"...También permanece debido a que los ambateños, en el 2011, le dijeron no al vil intento de coartar la libertad individual mediante consulta popular.
Esta ciudad libertaria enterró, contundentemente, las pretensiones antitaurinas de terminar con la fiesta...."
Esteban Torres Cobo
En Ambato, la feria de toros vive. Gracias a los toreros, a los empresarios y a la afición taurina esta tradición se mantiene.
También permanece debido a que los ambateños, en el 2011, le dijeron no al vil intento de coartar la libertad individual mediante consulta popular.
Esta ciudad libertaria enterró, contundentemente, las pretensiones antitaurinas de terminar con la fiesta.
Lamentablemente, el ataque continua.
Con impotencia miré, por ejemplo, los grandes carteles en la plaza que impedían el ingreso a menores de 16 años. Algo que no tiene sentido y que discrimina a los jóvenes aficionados y a sus padres, verdaderos guías en la educación de sus hijos. Hace algunos meses, por el gusto y el compromiso que siento hacia este arte, patrociné como abogado una acción constitucional con el fin de evitar que dicha prohibición persista.
Me enfrenté a burócratas que, alejados de toda realidad y repitiendo consignas de un extremista grupo antitaurino, creyeron que “mejoraban” el país redactando un paupérrimo reglamento prohibitivo sobre la asistencia a espectáculos públicos. Perdí. O, mejor dicho, hicieron que pierda. Recuerdo como, en una posterior conversación con la jueza que llevó el caso, ella me contó la tristeza que le causó el fallar a favor del Estado y en contra de los menores de 16 años. Aficionada taurina, sabía los valores que se transmiten en una corrida. ¡Que gran oportunidad de aprendizaje para un niño o un adolescente!
Pero bueno, a pesar de todos aquellos obstáculos, la fiesta continúa. Quienes estuvimos en el coso ambateño nos vamos con gratos recuerdos y con bellas imágenes. Imposible olvidar el homenaje y la solemne despedida de uno de los monosabios más antiguos del medio. ¡Más de 50 años de trabajo por la fiesta! Tampoco olvidaremos el valor de Peñaherrera, de Campuzano y de Hinojosa. El arte de Mora y Nazaré y las agallas de Galván, brutalmente golpeado en faena.
Esas son las estampas que nos deja la feria de toros. Además de los muletazos y las chicuelinas. De los quites de los caballos y de sus colas y crines hondeando los pitones del astado. De los nervios y la valentía que transpiran los toreros cuando esperan al animal en el ruedo. De su respeto hacia el toro. De los aplausos y las pifias de la gente. En fin, la fiesta vive en Ambato. Ojalá para siempre.
©Artículo publicado en El Heraldo (martes 4 de marzo de 2014)
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