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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 9 de junio de 2013

Madrid: Toros que envejecen el alma Por Antonio Lorca


El diestro Juan Bautista en su primer toro de la tarde. / ULY MARTIN

"... ciertamente, la corrida de Baltasar Ibán no permitió secuencias para el gozo. Toros muy astifinos, de corto recorrido, duros de pelar, mansos en su mayoría en los caballos, y ásperos y broncos en el tercio final.." 

Toros que envejecen el alma

  • Decepcionaron los toros de Baltasar Ibán; decepcionaron los toreros, y hasta la tarde fría y amenazante de lluvia.
Antonio Lorca / El País
Decepcionaron los toros de Baltasar Ibán; decepcionaron los toreros, y hasta la tarde, tan fría y amenazante de lluvia como tantas otras. Decepcionó Bastonito, corrido en tercer lugar, descendiente de aquel otro toro del mismo nombre que el 7 de junio de 1994 se ganó la gloria, en esta misma plaza, por su casta y codicia y encumbró a los cielos de la tauromaquia a su matador, César Rincón.

La esperanza es lo último que se pierde y por qué no era posible el sueño de que resucitara aquella máquina de embestir que quedó para siempre en el recuerdo. Pero el sueño quedó ahí. El Bastonito del siglo XXI no destacó, al igual que su predecesor, por su belleza, cumplió sobradamente en el caballo, sobre todo en el segundo envite, al que acudió de largo, metió la cara en el peto y permitió el lucimiento del picador Mario Herrero. Obedeció a la llamada de los banderilleros, y llegó a la muleta con la codicia justa para haber conformado una perfecta pareja de baile con David Mora, que era el deseo de toda la plaza. Pero el animal, que embistió y repitió en la primera tanda, duró poco, poquísimo, echó la cara arriba, y no se entendió con el torero, que no mostró nunca signo de confianza ante oponente de nombre tan llamativo. Mora lo pasó despegado siempre y de manera destemplada, con poca entrega y como si estuviera fuera de la faena. Al final, el público ovacionó al toro en el arrastre y algunos pitaron al torero. La verdad es que decepcionaron los dos; quizá, es que de los dos se esperaba más; sobre todo, de Mora, que lleva un tiempo de promesa con el serio peligro de convertirse en eterna.

Pero, ciertamente, la corrida de Baltasar Ibán no permitió secuencias para el gozo. Toros muy astifinos, de corto recorrido, duros de pelar, mansos en su mayoría en los caballos, y ásperos y broncos en el tercio final. Ahí queda, por ejemplo, el lote que le tocó a Diego Urdiales, rocoso como el pedernal.

A este torero se le puede criticar lo que se quiera, y quizá está en esa zona de nadie por méritos propios, pero se tiene que buscar el pan con cada animal… El primero de ayer no solo era un manso de libro que se dolió sin disimulo en banderillas, sino que empeoró su comportamiento a medida que avanzaba la lidia, de modo que llegó a la muleta con los arreones por bandera, con inusitada brusquedad, con la cara por las nubes, buscando el corbartín del torero y dando tornillazos a derecha e izquierda. Y allí estuvo Urdiales, sorteando con dignidad el peligro, como si aquello no tuviera la mayor importancia.

Y claro que la tiene. Ese toro era de los que erosionan y envejecen el alma de los torero; toros que pesan como una losa, y dejan cicatrices aparentemente invisibles, pero que se reflejan después en surcos en la cara y en la derrota del espíritu. Ese de ayer valía por diez y seguro que es de esos que duran mucho tiempo en la cabeza de quien lo tuvo delante y le obligó a acelerar el pensamiento para desterrar agobio tan grande.

No era de mejor talante el cuarto, que cabeceaba con serio peligro, se negaba a obedecer al torero y lo buscaba con la intención cierta de dejarle un negro recuerdo en sus carnes. Afortunadamente, no fue así, y Urdiales salió indemne de la pelea; pero nadie, casi con toda seguridad, le verá el nuevo surco que le ha nacido en la cara.

Tampoco brilló Juan Bautista, que contó, sin embargo, con los dos toros más potables del encierro. Pero es que da la impresión de que no se entrega, de que no planta cara, de que su toreo lo planifica siempre a la defensiva y que su confianza es débil. Esa fue, al menos, la impresión que ofreció ante el sobrero, sustituto de un ibán que se partió un pitón en el caballo. El toro no era gran cosa, pero no menos que su matador, que desprende una frialdad con la que parece imposible alcanzar la emoción que requiere el triunfo. El quinto fue el que más y mejor embistió, y Bautista le dio muchos pases, lo toreó muy poco, siempre despegado, y nunca creyó en sus posibilidades de alcanzar el éxito. Con la derrota reflejada en el gesto es complicado, por no decir imposible, decir algo con una muleta entre las manos

Quedaba el último, y la posibilidad de que David Mora reafirmara su condición de aspirante a figura; el toro manseó y de qué manera en el picador, se paró en el segundo tercio y mostró su falta de casta, su poca clase y su dificultad después. Total, que Mora intentó justificarse como mejor supo; insistió para reflejar su voluntad y lo mató de forma rápida, que siempre se agradece.

Acabaron así las corridas de esta feria del Arte y la Cultura, a la espera del espectáculo de rejoneo de hoy domingo. Quedan en el recuerdo los triunfos sin rematar de ese mexicano valiente y artista llamado Joselito Adame, la oreja de Uceda Leal y la cogida de Sergio Flores, otro torero valeroso de allende los mares. Escaso balance.


Plaza de Las Ventas. 8 de junio. Quinta corrida de feria. Más de media entrada.

Ibán/Urdiales, Bautista, Mora

Toros de Baltasar Ibán, -el segundo, devuelto-, bien presentados, astifinos, mansos, descastados y deslucidos; cumplieron en los caballos tercero y quinto. Sobrero de El Montecillo, descastado.

Diego Urdiales: media baja y tres descabellos (silencio); dos pinchazos _aviso_ y un descabello (silencio).

Juan Bautista: pinchazo, casi entera y dos descabellos (silencio); dos pinchazos y estocada (silencio).

David Mora: estocada (algunos pitos); estocada caída (silencio).

Ovación y pitos
Lucida actuación del picador Mario Herrero y los banderilleros Félix Rodríguez, Víctor Manuel Martínez y Curro Robles.

Decepcionó la corrida de Baltasar Ibán, bien presentada, pero mansa y muy dura.

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