonó la plaza en medio de otra enorme ovación. Ya sé que los ceremoniosos andares y saludos que prodiga Ponce en sus tardes triunfales irritan a algunos que, incomprensiblemente, le censuran agriamente con pertinaz mal gusto que destapa sus inevitables rabietas. Mal asunto que sugiere el reconcome propio de de quienes sufren con el éxito de otros. Por eso siento mucho lo mal que debieron pasarlo ayer viendo como Ponce gozaba más que ningún otro día con las enardecidas ovaciones y las muestras de entusiasmo que le acompañaron a lo largo de otra jornada triunfal más en su plaza predilecta de España.
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En sus 50 paseíllos, Enrique Ponce se ha enfrentado a todo tipo de toros, sin faltar prácticamente ningún encaste, ya que ha matado corridas de Victorino, Samuel Flores, Atanasio, Núñez, Domecq y Santa Coloma. Destaca en primer lugar la faena al toro ‘Naranjito’ de Torrestrella el 20 de agosto de 1991, al que cortó dos orejas y fue el que dio un impulso fundamental a su carrera. También la corrida de la Prensa celebrada el 14 de junio 1992 en la que cortó tres orejas y cuajó una gran faena a un toro de Sepúlveda y otra corrida de la Prensa celebrada el 11 de junio de 1994 en la que cortó tres orejas a un lote de Joaquín Buendía. Lugar preferente ocupan las faenas a los toros de Samuel Flores, en especial la realizada al impresionante ‘Carjutillo’ el 22 de agosto de 2003, cuya cabeza está expuesta en el patio de cuadrillas de la plaza. Otra de sus grandes faenas fue la del toro de Victorino ‘Cucañero’ el día 19 de agosto de 1999, y la realizada a un astado de Zalduendo el 24 de agosto de 2006. Además de la que cuajó a ‘Histrión’, toro de El Ventorrillo, el 19 de agosto de 2008 al que le cortó las dos orejas. Estos triunfos son lo más granado de una serie casi inagotable de éxitos en los que perdió infinidad de trofeos por culpa de su desigual espada.
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